Escribo esto mientras que espero que el budín casero se termine de hornear.
Hoy se cumplen ciento cuarenta y tres días de “Aislamiento social preventivo y obligatorio”, mejor conocido como cuarentena, y debo decir que odio esta nueva normalidad.
A principios de este año alguien me dijo que se venía algo jodido, pero una pandemia era lo último en lo que quizá pudiese pensar cuando soplé la torta de mi cumpleaños número veintiocho el doceavo día del año.
Yo empezaba el último año de mi carrera, y recuerdo perfectamente cuando después de dormir la típica siesta de domingo me llevé la sorpresa que se venía el inicio de la nueva normalidad.
Es complicado ser millenial, tener depresión, ataques de ansiedad y cosas a las que ya me había acostumbrado, pero que se acrecentaron con el aislamiento. Clases por videollamada. Salidas por DNI. Sentir que se te viene el mundo abajo, en fin. Raro todo.
Lo odio. Jamás pensé que me fuese afectar tanto no poder hacer cosas, pero la realidad es que si.
Incluso tengo la teoría de que a mi gata le molesta que esté tanto tiempo en mi casa.
Y la normalidad se remite a mi casa, trabajo y viceversa. Me siento afortunada de no tener que haber parado de trabajar por pertenecer a un rubro esencial: la medicina veterinaria.
COVID 19 en todos lados. En la tele, que ya dejé de ver hace mucho, en los viajes que no puedo hacer, en la gente que no puedo visitar, en los recitales a los que no puedo ir.
Que no se malinterprete, no soy conspiranóica, se que el virus existe, la enfermedad también, me vacuné contra la gripe, tomo vitamina C. Cuido mi salud no tanto por mi (que a estas alturas ya no me importa), sino porque vivo por mis abuelos y si a ellos los contagio de algo no me lo podría perdonar nunca.
La nueva normalidad vino con alcohol en gel, desinfectantes caseros, salidas por DNI, y mucha mucha más soledad.
La nueva normalidad incluye barbijos, conexión a internet obligada, pero excluye salidas con amigos, visitas por el día a la montaña, un poco de aire puro sin tapabocas puesto y mucho más.
Espero leer esto dentro de un tiempo y que todo hay pasado. Que el COVID quede en la memoria como otras pandemias antes, que nos haya enseñado las cosas importantes en épocas difíciles, y que dejar en situaciones críticas a muchísimas personas con trabajos informales jamás es una buena idea. Solo digo.
Una profesora de la facultad nos decía que si los gobiernos escuchasen más a los veterinarios quizá esto se podría haber evitado, y la verdad es que algo de razón tiene.
Yo por lo pronto seguiré con el stress al 100% tratando de que todo esto termine, que llegue el día en el que pueda abrazar en persona a mi hermana de la vida de Baires, en besar sin miedo en la boca a alguien, y en poder entrar a un aula real una vez más. Solo espero.