/La encrucijada

La encrucijada

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La historia de Horacio y Eva no es una saga, ni una novela, ni debería estar capitulada, sino que las mismas van surgiendo al azar, básicamente según lo inspirado que esté. Pero, es verdad que sigue cierta correlatividad. De todas formas, pretendo que disfruten el camino, no el final. O sea, la historia en si es incierta, seguramente triste, lo interesante debe ser lo que va sucediendo. Además pueden ir apareciendo “anexos”, que no hacen a la historia de Horacio y Eva, pero pueden ir sumando detalles y personajes. Entonces, si no han leído nada antes, les paso la correlatividad de las mismas:

Capítulo 1 – La sucursal mendocina de los Hombres Sensibles de Flores
Anexo 1 – La secta de los Seductores Implacables
Anexo 2 – Consejos trasnochados para un abandonado
Capítulo 2 – Hasta que choque China con África
Capítulo 3 – El hilo rojo
Anexo 3 – Los onanistas impúdicos
Capítulo 4 – Limerencia
Capítulo 5 – Inefable
Capítulo 6 – Desencuentros
Capítulo 7 – Espejos

Capítulo 8 – La encrucijada

El ring del teléfono rasgó el ruido del silencio de departamento en la Carrer de la Riereta, distrito de Ciutat Vella. Eva estaba sumida en esos silencios obligatorios que surgen en horas de estudio. Acosada por un incesante recordatorio automático de una extensa agenda con currículums enviados y fechas de cursos de psicoanálisis en España. Además de la imagen imborrable del vendedor de sellos de la galería Ruffo, que la acompañaba en sus pensamientos de una manera tan natural como respirar. Distraída, pasaban los minutos con una lapicera en la boca y la vista perdida en una pared blanca… fría y despojada de recuerdos, ni rasguños, ni manchas, ni nada que la asemeje a un hogar.

Se sentía en una cárcel. Su situación personal era asfixiante. Esteban tenía un excelente trabajo, la construcción de un gran centro comercial en Les Corts, no muy lejos de casa. Como jefe de obra estaba desde temprano hasta altas horas de la tarde en sus asuntos. Eva se sentía ahogada entre los recuerdos y la dificultad de conseguir un trabajo relacionado a sus estudios. Pasaba muchas tardes en soledad, pensando, imaginando, padeciendo la distancia. La vida de la gente estaba mal organizada, mal configurada… que equivocados estábamos.

Volvió en si… se apresuró a ir a la cocina y atender el teléfono que ardía.

– ¿Hola?

– Si, buenos días, necesitaría hablar con la señora Eva Cepeda – preguntó una voz extraña, sonaba de mujer, pero grave y carrasposa.

– Si, ella habla…

– Buenos días Eva, le hablo de la Société psychanalytique de París, la SPP – comentó con un perfecto francés la voz ronca.

– Si, diga… – respondió Eva en una mezcla de ansiedad y duda. La Sociedad Psicoanalítica de París era la más antigua asociación psicoanalítica de Francia, un sitio donde se formaban los mejores psicoanalistas del mundo.

– Mi nombre es Elizabeth, nos comunicamos con usted para informarle que hemos decidido evaluarla para adherente de la SPP – comentó la señora.

Eva tardó unos segundos en responder – No se que decirle… claro que si. Pero no recuerdo haberme inscripto – dijo con la voz entrecortada y sumida en los nervios.

– Claro que no señorita Cepeda, pero usted está registrada en la Asociación Psicoanalítica Internacional y por sus calificaciones puede formarse como adherente en la SPP – expresó la francesa sin titubeos.

Entonces reaccionó – ¡Si!… ¡que emoción! si… ¿que debo hacer? – preguntó.

– Le informo brevemente. Una comisión se encargará de validar su currículo en forma personal, durante el transcurso de una semana en París – dijo Elizabeth.

– París… si – Eva no lo podía creer, le temblaba todo.

