/La maldición del bosque | Parte 6

La maldición del bosque | Parte 6

Leer Parte 1
Leer Parte 2

Leer Parte 3
Leer Parte 4
Leer Parte 5

Lejos de achicarse y desviar la mirada, que es lo mas normal que un niño de su edad haría, miró fijamente a Montana, por primera vez en su vida el oficial sintió algo de miedo y pánico.

La mirada de cinismo de Jeremías perturbaría a cualquier persona, hasta el mas valiente. Sonrió macabramente y Montana retrocedió hasta sentarse de nuevo en su silla.

– ¿Dónde estuviste el sábado en la madrugada? – repitió con mas calma.

– ¿Usted es medio pelotudo o su papa lo tocaba cuando era chiquito?

La suspicacia Jeremías era temible, Gabriel se volteó a verlo, sin saber como reaccionar, no sabia si golpearlo por lo que dijo o llevárselo a su casa para que se terminara ese maldito interrogatorio. Montana por su parte se heló literalmente, el frío recorrió su cuerpo, nunca nadie, menos un adolescente lo trato así, Videla se enfureció y quiso machacarlo contra el escritorio.

– ¡Escúchame pendejo de mierda! – vociferó Videla.

– Que poco profesional de su pare Videla – todos se dieron cuenta que no se trataba de un simple niño, tanto Videla como Montana, creyeron que se trataba de un sociópata.

Videla se enfureció tanto que perdió la conexión entre su cerebro y se garganta. Ya no podía articular sus palabras, era un tartamudeo inentendible.

– Solo digo que si son estúpidos. No se adonde quieren llegar con esto. Ya les dije tres o cuatro veces, no se si saben contar. Estuve jugando con mis amigos, adonde se fue Diego, realmente me chupa un huevo, nunca fui amigo de él, solo lo soportaba por Pablo. Creo que uno es inocente hasta que se muestre lo contrario, así que dejen de presionarme, consigan pruebas algo sólido, si no esta conversación que tuvimos se va a hacer publica – Jeremías saco su celular de abajo del escritorio demostrando que estaba en grabación, los policías comprendieron que desde un principio el fingió estar nervioso y los llevo adonde él quería para que no lo presionaran mas – creo que los noticieros mediatizarían mucho esta situación, imagínense los ratings: “Dos policías adultos extorsionando a un adolescente para que confiese un crimen.”

– Es mentira – farfulló Montana, en ese momento sintiendo como su rostro se ruborizaba pero estaba tan helado como un témpano.

– ¿Mentira? – dijo Jeremías sonriendo con la misma burla que lo hizo Montana cuando entró y reprodujo la primer parte de la grabación – Bueno si no tienen mas preguntas me voy al velorio de mi mejor amigo y ya saben la próxima vez tengan cuidado porque puede que un pibe, con cara de boludo como yo los cague, como pasó ahora – Desvió la mirada a Gabriel que estaba con la boca abierta – Vamos papa.

Gabriel estaba perdido, en otra dimensión, no entendía como su hijo, su adorado bebe, que él tanto amó se convirtió en esa bestia fría y calculadora. Él sabia muy bien que su hijo tenia algo que ver, pero no podía hacer nada, todos los seres humanos son así, son miserables miedosos e inútiles.

Jeremias se levantó de la silla, tomando a su papa del hombro, Gabriel se levantó como si tuviese mil kilos en la espalda, no sabia si irse o no. Solo mirabas a los oficiales clamando ayuda e irónicamente ellos le devolvían el gesto.

– Papa vamos, creo que los oficiales ya no tiene nada que decir – Gabriel los miró por ultima vez con desesperación y se fue con su hijo. De camino a casa Jeremías le pidió a su papa que lo dejara en el velorio de Pablo, ya no se veía firme y seguro como en interrogatorio, mas bien triste y asustado, Gabriel se sintió aliviado y decidió dejarlo ahí, después de todo no tenia corazón para negarle despedirse de su mejor amigo. Lo dejó en funeral ya entrada la noche, el velorio fue celebrado en una pequeña capilla fúnebre a la salida del pueblo.

– Te paso a buscar a la hora de cenar y mañana volvemos.

– Si papa muchas gracias y perdón por todo.

– No importa hijo, seguro que todo se va a esclarecer y no va a pasar nada – Gabriel sabia muy bien que algo pasaba con Jeremías y no se equivocaba, esa noche el tendría una visita en su sueños.

Jeremías entró al recinto, mas allá de que era un velorio, había una sensación de paz en el lugar, los padres de Pablo se fueron esa noche ya no soportaban el ver su hijo adentro del cajón. La mayoría de las personas eran amigos y compañeros de escuela.

Al ingresar al recinto todos se quedaron callados, los rumores ya habían empezado a circular, ya saben como es el dicho, pueblo chico, infierno grande, y no saben lo enorme que es infierno. Sin ir muy lejos, algún día lo sabrán, todos los putos humanos esta condenados. Todos. No satisfacen a su señor como tiene que ser.

Una tormenta se desató en ese momento, muchos estaban esperando la tan afamada tormenta de Santa Rosa, el cielo nocturno se oscureció mas y los oficiales Videla y Montana se dispusieron para volver a sus respectivas casas.

Adentro del recinto Jeremías avanzaba al ataúd donde estaba su amigo, sosteniendo las lágrimas lo mas que podía. La gente se apartaba a su paso como cuando Moisés apartó el agua cruzando el mar rojo. La gente hablaba por lo bajo, sin embargo él captó todo lo que decían, parecía que su oreja se había adaptado a todos lo sonidos.

El viento bramaba con una furia huracanada, nunca el toda la historia Mendocina se levantó un viento tan fuerte y feroz, y el epicentro del mismo se ubicaba en Tiburcio Benegas, los policías salían lentamente, con las antinieblas encendidas, el polvo era tan denso que no dejaba ver a mas de tres metros.

En ese momento Gabriel llegaba a su casa y discutía con su esposa por haber dejado solo a Jeremías en el velorio con la tormenta, el alegaba que la tormenta comenzó después que lo dejó y que él se encontraba bien, con tormenta o sin tormenta lo iría a buscar.

Los rayos golpeaban al pueblo, trasformando en día en noche en intervalos de tiempo cada vez mas cortos, las personas en el velorio se estremecían al ver pasar a Jeremías, todos pensaron súbitamente que él trajo la tormenta consigo.

Al llegar al lado de su amigo, lo observó un segundo, una lágrima cayó de su rostro – ¿Por qué no me llamaste? – le preguntó al inerte cuerpo de su amigo.

En ese instante un rayo golpeó la rama de un sauce que se desprendió y cayó sobre el móvil policial en que iban Montana y Videla, partiéndolo al medio.

La vista de Jeremías se elevó y vio que Florencia, Belén y Melisa lo observaban. Él las miro con un odio infinito… el infierno estaba por comenzar.

Continuará.