/El progresismo más bastardo VS el derecho a vivir

El progresismo más bastardo VS el derecho a vivir

Desde hace un tiempo me pregunto si debiera dedicarle o no una nota a este tema. Me pregunto si no es mejor quedarse callado, hacer de cuenta que todo da igual, mirar para el costado y dejarlo pasar o amoldarme sin chistar, como tan ingenuamente nos proponen los gurúes anti-conflicto de moda. Pero existen problemas  ante los cuales no puede haber grises, ante los que el silencio se parece demasiado a la complicidad, problemas tan hondos que nos separan irreconciliablemente, sin importar cuanta empatía intentemos impostar. A veces, y éste es el caso, no hay espacio para la falsa tolerancia con todas las ideas. A veces, ser intolerante es un imperativo ético ineludible, al menos si deseamos ser coherentes con los principios que rigen nuestra vida.

Claro que hacerse el boludo es una tesitura que resulta mucho más cómoda, más de onda, más vanguardista y útil para presumir de “moderno” y recibir un sinnúmero de palmadas de los lambiscones progres de turno. Sin embargo como no soy ni deseo ser progre ni moderno, y como esto es El Mendolotudo y puedo decir lo que se me cante la chota, no me queda más remedio que manifestarme en contra del aborto en todas sus formas, sin eufemismos ni concesiones políticamente correctas, no sólo por la trascendencia moral y humana del tema, sino también (y principalmente) porque he descubierto que molestar a cierta gentuza me produce un placer casi morboso… Así que aclaro que si usted es un zurdo – progre – moderno – liberal con exceso de susceptibilidad, no lea los párrafos que siguen. Y si de todas formas decide leerlos, no rompa las bolas comentando la primera tontería que se le cruce por la cabeza o haciéndose el ofendido o el pobrecito. Vale recordar que nuestra querida Doctora Lí ya escribió sobre esto (click aquí) muy inteligente y respetuosamente (y suscribo sus palabras), pero desde este humilde rincón del Mendo podemos ponerle algo de pimienta a la cuestión.

Vamos al tema.

1 – Aunque en nuestro país, con un criterio humanista admirable, el aborto es considerado un delito, y bastante grave, al progresismo abortista esto parece importarle poco y nada. El progre posmoderno no está para menudencias leguleyas. Es tan profunda su hipocresía que es capaz de encarnar dos papeles antagónicos con escasos segundos de diferencia. Es tal su psicopatía intelectual que de seguro ni siquiera logra percibirla como tal y puede, gracias a ese placebo auto prescripto que le anestesia el cerebro llamado ideología de género, rasgarse las vestiduras con las paparruchadas de su supuesto derecho al aborto y clamar a gritos por su cumplimiento a rajatabla y, concomitantemente, narrar, -echando mano de la siempre redituable victimización sensiblera y sobreactuada-, como ultraja obscenamente el mismo inquebrantable sistema jurídico que antes decía defender (obviamente aquella defensa solo la hace cuando convalida sus postulados ideológicos; si no, no se hace drama).

La teoría sería más o menos así: caguémonos soberanamente en las leyes que no nos placen por un tiempo considerable y después, a caballo del sufrimiento indescriptible que nos impusieron los perversos que sancionaron nuestro comportamiento, presentémonos como minoría discriminada por los todopoderosos de siempre, para así convertir nuestros los delitos en gesta transgresora contra el opresivo sistema que convierte a las mujeres en fábricas de pendejos contra su voluntad. ¿Se puede ser más hijo de puta?

2 – Este progre rapaz puede meter sin vacilar a miles de personas en la trituradora abortista y al mismo tiempo, convulsionarse porque unos españoles jocosamente vestidos deciden matar un puto toro para entretenerse. Si, si, leyó bien, un PUTO TORO, ése mismo por el se que nos hace agua la boca cuando lo vemos cortado en partes en las góndolas del supermercado o cuando lo imaginamos sobre nuestra parrilla.

