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Educación Sexual Ideológica

“Si suprimimos lo sobrenatural, lo que nos queda es lo antinatural.”
Herejes

Tal como lo supo ver con meridiana claridad aquel proverbial gordo inglés en los albores del siglo pasado, nuestro tiempo no deja de arruinar todas las virtudes que han convertido a occidente en eso que llamamos “civilización”.

Antes fue mediante la lucha de clases, ahora, como a los obreros les interesa más cambiar el auto que combatir a los patrones, van por las ideas sobre las que nos hemos construido como personas. Y en esa construcción, Cristo y nuestra santa madre la Iglesia Católica, son los enemigos a batir. Solo así puede entenderse el odio visceral que babean los promotores de la Educación Sexual Ideológica.

Eso que ellos llaman maliciosamente “perspectiva” no es más que una ideología, una concepción política sobre cómo debería ordenarse el mundo. Pura doxa y arbitrariedad. Pero intentan presentarla como si no fuera lo que es, disfrazándola de “educación”, “derechos” y huevadas similares, las que en concreto les importan tres carajos, como sucede siempre con la izquierda. Y encima creen que no nos vamos a dar cuenta. Deprimentes enemigos nos han tocado…

Los mismos grupos de bolches, que fracasaron en su intento de legalización del infanticidio, son quienes no aceptan las reglas democráticas ni del estado de derecho (el que solo defienden como cruzados medievales cuando resulta tributario de sus intereses), pretendiendo hacer por izquierda lo que no pudieron por derecha: mirar para otro lado y no perseguir a quienes abortan, financiar organizaciones aborteras con el erario, vender en todas partes drogas para matar no nacidos, y, como frutilla del postre, meter de prepo su agenda pervertidora de menores en las escuelas. Usar y abusar del poder del estado para secuestrar ideológicamente a los hijos de quienes consideran sus enemigos. Ni más ni menos.

Pregonan que los hijos no son propiedad de sus padres (¡puta, qué notición!) como si alguien creyera que otra persona es apropiable; burda caricaturización para enmascarar lo que realmente sucede: que es el estado quien, abusando de su poder policial, quiere adueñarse simbólicamente de los niños para moldearlos como borregos incapaces de acceder a cualquier atisbo de idea trascendente. Un ser sin tradición ni identidad propia, que pueda ser manipulado por cualquier noción puesta en boga por el progrerío internacional. Porque son justamente esas ideas de raigambre religiosa las que nos conectan con los más elevado del espíritu humano, las que nos han dado lo mejor de las artes y la cultura, las que nos hacen libres, total y completamente libres. El progre no se conforma con ser él mismo un mediocre, quiere hacer que todos se rebajen para igualársele. ¿Y qué mejor que imbecilizar a los futuros votantes desde la niñez con la basura pornográfica de su patológica subcultura sexual?

No les basta con la libertad construir toda su triste existencia alrededor de sus vergas alicaídas, pretenden que todos nos arrastremos a ese nivel de miseria moral. No se trata de respeto y tolerancia (porque solo la utilizan con quienes intuyen cercanos ideológicamente; a los otros, latigazo), no señores, nada de eso precisa de ley alguna, se trata de despedazar a quienes se oponen a ser fagocitados por un sistema sin virtud alguna. Uno que simplifica y mantiene idiotizadas a las masas con pijas, tetas y conchas por doquier.

¿Por qué los padres deberían dejar de lado su propia cosmovisión para permitirle al estado meter a sus hijos en un molde fabricado por sus enemigos? Ridículo.

¿En qué queda la tediosa cantinela sobre la tolerancia y el respeto a las minorías? En nada, porque para los progremierda todo depende de la conveniencia del momento, oportunistas y acomodaticios como siempre, lo que sirve para proteger a los putos no aplica para las minorías religiosas; a los primeros todo, a los segundos, las catacumbas.

Los burócratas a cargo de la instrumentación del dogma estatal saben que los cristianos somos ese íntimo puñal que les impide alcanzar sus objetivos. Por eso somos su blanco predilecto. Y tienen razón, porque les recordamos su miserable condición humana. Malas noticias, muchachos: seguiremos siéndolo.

Y si quieren combatirnos, nunca olviden algo fundamental: tenemos un Dios que sabe cómo salir de la tumba.

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