No hace falta ser estudiante de la universidad de Harvard para darse cuenta que el futbol tiene similitudes tanto buenas como malas con alguna religión modelo y si no me creen piensen en esto.
En ambas partes está el coro (hinchada que canta eufóricamente ), al que adoran (futbolista estrella que le dio más de una alegría como es el caso de Maradona, Pele, Cavenaghi, Palermo, Riquelme etc.), el odiado o el innombrable (ese hijo de pu… que falló el penal, el que se hizo expulsar en los primeros 10 minutos de una final, ese que provocó que un cielo de felicidad se transformara en un mar de lágrimas), también están los santos (genios del futbol tanto por su humildad como su “joga bonito” como Zidane, Ronaldinho, Messi, C.Ronaldo, Henry, Zlatan, etc.) y no hay que olvidarse de las vírgenes (botineras que de lo anterior no tienen nada).
Un domingo de misa se parece mucho a un domingo de cancha. Todo empieza desde temprano, personas de todas las edades se juntan temprano y se hace la gran previa antes del viaje al santuario (el estadio, cancha, potrero) donde se vivirá un día de fe (pasión).
Desde temprano se piden las limosnas y luego de un rato se ven a jóvenes trayendo vinos y hielo para compartir al montón, los primeros canticos se hacen escuchar dejando en claro que las gargantas ya empezaron a precalentar para que a futuro suenen como rugidos de leones.
El tiempo fluye y la tan esperada movilidad llega, “el colectivo va llegando”. Los primeros que los ven corren hacia él para elegir el mejor lugar del coche, esa ventanilla o puerta trasera que sería el “palco vip” del viaje. Mientras estos suben y le regalan cigarrillos y alfajores al chofer, este suplica que no rompan nada.
También existe otra situación que es cuando el transporte no llega ¡pero ojo! “que cuando el colectivo no va a la barra, la barra va al colectivo”, y hablo de ese grupo que va a la parada del micro. Los choferes con más experiencia al distinguir en la distancia a este grupo de “inocentes” anticipa la jugada de lo que vendrá por lo que elegirá acelerar a fondo para no llevarlos y no frenaran aunque el mismo Papa Francisco dé la voz de alto. Pero no pasa con todos, siempre hay un chofer que para y siempre suben todos sin pagar al cantico de “el que sube último paga”, y si, muchas personas les paso que tuvo que compartir un viaje con estos muchachos y la ley de la naturaleza indica que no hay ganado tranquilo con lobos feroces. Así es el viaje, como devoto que pide llegar a tiempo, el hincha pide llegar sin que la policía los detenga.
Al llegar al santuario se escucha como el coro practica una vez más antes del gran acto teatral, las primeras trompetas suenan, retumban los bombos con sus dorados platillos al compás de una murga y la gente se prepara para vivir un domingo a toda pasión.
Falta poco para entrar y ya hay bastante gente alentando una vez más previo al ingreso al estadio, un pogo se arma acá y allá y nunca falta aquel que se mete en el medio con una caja de vino (agua bendita), este que no tiene control moja a todos como bomberos a la gente cuando hace demasiada calor, pero la travesía de esos 100 metros para el ingreso recién comienza… recién comienza.
No hay nada más estresante que ese sendero, necesitas entrenamientos de los boinas verdes para estar tranquilo. La primera parte empezamos con la taquilla donde compramos la entrada y esperas a no encontrarte al laucha, ese que está al lado de la ventanilla fichando para ver si te dan vuelto y si es así, este pide que lo ayudes para la entrada (vos como buen hincha le regalas unos pesitos) pero resulta que el muchachito su cruza contento a la otra calle para comprarse otra cajita de agua bendita. A todo esto ya estas nervioso del enojo y aun te das cuenta que te falta hacer fila para entrar.
Segundo a segundo momentos de tensión se vive, estas en el medio de la fila y los de atrás revolean botellas, empujan y vos a metros de la policía montada, otra botella que revolea con destino a los uniformados y estos agotados de la paciencia ya sacan sus armas de pintura, itacas con balas de gomas y mientras los revoltosos (muy machitos) están atrás, ¡vos estás en primera fila a punto de ver un espectáculo no 3D sino 4D! (vas a sentir muy bien ese gas pimienta en tus ojos), nunca viste una peli con tanto sentimientos encontrados. Ahora vos estás adelante evitando que los caballos no te coman una oreja al estilo de Tyson. Luego de varios minutos se abren esas 2 criaturas expertas en correr, pasas y dejas ese pequeño control atrás y te alivias como soldado que por fin traspaso las filas enemigas.