Es una máquina de inventar derechos como chorizos, basta con meter la tripa, mover la manivela y van saliendo. Y con idéntica estrategia hace aparecer de su sombrero un conejo llamado derecho al aborto y, acto seguido y formando parte de la misma farsa, les da derechos a los animales aunque estos últimos no tengan una pizca de humanidad (y menos aún personalidad). ¡Y todo por el mismo precio señoras y señores, no se pierdan este macabro espectáculo! En su rocambolesca concepción jurídica del mundo, los animales merecen más protección que los hombres ¡Pero por supuesto, quienes nos hemos creído los humanos para sentirnos superiores a otras especies!

3 – Sin embargo, si se lo evalúa a la luz de su desvío psicológico esto es totalmente comprensible. Su disociación de la realidad le da visos de razonabilidad a su inmoralidad, solo por la comprensión de esta patología emocional – social uno puede evitar sentir náuseas frente a la grotesca puesta en escena de sus prosélitos.

Solo así se puede tolerar su mamarracho panfletario, su doble estándar jurídico. En su esquizofrénico mundo de fantasía, el psico-progre no tiene empacho ni culpa en reconocerse públicamente como un criminal, como un vulgar asesino. Esto es para él un gesto de heroísmo, sin importar que se trate de un delito se suma gravedad. Un revolucionario de pacotilla que no siente remordimiento en contar como sacrifica a su antojo la vida de otros por su causa, ni siquiera cuando ese otro es su propio hijo por nacer.

Ni el más necio e inepto ladrón sería tan torpe como para reconocer su obscenidad criminal públicamente. Pero el abortista, en la quintaesencia de la perversión, carece incluso hasta de ese elemental reflejo de auto defensa que le impide al criminal inculparse y hacer propaganda de su comportamiento delictivo hasta que se demuestre lo contrario.

A este paso no resta mucho mas para que veamos a los homicidas en algún programa de televisión o en alguna entrevista berreta diciendo que la prisión perpetua no reduce el nivel de homicidios; al violador que la cárcel no evita las violaciones y así, hasta llegar al simple infractor de tránsito que argüirá que la multa no lo motiva a dejar de poner en peligro la vida de peatones indefensos.

Con lo cual, y siguiendo la lógica progre, a poco de lograr echar a rodar su infrahumano derecho intentará convencernos de que es mejor abolir el Código Penal y encauzar por la vía legal la brutalidad del asesino por que el homicidio es algo que está en la realidad, que sucede aunque la ley lo prohíba, y lo solucionará distribuyendo un cupo de interrupciones necesarias de la vida humana para cada ciudadano con lo cual se disminuiría el total de asesinatos y, para que no haya injusticia, se sorteará con un moderno y seguro sistema informático a quien le toca ser la oveja del sacrificio, todo esto en aras del bien común, claro está. Y he aquí otra de las desvergonzadas entelequias del abortista: deshacerse de vidas ajenas porque supuestamente se le hace un bien al conjunto de la sociedad; un criterio peligroso que podría traslaparse sin inconvenientes a muchos otros que nada aportan a la sociedad (aplicando la pena capital por ejemplo) o bien que  carecen de una capacidad de respuesta proporcional y que sin embargo, son actualmente considerados sujetos de derechos, como los ancianos o discapacitados.

4 – Tan espesa es la cortina de humo del fanatismo abortista, que solo alcanzan a ver lo que parece, ignorando lo que es. Ignorando que la unión de los gametos; “el zigoto, es la única entidad unicelular totipotencial, capaz, por ello, de desarrollarse hasta organismo completo, siguiendo la trayectoria vital que se generó. Una entidad que no puede confundirse con una célula común, que viviera en un medio que le permitiera crecer y originar un conjunto de células vivas. El zigoto es un cuerpo, no una simple célula”.

 “El individuo concreto, inseparable de su desarrollo, va adquiriendo el fenotipo que le corresponde en cada momento de la vida: actualiza la plenitud de su ser biológico en cada etapa concreta. Ninguno de esos estados de la vida posee diferente nivel de realidad ontológica. Es el mismo individuo el que existe en plenitud de vida embrionaria o fetal, joven o anciano”.

