En un lugar de las Españas, Cataluña de por nombre, no ha mucho tiempo que vivía un ingenuo vanidoso, de los de seny (cordura) en astillero, métodos antiguos, mano larga y galga lengua. Una olla de algo más butifarra que chorizo, pan amb tomaquet las más noches, mar i muntanyas los sábados, mar i cel los viernes en el Liceo, y fricandó por añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «President», o «traïdor», que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben, aunque se deja entender que se llamaba Carles Puigdemont.
Pues este sobredicho hombre, los ratos que estaba ocioso, tomaba las gafas del esperpento y se daba a leer libros de caballerías, es decir, perdone el lector esta equivocación, libros de historia. Esto hacía con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la política buena y la democracia verdadera. Pues en su deformada lectura de la historia de España, la política y democracia, entendió él que había gigantes por molinos, ejércitos por rebaños, dulcineas por labradoras, Cataluñas por Españas y países por regiones. En esto que, como don Quijote, quiso resucitar el pasado de lo que nunca existió; quiso, por proseguir la comparación, resucitar la Catalunya que nunca existió, como quiso nuestro Quijote resucitar la caballería andante que nunca existió.
Pensaba este President, que los andaluces almerienses tenían que independizarse de España porque una vez fueran una república independiente, la Cora de Bayyana, la República Marítima de Pechina. ¡Qué cosas digo! Perdonadme de nuevo, porque me confundo de historia. Pensaba este President, que Catalunya había de convertirse en república independiente, la de los Paisos Catalanes, porque tuvieron autonomía política y militar, así como Bayyana o Pechina. Tanto se creyó estas cosas, en sus lecturas esperpénticas, que cogió una armadura, es decir, un traje de político, y se emprendió a trocar leyes por consejos, golpes de estado por leyes, mentiras por promesas, democracia por anarquía y votaciones por pucherazos.
—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro aquí con un ayudante fiel, como de ordinario les acontece a los Políticos Andantes, ¿no sería yo un político de verdad?
Pues vino el esperpento a formar de un libro de mentiras, un hombre grueso y borrico, que venía de Babia, económico historiador, que tanta atención prestaba a la economía como Puigdemont a la democracia, que tanta invención tenía de la historia como Puigdemont de leyes. A este, se dice que se decía Oriol Junqueras del Reino Microeconomicón.
¡Oh, los ojos que vieran esos cuatro pies andar por las Catalunyas! Los dos se dieron a las Andantes Políticas, viendo mayorías electorales de sólo 48% de los votos, viendo tales prodigios como los que a continuación se cuentan:
Pues empezaron estas prodigiosas visiones cuando quisieron dotar, muy en serio, a Cataluña de la independencia que tan histórica y legítima ellos la veían. Para esto, imaginaron una mentira para conseguir este fin; fue esta mentira un referéndum que habían de celebrar, en el que sólo ciertos catalanes (dependiendo de cuánto tiempo llevaran viviendo ahí) podían votar. En esto, que los poderes del País verdadero, hablaron para recordarle ciertas cosas:
—Pero, mi querido señor Puigdemont, ¿no ha leído usted lo que la constitución dice en el artículo 2? Sí, ese del título preliminar que dice: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles».
—¿Qué hablas de constitució, bellacu? ¿Acaso vamos a confiar en un texto escrito tanto tiempo atrás? La damucracia está sobre la constitución —esto respondió el President.
—Pero, señor, dice el punto 2 del primer artículo: La soberanía nacional reside en el pueblo español. ¿Cómo va usted a hacer democracia, si sólo deja que voten los catalanes?
—¡La damucracia es lo que yo diga! ¡La constitució puede decir misa, que yo haré lo que quiera, como buen Político Andante!
—A mes a mes, sepan vustedes, que los catalanes, estamos más relacionados genéticament con los franceses y los italianos, e incluso con los suizos, que con los españoles —esto dijo Oriol Junqueras, el economista—. Además, Catalunya es Europa, España es África.
Para este fin «democrático», se presentó en el Parlament de Catalunya una la ley del referéndum. Esta, indicaba que se celebraría un referéndum en Catalunya, que afectaba a la soberanía de España, en el que sólo los catalanes podían votar. Si el resultado favorecía a la independencia, la consecuencia sería el declarar a Catalunya un país «independiente» (pues España aún tendría que pagar sus pensiones, deuda y otras cosas). Pues se presentó esta ley, que infringía la Constitución española y el propio Estatut de Cataluña (una especia de constitución de la comunidad de Cataluña). Es más, se «aprobó» esta ley ilegal con 72 votos, cuando se necesitaban 90 para la aprobación de tal ley; todo esto, según la propia ley de Cataluña. Además, no dejaron que los partidos de la oposición apelaran en contra de ese atentado a la legalidad. En otras palabras, hicieron un golpe de estado.
