/El Demonio de los paraísos de hielo

El Demonio de los paraísos de hielo

“Yo he dicho ‘no’ a las drogas, pero ellas no me escuchan.”
Marilyn Manson

Una madrugada el gordo Rosca fue a la casa del dealer; llevaba dolares de los ahorros de los padres porque el demonio de la dureza así se lo había dicho. El mote de Gordo era sólo un recuerdo, ahora era un maniquí más -flaco, narigón y con el corazón de plástico. En el trabajo ya lo tenían marcado, porque solo él tenía acceso a las cosas que extrañamente se perdían.

El Gordo Rosca había estado de gira por el Paraíso de Hielo Perfecto y quería seguir a toda costa. El demonio lo alentaba mientras se fumaba un cigarrillo. El dealer le dijo que no, que no quedaba nada -tomate un alplax, así te dejas de morder los dientes y te dormís- le dijo y le cerró la puerta en la cara. Pero el Gordo Rosca no se iba a quedar así, ni con veinte alplax el demonio lo iba a dejar dormir. Saltó la medianera de la casa y se metió al patio. Empezó a golpear la ventana que el creía que era la de la habitación del dealer, pero lo hizo en la de la hermana de éste.

La mujer al ver a un desconocido en su patio, mirándola desorbitado con un manojo de dolares en la mano, comenzó a gritar y así acabó el Gordo Rosca en una granja de rehabilitación, con el demonio esperándolo en la puerta a que concluya el tratamiento.

El “trapito” que cuida el auto último modelo y el dueño de este; el colectivero y el policía; el diputado y el “ameo” que te pide veinte pesos para el porrón; el ama de casa y la chica que vende caricias. Todos se rompen la nariz, en secreto, con culpas; en el baño de la oficina o mientras revuelven el arroz para el almuerzo de sus hijos.

Es asombrosa la cantidad de personas que toman cocaína y convierten su vida cotidiana en un Paraíso de Hielo Perfecto. Mientras hacen sus cosas una bola de placer les baja desde la nariz hasta las venas y los inunda de un centelleante mundo en el que todo es singularmente bello. Hasta que cae un ángel y que se convierte en demonio. Se acaba el Edén y se convierte en el Infierno que gira y gira, mientras el demonio de la dureza ríe a carcajadas.

La merca, la cocaína, la fafafa.

La cocaína fue por primera vez sintetizada (extraída de las hojas de la coca) en 1859 por el químico alemán Albert Niemann. El psicoanalista Sigmund Freud, quien usaba la droga personalmente, fue el primero en promover su uso como un tónico para curar la depresión y la impotencia sexual, entre otros. Sin embargo, no era un observador objetivo. En un momento dijo que la cocaína lo había conducido a la “decadencia física y moral”, Freud.

La del tango y la del rock; la fafafa, la merca, un papel, una piedra. Ese ente blanco tiene un demonio que la habita. Un ser depredador. Ese demonio les hace creer a los consumidores que llevan el control, les da rienda, les da manija, mucha manija y de pronto, sin darse cuenta terminan dentro de la calesita, girando en el mismo lugar mientras el mundo se despide y te saluda, se despide y te saluda. El demonio lentamente les va chupando el alma y la plata; sobretodo la plata. Mientras más le reclama el demonio para reírse más plata necesitan. Al principio solo era un recorrido por el Paraíso del Hielo Perfecto como un evento social, una novedad; pero como dijimos el demonio hace lo suyo y tiende el anzuelo. Entonces el hecho de tomar se convierte en algo cotidiano, en algo absolutamente necesario. Primero el sueldo no alcanza y las cosas empiezan a sobrar y se venden, una a una, las cosas que parecen innecesarias. Las amistades cambian, de pronto aparecen maniquíes que antes eran humanos, hociqueando como ratones, buscando de cualquier manera darle de comer a sus propios demonios.

Los viejos amigos desaparecen en los giros de la calesita.

El Hielo Perfecto comienza a derretirse.

La plata no alcanza, ya no hay, solo hay bolsitas o frasquitos vacíos, limpios de tanto pasarles la lengua; y abren la lapicera BIC para rescatar una piedrita y chupan la punta de la tarjeta de crédito. Y se roba, porque ya no queda nada para vender; y se cae en una angustia de abstinencia cuando no se toma y el demonio está triste y la calesita no gira. Entonces el mundo se acaba y el hielo perfecto se convierte en un lodazal, el piso del Infierno. El egoísmo y la mentira prevalecen, el demonio los insta a hacerlo para poder sobrevivir entre tanto barro y tan poca risa. Y se convierten en mitómanos por conveniencia.

El demonio de la dureza está furioso, intenta empujar a la calesita. Quiere reír a carcajadas en el Paraíso del hielo perfecto, pero eso ya no es posible, nunca será lo mismo. Se convierten en maniquíes y entran a El Demonio de los paraísos de hielo la vida de otros, tratando de sacar ventajas, de subirse a las calesitas ajenas para poder pasarle la lengua a una bolsita de nylon, impoluta de tanto ser lamida.

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