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El formalismo del amor luego del vandalismo de la soltería

Y de repente te tocó, hermana. Vos que pensabas que te ibas a morir vos y tu ingarchabilidad, de repente ya querés a ese chabón sólo para vos. De repente, ya estás experimentando nuevas sensaciones, entre las que encontramos las siguientes:

Coger: Las primeras épocas de cualquier relación son para ponerla a troche y moche, sabiendo que después vas a seguir, pero no con la misma intensidad conejística del principio. Acá surge el dilema sobre ser puta o no. Por alguna extraña razón, una puede ser muy perra en la cama, pero el sujeto de interés nos frena el reflejo trolístico, vaya a saber uno porqué. Será cagazo a que se dé cuenta que nos bajamos al plantel de Defensores de Ramallo, en anteriores momentos alocados de nuestras vidas y se tome el palo, espantado ante nuestra voracidad por la pija. Lo bueno es que del enzorramiento extremo al enamoramiento hay un solo pasito, que ninguna sabe cuál es, pero puede pasar.

Contención emocional: Esto olvídense que va a pasar cuando lleven veinte años de casados….o cinco. Hay que aprovechar ahora que se despierta pensando en vos y viceversa. Los mensajitos, las palabritas de amor y esas pelotudeces, que antaño te parecen un bodrio, ahora las venís a disfrutar y te sacan una sonrisa, ante la mirada azorada de los que te conocen.  También, como somos propensas a querer hablar de todo lo que nos pasa, esta época es ideal para que te escuche atentamente hasta que desarrolle su técnica de hipnosis para ignorarte mientras te mira a los ojos y asiente con la cabeza, no sabiendo de qué pija le estás hablando. Me gusta llamarlo “El modo zombie”

Bancarse: Nos encontramos en una especie de etapa demasiado tolerante, donde lo que menos querés es quedar como una cansadora de mierda, pero ¿Adivinen qué? Con la vagina viene implícito el arte de romper los huevos. Lo lindo es que en época de conquista, así como el pavo real despliega su cola ofreciendo los colores para deslumbrar, nosotras automáticamente desactivamos momentáneamente el acto reflejo de romper la pija, para que, embelesados como con canto de las sirenas, caigan en la trampa y se enamoren estos hijos de puta, para después comprobar QUE SOMOS MINAS hermano, no pidas milagros ¿Ok?

Darle confianza: Cuando una tiene cierta fama de pirata nocturna, volteadora de pitos a mansalva, y lo escribe en una pseudo página mal llamada literaria, donde da consejos acerca de cómo pajearse o dice sin tapujos que le gusta el pito, se hace cuesta arriba que no crea que sos una trola. Pero bueno, si el chabón es inteligente, va a saber que a todas las minas les gusta la pija, nada más que ninguna lo dice.

Exclusividad: Ya no vas a querer estar con nadie más, una consecuencia necesaria de estar hasta la chota con alguien. Y acá viene lo mejor, si te enamorás ya no vas a coger, vas a hacer el amor. Sublime sensación pocas veces sentida.

Manejo de redes sociales y celulares: Siempre infectado de fotos sucias y videos a pura paja, de repente tener que vivir con el miedo de que te llegue un mensaje de un ex chongo que no entendió el concepto de “Borrate”, de una amiga que te viene con el chisme de tu ex chongo o un llamado de algún requecho cuando estés con tu amor. Te vas a llegar a fruncir tratando de explicarle y que no se ponga loco. Me cago en la vida.

Gaterío: En  épocas actuales, donde un pendejo de 12 ya está culiando, es obvio que si ya están pisando la tercera década ambos dos tengan una sección especial para sus prontuarios en el Archivo General de la Nación. El tema no es con el gaterío en general, sino encontrarte con las amiguitas putitas, esas que nunca le aflojaron la argolla, pero de repente la situación cambió y ahora que está con alguien, se les despierta el instinto primitivo de competencia y el amor por él, metiendo el hocico donde no tienen que meterlo, haciendo comentarios de puta relajada amante del salame, comentarios con pinta de inocentes, pero que buscan sembrar la duda de si se la garchó, se la garcha o se la garchará. Porque somos hijas de puta nomás.

Creer: Que de verdad existen tipos buenos. Porque los hay. Esos que se muestran así como son, que no les da miedo mostrarte y que se sienten orgullosos de estar a tu lado. Sea para mucho, para poco o para nada. Te hace feliz ahora con el sólo detalle de agarrarte la mano. Esa sensación de esperanza en años de incogibilidad por conocer hijos de puta es insuperable. Aunque dure dos semanas, dos años o dos décadas. Sabés que si no funciona, no es porque él sea una mala persona. Y también sabés que te está dando lo mejor de él.

Ahora sí, hijas de puta, a disfrutar de la ceguera que no es eterna. Nos vemos la próxima. No lloren por mí, yo ya estoy muerta.

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