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Crónicas de un rutinario regreso a casa en bondi

Desde hace unos pocos días y gracias a la feliz aparición de un “amigo” en el colectivo que tomo todas las mañanas para ir a trabajar, que me dice, “heee loco como estas, ella es mi amiga Noelia”, conocí a una de esas personas que te hacen putear a Hobbes, a Rousseau y a las malditas teorías de que el hombre es un condenado ser social. ¡Cuánto me arrepentí después de ese casual encuentro en el que me la presentaron!

Para tener una idea resulta que la susodicha es una especie de loro hablador, de esos que no saben cuándo parar de hablar, que además se saben la vida y obra de todo el mundo (bien menduco), incluso esas cosas que ni los protagonistas saben, y son capaces de discutirte lo que vos desayunaste esa mañana. Una de esas personas que yo sé que todos conocemos, que son capaces de provocarte una embolia cerebral en cinco minutos. Es básicamente un arma química de destrucción masiva, encerrada en un cuerpo femenino y de rasgos bizarros. Otra joyita de la agraciada personalidad de este abominable ser de los viajes en micro, es que viene adornada con diabólicos tics, como por ejemplo el de hablarte y acercarte su cabezota de muñeco vendedor de globos de parque de diversiones a diez centímetros de tu cara, y que no importa cuantos pasos des para atrás ella siempre está dispuesta a dar un paso adelante y recuperar esa mínima distancia que tan nervioso me pone.

Al parecer el combo fue agrandado con una dosis de: “a veces te escupo cuando hablo” y con un poco de “no me alcancé a lavar los dientes y esta mañana me desayune una ojota de Ze Pequenho” o sea, el famoso aliento a puma. Para cerrar el paquete ¡¡¡grita!!!, sin importarle los escasos diez centímetros que la separan de su víctima, grita como si quisiera que todo el mundo escuche su parafraseo idiota.

Ese es el panorama con el que tengo que lidiar todos los días, tanto de ida como de vuelta al trabajo. ¿Justo me toca a mí entrar y salir a la misma hora?

Hoy a medio día, creyéndome inteligente decidí quedarme en la plaza Independencia, que está a media cuadra de la parada, hasta que se hiciera el horario en que llega el micro y de esa forma no tener que compartir, ¡qué digo compartir!… soportar quince minutos de charla (si es que se le puede llamar charla a una máquina que parafrasea constantemente boludeces y a una pobre victima que responde casi por cortesía con monosílabos).

Pero bue… faltando unos minutos decido emprender mi camino hacia la parada. Mientras transito la vereda pienso para mis adentros, debo moverme tan sigiloso como un gato, debo ser un ninja asesino, y llegar a destino desapercibido para ubicarme detrás del cartel luminoso y ser invisible un rato. Ya que sacrifiqué la posibilidad de encontrarme con la tetona rica por el peligro de tener que soportar al muppet que llego de Plaza Sésamo con el solo objetivo de hacerme estallar la cabeza con comentarios pelotudos y totalmente poco interesantes… tengo que zafar, Dios existe y mi sacrificio no debería ser en vano.

Mientras camino por la vereda con un ojo puesto en los pozos y los soretes que abundan en la cuadra y otro atento al paisaje lejano de la gente que espera el bondi, veo que desde atrás de la estructura de caños de la parada pivotea una silueta y se asoma una cabezota de rasgos fuertes y mirada desorbitada. Intento hacerme el pelotudo, pero ya es tarde… sus ojos lograron divisar a su víctima y lo evidencia con una macabra sonrisa, una sonrisa capaz de hacer que el mismo Stallone apriete cachete y salga corriendo. Me vio ¡¡¡LA PUTA QUE LA PARIO!!! ¡¡ME VIO!! Exclamo para mis adentros.

