Dicen que son cosas del destino… que se yo… quizás si, quizás no, el problema de ese tipo de creencias es que nadie te puede asegurar si es verdad. Es cuestión de fe…y fe era lo que menos tenía…
Lo conocí… ¡bue! conocer a alguien es mucho mas que verlo y saber como se llama. Digamos que nos vimos por primera vez por razones externas, ni él estaba ahí por mi ni yo por él. Hablamos, pero creo que en ningún momento lo miré a los ojos. Todos mis sentidos estaban dispersos, inmersos en otra cosa. Me acuerdo que hablamos un par de veces, no me acuerdo que me dijo ni que le respondí, él era una persona mas en el mundo, en ese momento era para mí alguien más que no tenía la menor idea que pasaba por mi cabeza, alguien mas a quien responderle “bien” cuando me preguntara “¿cómo estas?”… uno más… simplemente eso.
Un día en el que yo estaba, como siempre, en mis cosas, él dijo algo muy gracioso… bue, no sé que tan gracioso habrá sido, pero fue ingenioso y yo verdaderamente necesitaba reírme, y me reí, mucho me reí y fue ahí cuando levanté la mirada, y ahora que lo pienso lo debo haber mirado antes, pero ésta fue la primera vez que lo observé de verdad. Cuando lo miré, él me estaba mirando, me estaba sonriendo, satisfecho, orgulloso de su comentario, tal vez orgulloso de haberme hecho reír.
Después de eso empecé a escucharlo mas seguido, a prestarle atención, empecé a mirarlo a los ojos. No era mucho tiempo el que pasábamos juntos, pero ese ratito yo me olvidaba de mi realidad, de todo. Lo interesante no era el hecho de que él me hacía bien a mi, sino lo bien que se sentía él ayudándome a estar bien y no solo a mi… Si me preguntan, para mí su verdadera misión no era cumplir con el trabajo que realizaba en aquel lugar, sino estar. Sí, estar…si lo conocieras entenderías. Él no es común y corriente, es especial, trasmite algo que te hace afrontar la vida de otro modo, que se yo… él afronta la vida de otro modo, siempre alegre, siempre con algo que contar, una anécdota, un chiste, un consejo. Sin notarlo me empecé acercar a él… una persona así no aparece todos los días. Y no te voy a decir que volví a ser la de antes, porque no… fui mejor, mucho mejor. Porque cualquiera que se tope en la vida con alguien como él va a estar mejor, es como un amuleto de la suerte.
Pasaron los días, los meses y se me hizo costumbre quedarme hablando con él de lo que sea, a veces las charlas eran sobre mi vida, de cosas serias o de simples tonteras. De esas charlas te puedo decir dos cosas, una buena y otra mala. La buena es que él se amolda a todas las charlas y siempre sacas algo lindo de sus palabras. Lo malo es que por mas que hayas hablado seis horas sin parar cuando todo termina te quedas con gusto a poco…
Después… pasaron los años y ya no solo hablábamos, nos entendíamos… viste cuando con una palabra, o una simple mirada vos sabes que quiere decir el otro. Increíble, pero con solo mirarlo yo percibía si estaba cansado, enojado o bajón. Y él igual, o mejor que yo. Si estaba triste, el tenía el modo de hacerme decir todo, de contarle hasta el mas mínimo detalle, siempre estaba ayudando… siempre. O a veces no estaba triste pero andaba enojadísima por algo, y eso como que lo divertía, le gustaba verme embroncada, así que si me veía media cruzada lo mas probable era que me molestase hasta terminar haciéndome reír.
Te digo que tiene un don, un don para hacer reír, donde el va hay buena onda. Él da felicidad…suena tonto, pero para mi no es tonto…es lo mas lindo que alguien te puede dar, porque alguien que no te quiere o que no queres no te puede hacer feliz, porque con felicidad todo es mas fácil, porque te da salud ser feliz. Y él vive dando felicidad. Te digo que es un tipo especial.
Luego de tanto tiempo de charlas, de risas, de simples momentos que alegran el alma puedo asegurar que fue el destino, quizás estaba muy distraída en aquellos momentos para darme cuenta el hermoso regalo que me tenia preparado la vida. La vida… pensar que cuando se cruzo por mi camino este amuleto…este tipo especial….este “regalo” yo estaba muy enojada con la vida. Y fue él quien me cambio la perspectiva, me enseñó a vivir y no sólo eso, si no que recorrió el camino junto a mí hasta que pude caminar sola. Y ahora que camino sola, que río con ganas, que no me permito hablar con alguien sin mirarlo a los ojos, ahora que no tengo enojos, ni penas… ahora sigo eligiendo tenerlo cerca recorriendo mi vida con él.
Tal vez las circunstancias del destino, ese que nos unió una vez, nos tenga preparado algunas pruebas inesperadas, quizás un poco complicadas; pero eso no me asusta, porque se que vamos a estar bien. Ni el mas fuerte veneno puede vencer la dulzura de su alma, ni la peor tormenta puede opacar el brillo de su mirada. Y por si algún motivo eso pasara yo voy a estar ahí para recorrer el camino con él, haciéndolo reír, escuchándolo, devolviéndole un poco de lo mucho que me dio y me da. Como una guerrera en los libros de la Dragonlance siempre voy a cuidar a mi ángel. Y mientras él siga siendo ese tesoro que yo conocí sé que nada malo va a borrar mi sonrisa.
Escrito por Analía Panella para la sección: