/Homicidio en la calle España | Parte 2

Homicidio en la calle España | Parte 2

Las horas eran por demás interminables. El frio de la madrugaba azotaba como una ola que rompe en las rocas de una playa desierta. Joaquín no recordaba haber sufrido una tan fría en toda su vida.

Carlos estaba sedado en una habitación del hospital, mientras que su hija en la morgue era revisada por un experto forense. Luego de unas cuatro horas de trabajo, la autopsia fue concluida. El fiscal esperaba en la entrada de la sala, caminando de un extremo a otro. Había dejado de fumar hace ya varios años, pero la ansiedad en este caso lo llevo a retomar el vicio nuevamente. Consumió veinte cigarrillos desde el trayecto del hospital hasta ese momento.

Todo le daba vueltas, no podía comprender como un ser tan hermoso, tan lleno de luz, viera el final de su vida tan rápido bajo las garras de un asesino asqueroso. Para él ese momento solo merecía ser torturado y sufrir. Pensaba en su familia, en su amigo, en ella, en todo y la vez en nada, estaba desorientado, era como estar a la deriva en el desierto por la noche, sin estrellas que guíen su camino.

El médico forense abrió la gran puerta de vidrio espejado, salió del interior, el olor a formol y químicos para embalsar envolvió la cavidad nasal de Joaquín y este pensó: “fue un mal día para volver a fumar”. La mezcla de olores sumado al cigarrillo le contrajo el estómago y el almuerzo, o lo que quedaba de él, le subió por el esófago liberando un golpe de acidez que lo hizo compadecer.

—¿Es usted el padre de la joven? — preguntó el forense, un hombre pequeño y delgado de tez oscura e impecable presencia.

—No, soy el fiscal que tomó el caso, estoy bajo la orden del juez Daniel Santibáñez.

—Es un suicidio señor, no creo que se abra una causa por esto.

—Es un homicidio, yo estuve en la escena del crimen, estoy seguro de lo que vi. Fue un asesinato.

El forense suspiro, Joaquín creyó ver cansancio en su mirada, aparentemente había tenido un día muy largo y no quería soportar a un fanfarrón que le enseñara a hacer su trabajo.

—Bueno señor…

—Joaquín Galarte.

—Mucho gusto, me llamo Ezequiel Álvarez. Desde mi experiencia esto es un suicidio, pero al ser una celebridad y al trabajar como fiscal de estado no me puedo negar a que usted haga su procedimiento.

—¿Celebridad? — preguntó Joaquín sin entender.

—Sí, usted resolvió el caso del vicegobernador, ¿no?

—Sí, fui yo— respondió sonriendo de compromiso.

—Tal vez no sea una celebridad muy reconocida, pero todavía quedan personas que miran el noticiero a diario.

Joaquín sonrió y el forense le devolvió el gesto.

—¿Quiere ver el cadáver?

—Si, a eso vine.

—Sígame entonces.

Joaquín siguió a Ezequiel por un pasillo de un color blanco intenso, las luces led revotaban en las baldosas y encandilaban la vista del fiscal. Los ojos se le cerraban, el lugar estaba inmaculadamente limpio. Al final del pasillo toparon en una pared enorme, llena de archiveros. Joaquín imaginó a los cadáveres en el interior y se estremeció. Un frio inmenso recorrió su cuerpo. Cruzaron los archiveros y del otro lado había una camilla de acero inoxidable con un cuerpo tapado por una sabana.

—¿Esta ahí?

El forense asintió y se dirigió a la camilla con Joaquín siguiéndolo de cerca. Se colocaron de cada lado de la camilla, Ezequiel encendió los seis focos que se ubicaban sobre el cadáver.

Quitó la sabana lentamente, recorriendo cada centímetro de la piel sin vida de la hija de Carlos. El cuerpo yacía blanco, sin vida, sin alma.

Joaquín casi pierde la conciencia al ver a Johana desnuda sobre la camilla. Sintió rabia y un dolor inmensurable por la pérdida de tan joven y hermosa mujer.

—Toda la vida por delante— murmuró.

—¿Cómo?— pregunto el forense.

—Nada, no me haga caso.

—Bueno señor, como puede ver, la muerte demuestra lesiones claras por el ahorcamiento completo simétrico. Eso lo puedo decir por la rotura de sus cuerdas vocales y la marcas en su cuello. Además de que la C2 y C3 están completamente fracturadas, las terminaciones nerviosas se encuentran completamente afectas, sin posibilidad de volverlas a reconectar. Murió de un salto en potente y estoy seguro que estaba suspendida a más de medio metro.

El resto del cuerpo se encuentra en perfectas condiciones obviando el hecho de que se orino y se defeco encima antes de morir, no presenta lecciones de otro tipo en otra parte del cuerpo. Solo lecciones menores, comunes en el cuerpo de una persona en el día a día.

La vagina se encontraba dilatada, es decir que tuvo sexo un par de horas antes de morir y sé que esto a usted no le concierne, pero la chica estaba embaraza de dos meses.

—¿Embarazada?

—Sí, no quiero decirle como hacer su trabajo, pero sospecho que ella quedo embarazada y que el padre del bebe no quiso reconocerlo. Eso explicaría el encuentro sexual y la posible causa de suicidio.

—No, usted se equivoca, ella nunca se suicidaría.

—¿La conocía?— pregunto el forense, entendiendo por completo la situación.

—Era la hija de mi amigo.

—Ahora entiendo, mire Galarte, no tendría que haberlo dejado entrar, ni mucho menos mostrarle el cadáver.

—Me van a asignar el caso, no hay problema.

—Mas allá de eso, usted está involucrado sentimentalmente, no va a pensar con claridad, le voy a pedir que se marche— el forense cubrió el cuerpo hasta la cintura, cuando Joaquín lo detuvo y le preguntó.

—¿Qué es eso?— señalando una marca que Johana tenía en el cuello, al costado de donde el bisturí había lacerado la piel.

—Es el nudo del lazo, ahí fue el lugar donde el nudo hizo presión. Todo está detallado en las fotos y en él informe forense. Antes de irme le voy a dar una copia. Siga mi consejo Galarte, no tome este caso, fue un suicidio.

—No le fue— dijo Joaquín mirándolo con ira.

Ezequiel sintió un poco de pena, se dirigió a su escritorio, sacó una copia del informe forense y se lo entrego al fiscal en la mano. Este giró en redondo y se disponía a volver, cuando el forense lo llamó.

—Joaquín, lo siento mucho— dijo avergonzado.

—Yo también, lo siento mucho, por ella— respondió y se marchó.

Continuará…