—¡Oh, amigos Catalanes! —decía don President de las Catalunyas— Paisanos míos, ya está aprobada la ley (que atenta contra la ley). Votad por vuestra libertad de la tiranía española, que nos oprime. ¡Sí!
—Sí, sí —Oriol Junqueras habla ahora—, y no temáis por las empresas que han dicho que se irán de Catalunya en caso de independencia, que no se irán, no.
Pues «aprobó» la ley, con comillas catalanas, porque ni siquiera el Parlament la firmó como se debía, pues los letrados de la cámara no quisieron firmar como legal lo que es ilegal. Aun así, el partido de nuestro Andante Político, la dio por aprobada.
Pues llegó el día del glorioso referéndum, muy en contra todo de los mandamientos del Tribunal Constitucional. Entonces, ahí se presentó la Policía y la Guardia Civil, para parar el acto ilegal, pues la policía catalana (mossos d´Escuadra) poco quisieron acatar y hacer acatar la ley. Una revuelta, palos de todos para todos, como en la venta encantada.
Sepa el lector hasta donde llegaba el ingenio de estos esperpentos. En pueblos donde vivían 500 habitantes, por decir algo, se registraron 1.500 votaciones. ¿Por qué? Porque, viendo que la Policía quería evitar el acto ilegal, el Govern de Catalunya, hizo posible que se votara en cualquier colegio, sin identificación y, por lo tanto, tantas veces como uno quisiera. En esto, que votaron sólo un 48 o 49% de los votantes designados a votar, y un 90% de esos votantes dijeron que sí a la República de los Países Catalanes. Es decir, votaron sólo los afines a la independencia, porque los que no apoyaban tal cosa, no perdieron su tiempo en participar de un acto ilegal.
—¡El pueblo ha hablado! ¡Esto es democracia! ¡Viva la legalidad! ¡Viva la libertad! —así decía el President.
—¡Sí, sí! Las empresas no se irán —así decía Junqueras.
—Vistos los resultados de este legítimo referéndum, que no respeta la Constitución de España ni el Estatuto de Cataluña, ¡declaro, con el poder de la Legalidad a la Puigdemontesa, la República de Catalunya! —así dijo el President.
En oyendo esto, que alrededor de 1.800 empresas abandonaron Cataluña, miles de millones de pequeños ahorradores, por el miedo, per la por. En esto, que el Presidente de Gobierno, el de España y el de Cataluña, Mariano Rajoy, por fin sacó el valor de aplicar uno de los artículos de la Constitución, el famoso 155, que le dotaba de poder para suspender el mal gobierno de Carles Puigdemont.
—¡Oh, habitantes del mundo! ¡Mirad, mirad qué injusticia sufre Catalunya! Nosotros que hemos aprobado una ley ilegal, nosotros que rompemos la constitución, nosotros que rompemos nuestro estatuto. ¡Ay! ¿Por qué merecemos esta injusticia? Nosotros que damos y quitamos democracia, que la transformamos como más a gusto nos venga, ¿por qué nos merecemos esta injusticia, esta opresión del estado español, y de Francia, Estados Unidos y el nulo apoyo de la Unión Europea?
—Sí, ¿por qué? —decía Junqueras— ¿No era eso la democracia? ¿No es la democracia hacer lo que uno quiera? ¿Resulta ahora que para hacer democracia hay que obedecer leyes? ¡Qué injusticia!
El autor de esta historia, viendo las similitudes entre el loco de don Quijote y el President, vio oportuno darle semejanza a este con cierto criminal de ese libro. Por ello, desde hoy, le dirá a Carles Puigdemont, Carlillos de Puigdemonte, en recuerdo de ese criminal, ese galeote, Ginesillo de Pasamonte, que se gloriaba en sus crímenes.
El autor concluye con unas palabras:
¿Entendemos lo que es democracia? ¿Entendemos la importancia de la Constitución y nuestra obediencia a ella? Democracia es el derecho a votar por la representación política de un grupo que actúa por el bien del pueblo, bajo un marco legal inviolable cuya modificación se debe aprobar por la mayoría requerida y bajo la aprobación de los demás poderes concernientes.