– Esta todo a cargo de la SPP, en estos días le va a llegar a su domicilio el detalle de todo lo que le estoy comentando para que lo traiga firmado y certificado con usted. Preciso saber si está interesada para continuar con la acreditación…

– Si, ¡si! Claro que si – dijo efusiva Eva, que ya soñaba despierta.

– Bien. El viernes 17, a medio día en punto va a pasar por su domicilio un taxi de la empresa Auca. Irá en dirección a El Prat donde partirá a las 13:15 su vuelo a París. Personal de la SPP la estará esperando en el aeropuerto Charles de Gaulle. Se hospedará en el Hotel des Grands Hommes frente a la Place du Panthéon, muy cerca de la rue Saint-Jacques, donde está la SPP – comentó con formalidad extrema Elizabeth – ahí la comisión trabajará con usted y será evaluada durante el transcurso de una semana.

– Excelente – se quedó sin palabras Eva – ya mismo comienzo a armar los bolsos – bromeó.

– Bien señorita Cepeda, antes del viernes le llegará el contrato con el detalle de todo lo que le estoy comentando, las tarjetas de alojamiento y los pasajes. Lleve solamente lo indispensable, lamentablemente no tendrá mucho tiempo de esparcimiento – sentenció seria la voz.

– No hay problemas, llevaré lo necesario, muchas gracias – respondió Eva. Por fin iba a poder tener la mente en otra cosa, al menos una semana.

No lo podía creer, París, la SPP… eran demasiado. La noticia le perfumó los días, le llenó de colores vivos la rutina agobiante, andaba loca por su departamento organizando la valija, leyendo apuntes, repasando materias, recordando las veces que había soñado conocer París… y Horacio. Inevitablemente aparecía Horacio. París… Horacio. Imaginaba lo que sería estar con él ahí, caminando sin hablar, simplemente suspirando y deleitándose con la vista. Absorbiendo todo, absorbiéndolo a él… corazón loco y rebuscado que la había dejado tendida y enredada en un hilo rojo. Maldito Horacio… infierno Horacio. Ansiedad Horacio, nervios Horacio… no había pasado un día sin pensar en él. Estaba enamorada sin siquiera conocerlo. Definitivamente era amor. Sentir de más era su problema, no pensar… lo sentía tan cercano.

Pero su vida seguía, como debía de seguir la de él, y celebró con vino las buenas nuevas.

***

Llegó el viernes 17, 11:50 bajaba sola de su departamento para esperar el taxi con una valija de mano. A medio día en punto apareció el Seat de la empresa Auca. Se detuvo unos metros delante de ella. Los seguros del vehículo se abrieron y Eva entró.

El conductor estaba acomodando el aire acondicionado y el volumen del stereo.

– Buenos días – dijo Eva mientras revisaba la documentación enviada por la SPP.

– Celle-ci est la fuite qu’on se devait, tu as le choix de descendre de la voiture et de rester pour toujours ou de m’accompagner en cette folie – dijo el chofer en francés sin mirar atrás, como impostando una voz… ronca, que inmediatamente asoció con Elizabeth… pero el conductor era un hombre.

– Disculpe… no hablo francés – respondió extrañada Eva.

Entonces el conductor se dio vuelta para mirarla… eran esos ojos tristes y encendidos. Horacio… su Horacio.

– Ésta es la huida que nos debíamos, vos podes elegir bajarte del auto y quedarte para siempre o acompañarme en esta locura – tradujo el vendedor de sellos de la galería Ruffo.

Eva dio tal grito, combinación de susto con emoción, que tuvo que contenerlo con ambas manos. El corazón se le desbordó del pecho, los ojos se le nublaron de agua dulce, un nudo de lana naranja y suave le cercó el cuello, no terminaba de procesar el acto… miró hacia afuera, volvió a mirar a Horacio que sostenía su mirada llena de lágrimas frente a ella… estaba en una encrucijada, era ahora o nunca…