Mi única esperanza es que la tetona rica este en la parada esperándome con alguna charla interesante o aunque sea que me cuente sobre cómo se hace la manicura… viniendo de ella seguro va a ser la mejor anécdota de mi día y aunque no la voy a escuchar, voy a usar la palabrería como excusa para deslizar una que otra mirada por su escote, en fin un momento agradable… Pero no, hoy no es mi día (casi nunca es mi día), la tetona no está y mi suerte no solo está echada sino que ahora se ve acorralada, ya que el monstruo comedor de galletas Criollita sin nada, se me acerca hablándome desde lejos a los gritos sobre diez millones de boludeces que no me calientan… como desesperada, como si no quisiera perder dos segundos de tiempo sin rellenarlos con una palabra pelotuda.

Mi cara lo dice todo… ¿quién puta me mando a nacer en Mendoza, a vivir en mi barrio, a viajar en ese bondi, a nacer con oídos funcionales?, como no nací babosa. Y completo el pensamiento con ideas imaginarias de un accidente de tránsito justo frente a la parada, en el que una rueda de uno de los siniestrados se desprende y vuela con fuerza suficiente hacia mi cabeza como para terminar así con mi dolor, o mejor aún a la de ella, terminando así con el dolor de varios.

Intento eludirla diciendo “¡¡ehhh ahí está la Dani!!, voy a saludarla”.  A lo que contesta “esa es una amiga mía, nada que ver”…. Y pienso ¿qué sabes vos de quien poronga estoy hablando? ¿Desde cuándo conoces a mis amigos vos?, Tenía razón… era una flaca que no conocía, pero ya que vos si la conoces, ¿porque no te vas a cagarle la vida a tu amiga entonces?, pienso… solo pienso.

Por fin llega el micrito, por lo menos voy de vuelta a casa. En ese momento mi poco funcional cerebro idea un macabro pero sencillo plan. Un plan que sin darme cuenta ya había aplicado en otros momentos. Subo último, ella como toda mina (si podemos verla ya con esos ojos) va a querer subirse primero, y para cuando yo suba seguro que le han ocupado el otro asiento, jejeje. Voy solo, voy parado, voy bancándome el olor a lavandina del piso recién lavado del bondi, pero no me caliente nada, voy lejos del Oso Yoghi.

Mi cara empieza a brillar de felicidad cuando veo que el plan comienza a dar resultado, sube rápido y entre los primeros. Mi cerebro respira, y se saborea la victoria. Veo sus ojos de bola de boliche que me miran desde abajo y por dentro les hago pito catalán (como diría mi abuelo), y agrego “vas a tener que viajar acompañada de algún viejo con olor a culo jejejeje ¡¡¡soy libre!!!”

Pero la gloria es efímera, y hoy parece que realmente no es mi día. Dios se acordó que desde tercer año no volví a pisar una misa y ahora se las está cobrando todas juntas. Se levantó el viejo que estaba al lado de ella y ahora el monigote me hace señas para que me siente con ella. Con mi mejor cara de resignación me acerco y me termina de rematar con la frase que me demostró que por más estratega que me creía me pasaron el trapo, “te guarde el lugar”, ¡la re mil puta madre que te re contra mil pario!, metete el lugar en el centro del esternón y andate al recalcado refusilo del señor… nuevamente solo pensé.

Me senté, resignado, con el traje a rallas y los grilletes en los tobillos. Comenzó la tortura de vuelta. Hasta que sucedió lo que tenía que suceder, mi cerebro no pudo más y se suicidó. No sé qué proceso químico invocó pero se pegó una sobre dosis de alguna enzima y se me fue, solo me dejo una nota que decía, “hacete el dormido, yo me las tomo”.  Así que siguiendo su consejo cerré la boca, no conteste más con mis típicos monosilábicos con los que suelo responder a sus discursos y entre haciéndome el dormido y transitando un silencio de esos que ponen el ambiente tenso e incómodo, llegué finalmente a casa.

Misión cumplida, las bajas neuronales fueron importantes, pero sobreviví. Aunque me atormenta pensar en que esto puede pasar todos los días. Debo ser fuerte, debo resistir… y no asesinar al asesino social pegote de Noelia.

Escrito por el Maestro Splinter para la sección

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