 “La inducción de tolerancia inmunológica en la madre hace de la gestación una simbiosis de dos vidas: el embrión no es una parte de la madre ni tampoco un injerto, que sería rechazado de forma natural por ser algo extraño que conlleva peligro”.

Pero estos argumentos científicos no le bastan; precisa ver un rostro con forma humana porque en  la estrechez cavernaria de sus moldes ideológicos solo el sentido de la vista le asiste en la comprensión de la realidad (y de manera bastante rudimentaria). “El drama moral comienza con la decisión de contemplar el rostro del otro; mientras no haya rostro que contemplar, el progre puede hacer como si el otro no existiese. ¿Por qué hoy en día se rechaza el infanticidio, mientras casi se ha perdido la sensibilidad ante el aborto? Quizá sólo porque en el aborto no se contempla el rostro de la criatura que jamás verá la luz”. Ojos que no ven, corazón que no siente; y como este progre anda demasiado ocupado cambiando el mundo no le vamos a pedir que elucide dramas morales, ¡pero por favor, qué impertinencia la nuestra! Así que cierra los ojos del corazón y mete al niño gestante en la trituradora de carne, antes de que adquiera un rostro humano.

Y, posteriormente, intentará lavar los albañales fétidos de su conciencia alegando las vidas de mujeres que supuestamente se salvarían, sin importarle o relativizando, en el colmo del oprobio y la sinrazón, el genocidio silencioso de miles de vidas inocentes; de las más inermes de todas.

5 – Tal como dije anteriormente, como solo cuenta con un sentido (pero en lugar de habérsele potenciado en ausencia de los demás se le ha disminuido al mínimo indispensable), nada sabe ni ha oído sobre la utilización que se hace del aborto en China e India, donde sirve como método de selección del sexo de la persona por nacer (discriminando a la mujeres, porque las familias solo desean hijos varones o, en el caso chino, obligando a quienes desean tener más de un hijo a abortar coercitivamente o bien, huir y ocultarse en el interior de su país o vender a su hijo si se niegan  a hacerlo), o sobre cómo se lo aplica como un método anticonceptivo más que dista mucho de ser la última opción, o sobre como se usa para deshacerse de nasciturus con un cromosoma de más. Para todas estas objeciones siempre tendrá alguna conspiración descabellada de su bien provisto stock de mentiras a la cual recurrir para taparlas prolijamente.

Dado que es un neandertal emocional, no tiene tiempo para cobijar con el amor que se necesita a aquellos a que por su síndrome solo saben brindarlo, así que los mete a la pulverizadora antes de verles el rostro para no tener que lidiar con recuerdos desagradables. O aún peor, para no tener que trabajar más que el resto y con más esmero y cuidado en la crianza y educación de niños con capacidades diferentes.

6 – Pero en medio de esta ciénaga ideológica y de confabulaciones inexistentes no logra entender que ha urdido una trampa mortal para sus propias huestes. Con su propio método de profilaxis social envilece sus principios fundamentales, aquellos que referían el cuidado y la protección de los más desvalidos; mina los endebles cimientos de su pagoda al transigir en la defensa del más elemental de los derechos humanos, de aquel que le permite ser y existir y que es el simiente irreemplazable de todos los demás: el derecho a vivir.

Sin embargo, a pesar de sus infames patrañas, de su intelectualidad invertebrada, de su ideología descarnada y egoísta; a pesar de todo y todos, hay quienes no claudicaran ante la repulsión moral que el abyecto crimen del aborto genera ni ante el sórdido mutismo de quienes aun careciendo de las mezquinas excusas del abortista, prefieren la solución eugenésica del consultorio o la farmacia.

Seguiremos incomodando, condenando su cinismo, nadando contra la corriente, porque en ese braceo tremendo sabemos que estamos vivos.

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