Cada tanto aparece un nuevo amante entre mis sábanas, sin descuidar a los amantes oficiales, algunos con años de ventajas sobre otros. Lo cierto es que para mí son “trofeos” en mi cama, una forma de descontrolarme sin perjudicar a nadie y controlando su cuerpo entero a mi antojo.
Dos reglas básicas que casi a ninguno parece molestarles:
1- No quiero quilombos.
2- Yo no llamo, solo respondo… si quiero y puedo.
No se dan una idea de lo bueno que está poder gozar de distintas formas, con distintas mañas, con diferentes cuerpos, expresiones, tamaños, fuerza, dedicación, tiempo o la falta de él, con lugares inciertos y otros reconocidos automáticamente por mi memoria de gps. Audaces, con adrenalina de querer probar siempre un poco más de éste veneno carnoso.
Entonces pienso… ¿que los atrae? ¿Será mi personalidad arrogante?, ¿mi cuerpo, que no es esbelto, pero si pulposo?, ¿la idea de ser tramposo y que no te descubran?
Pero no… no se trata de modelos perfectos, ni de caracteres, nada tiene que ver con sentimientos amorosos. Más bien es la idea de gozar juntos, probando lo diferente y seleccionando lo que te agrada. De vivir el momento, disfrutar a pleno algo tan humano como la piel, sin más ánimos que ese, que el goce, sin historias ni marañas conflictivas, sin el peso de tener que entablar una relación.
Creo firmemente que descubrí la manera de disfrutar a la par y a de la misma manera que lo hace mi sexo opuesto. Sin ataduras, libres, sin sometimientos, ni reproches. Le encontré la “vueltita a la rosca” y la verdad… ¡como me gusta que me enrosquen!
No entiendo la vaguedad de señalar lo que no se conoce con un dedo acusador. Lejos de cualquier humillación que interpreten con el significado de ser “una cualquiera”, adoro ser la “putita” de mis amantes, porque ellos son mis “putitos” también, mis esclavos, mis sometidos, atados al deseo de mi piel, mis ganas, mi tiempo y mi antojo.
Lo disfruto en cada chance que doy y, seguramente, así seguirá siendo.
Escrito por: María