/La estructura de una duda I

La estructura de una duda I

In memoriam C.

Al final no sabíamos muy bien de quién se trataba, creo que era un uruguayo amigo de Sofía. El tema es que estábamos ahí y él también estaba ahí sentado en frente nuestro con todas esas cosas puestas encima. Tenía el pelo largo y era bastante lindo. No diría que me gustara, pero alguna vez lo imaginé desnudo y sentí calor. Che, me estás escuchando, me dijo Sofía, y yo ¿Qué? No, no te estoy escuchando. Eso de que vayamos a la playa cuando haga un poquito de calor. Bueno no sé Sofi, tengo que terminar unos planos. Vimos algunos dibujos que había en la pared y el uruguayo seguía ahí. A veces me siento muy gordo, pensé, y con granos feos, pensé. Y también pensé que los demás lo pensaban. No seas tonto, dijo Sofía.

Esa noche fue extraña, preferiría no recordarla. Al otro día me levanté muy tarde, había costado bastante dormir, pensaba todavía en Sofia, en sus actitudes y en el uruguayo ese. Me levantaba siempre tratando de convencerme de que la vida estaba bastante relajada, tenía un buen trabajo y medianamente hacía lo que me gustaba, dibujar y diseñar. Desayuné un café con leche, me puse una remera arrugada y salí. Llovía. Me mojé. Al llegar al estudio María me dijo que tenía muy mala pinta.

El estudio era un lugar pequeño, bien iluminado, con muchas sillas alrededor de una mesa larga. Todos siempre se sentaban muy juntos trabajando en equipo. El director se llama Severo, y bien ganado que tiene ese nombre. A veces, me gusta imaginarlo como a un emperador romano, uno de los buenos. Una jornada muy normal, trabajábamos en un proyecto grande, una especie de comunidad cooperativa en donde cada habitante contribuye para generar ayuda colectiva “si ayudás a los demás te ayudás a vos mismo” era el slogan, a mí me parecía horrible y cliché, pero el proyecto estaba bueno.

Llegué a casa y prendí el televisor, cosa que rara vez hago, estaba el noticiero. No tengo gran espacio, mi departamento es más bien pequeño, bien pequeño. Me lavé la cara, me senté en la mesa y leí algunas anotaciones en mi cuaderno: llamar Sofia, el yorugua que vi, mi papá llamar y preguntar sobre construcción en seco, mi exnovia no es más mi amiga, y con eso me bastó.

Un hombre había ayudado a un bebé que estaba a punto de suicidarse, mierda, cómo hace un bebé para darse cuenta tan rápido que la vida no tiene sentido. Un carpintero hizo una réplica exacta de la torre Eiffel en su patio, meh. Un extranjero desaparecido, se cree que su nacionalidad es uruguaya, familia y amigos lo buscan desesperados. Llamé a Sofía.

Suena el teléfono. Nadie atiende. Teléfonos que suenan en habitaciones vacías. Llamé de nuevo.

– ¿Hola?

– Sofía, soy Joan ¿cómo estás?

– No sé Joan, no sé muy bien como estoy, pero supongo que a todos nos pasa eso.

– ¿Te enteraste de lo de tu amigo?

– ¿De qué?

– ¿Del uruguayo desaparecido?

– ¿Quién?

– Ese raro de la exposición de anoche.

– Ah, no. No sé quien es ¿te dije que era mi amigo?

– Si Sofía….

– Bueno, te mentí, a veces me invento cosas, vos sabes cómo soy y más cuando fumamos.

– Está bien, parece que desapareció el pibe.

– Uh que cagada, che, tengo que cortar – dijo Sofía apurada

– Ok besos.

– Chau, Joan.

Continuará mañana…