Llega el momento de la requisa y si tenes cara de que le diste al alcohol desde que tenías 8 años te van a revisar todo, te van a meter un detector de metal en el orto si es posible, ¡si a vos que nunca hiciste nada! y lo peor es que ves como la barra (y al que te pidió una moneda para la entrada) pasa por un costado sin ser requisados, sin pagar y vos ya tenes cara de orto, aunque quieras no podes poner otra cara.
El tiempo fluye y luego de que te metieran un hisopo en la oreja y se constatara de que no llevas nada raro, haces esos últimos pasos para llegar a tu catedral, tu segundo hogar en este mundo.
Entras y todo mundo quiere estar presente así que todos colocan su bandera de barrio, su insignia de origen. Kilos y kilos de papelitos vuelan por los aires, humos de todos los colores indican la llegada de los discípulos, esos que comandaran el gran acto ancestral llamado futbol. El ritual empieza con el pitido del árbitro y rezas como un devoto para que tu equipo no pierda ya sea para no perder la punta, no entrar en promoción o descenso directo.
Pasan los primeros 45 minutos y se siente ese aroma de chef francés y el estómago que pide a gritos comida y vos como carnívoro total te vas a pedir un choripán, únicos en el planeta (los choris de la Cámpora ni le llegan a los talones a estos). Bien calientes te los dan los hdp y tus únicos cubiertos son tus manos. Comes el panchori desde todos los ángulos tratando de no se te caiga el condimento al piso y evitando encontrarte al chula (que te pide ¾ del morfi y si se lo negás te lo escupe).
Empieza el segundo acto de la ceremonia, el ¡uhhh! se hace sentir cuando el esférico amaga con besar a la red, todos los pecados se escuchan en un solo instante cuando el árbitro cobra algo en contra nuestro equipo. El coro que no para de cantar, las trompetas suenan como si estuviera un rey de la época medieval presente y bombos que hacen que la tierra tiemble a su compás.
Pero después de tanta agonía llega el tanto que indica la victoria parcial, lo que todos venían a buscar lo encontraron, un gol, ese gol que lo gritan todos, que retumba de lado a lado en el estadio, que suena tan fuerte que quedaría sorprendido hasta el mismo Leónidas y su 300 guerreros, es místico ese grito, ahí se descarga toda tu semana de mierda, en ese instante sentís el paraíso a tus pies. Muchos lloran, ríen, se burlan del rival contrario, se lo dedican a su vecino y a toda su familia porque siempre que te ve te dice “a que vas si nunca ganan”.
Los minutos pasan y rezas para que no te empaten, le rezas a todo el mundo, hasta a Zeus y Apolo.
Luego de sufrir que no te empaten el partido estallas de emoción cuando el juez indica el final de la misa y vos alegre como niño con juguete nuevo te abrazas con todo el mundo, todos son amigos y hermanos (y es la única vez que tenes más amigos que en Facebook).
Salís afuera nuevamente y con batería baja emprendes el viaje de regreso. Lo más seguro que muchos recargaran batería comiendo otro panchori, tomando una coca o una cerveza, llegas al barrio a los canticos y los vecinos ya no tienen que ver el noticiero para saber que tu equipo ganó. Ahora vos estas con tus amigos y ya no te importa nada, empiezas a planificar como van a celebrar el triunfo a la noche. Ahora sé por qué el lunes es tan odiado.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Todo muy bonito, pero la religión mató a personas y en el futbol esta similitud no es una excepción, es más varias veces el futbol se parece a una secta y hablo de cuando hay heridos, muertes etc.
Si bien los europeos nos envidian cosas en el futbol, nosotros también deberíamos envidiarles cosas a ellos, no se matan por los colores de una camiseta porque saben que por más que este deporte sea una pasión, un equipo de futbol no deja de ser una identidad, club o hasta empresa como quieran llamarlos ustedes. Esto no justifica la agresión, no se puede creer que todavía existan lugares que te matan porque lleves tus colores.
Muchachos aflojemos porque si hay algo que nos une a todos es que todos somos argentinos.
“Recuerden que mientras unos matan y mueren por equipos, otros se ríen y cuentan billetes”
Escrito por Señor Espectador para la sección:
jaja antes te pedian una monedita,quedaba en uno cuanto darles,ahora los hdps ya te piden un ingreso fijo,no tiene dos pesosss!!jaja..y si la pasion y el sentimiento solo lo tiene el hincha nada mas.