/La tormenta | Parte 3

La tormenta | Parte 3

 

 

Lo arrastraban por el suelo tirándolo de las piernas, su cabeza golpeaba con la superficie porosa del terreno. Entre golpe y golpe se despertaba y escuchaba a medias lo que decían los seres que lo llevaban adentro del circulo.

– Es extraño – dijo uno-, no se siente como los otros- la voz del ser era grave y profunda, parecía una voz que salida de un parlante, la cual retumbaba en el interior del cuerpo de Javier.

– ¿Por qué?- respondió el segundo, cuya voz era mas aguda, pero por lo que veía Javier en esa inmensa oscuridad era mas grande y tenia mas fuerza que el primero.

– Esta caliente, acaso no lo sientes.

– Si, ya me ah pasado. Debió morir hace poco tiempo.

“Morir”, pensó Javier, “estoy muerto, pero ¿Cómo? ¿En que momento?”, se sentía anestesiado, como en un mundo surrealista, no entendía bien del todo el problema en el que se encontraba, ni la magnitud de su situación. La casa, la tormenta, el abismo, todo era muy extraño.

Se despertó en el un ultimo momento – dejémoslo acá – dijo el primero y se marcharon. Luego de unos minutos comenzó a recobrar su conciencia de a poco, se sentía muy pesado, mas que nunca, a penas pudo reincorporarse. Su vista se ajusto a la oscuridad del gran circulo donde se encontraba, todo era de aun tono verdoso y purpura. Veía bien de cerca, pero cuando quería divisar algo a mas de 50 metros era imposible. Caminó sintiéndose muy pesado. Con cada paso que daba escuchaba personas sufriendo, una pesada capa de niebla estaba en sus tobillos, no podía divisar bien donde pisaba. Algunas salientes en el terreno lo hacían trastabillar. Los gritos de sufrimiento eran cada vez mas fuertes y claros. Javier no sabía si huir o seguir, quería pensar que no eran gritos de seres humanos, pero era imposible pensar que fueran otras cosa.

Por mas que caminaba, siempre veía el borde del circulo en el mismo lugar, como un horizonte inalcanzable. Entonces un sonido, como un susurro, empezó a acercarse hacia él, la acústica del lugar lo confundía, el circulo trabajaba como un gran reflector de ondas acústicas, era imposible predecir de donde venia el zumbido. Intentando descifrarlo, giro sobre si mismo buscando el zumbido.

Una mosca de color verde brillante, enorme, de mas de cinco centímetros se posó en su hombro, la sintió pesada, como si se tratase de un kilo de plomo. La quitó lo mas rápido que pudo, la sensación de asco casi lo hace vomitar. Luego de una mosca vio otra y otra. Se formó un enjambre enorme que cubrió la poca luz que había en el circulo, se encegueció por el pánico y el asco, volvió a girar y corrió lo mas rápido que pudo. Su cuerpo era cada vez mas pesado, sin embargo apenas agarró envión logró sostener un ritmo similar al de trotar. Las moscas se le pegaban al cuerpo, con cada mosca se volvía mas pesado y su velocidad disminuía hasta que tropezó con una saliente y calló de boca. El enjambre pasó por encima de su cuerpo, el impacto de las moscas en el cuerpo de Javier era como perdigones de goma. Cada golpe le causaba un herida pequeña que no tardaría en infectarse, además de un dolor casi insoportable en primer momento. Una vez que el enjambre pasó, se dio vuelta, se encontraba sucio con una sustancia rojiza muy espesa, extrañamente sintió gusto a sangre en su boca. Se levantó dolorido y se volvió para ver la saliente que lo hizo caer.

Esa pequeña gota de curiosidad lo dejó gélido. Al ver la saliente se dio cuenta que era un pie humano que estaba estirado hacia arriba. Retrocedió un poco intentando no perder el equilibrio.

Entonces una tormenta similar a la que condujo a su auto al garaje azotó al circulo, las gotas de agua al igual que las moscas eran pesadas, cada gota parecía un baldazo de agua. La niebla se fue disipando, cada gota eliminaba una gran porción de niebla, los ojos de Javier se dilataron, su boca quedo abierta y su cuerpo comenzó a temblar, como si estuviera sufriendo una hipotermia severa.

Las salientes del terreno eran personas que estaban aplastadas bajo su propio peso, llenos de moscas muertas pegadas al cuerpo que sufrían una agonía eterna. Vio personas de todas las razas y hasta de distintos tiempo. Sus ropas eran muy diferentes, al igual que la forma de hablar. Aunque no entendía mucho de los idiomas, no era muy difícil darse cuenta lo que decían. Pedían piedad.

El corazón de Javier iba a explotar, masas gelatinosas de sangre, pus, cuerpos humanos y moscas cubrían el suelo formando un mosaico aterrador. Vomitó otra vez, se sentía muy débil, estaba a punto de desmayarse. El agua lo seguía golpeando y caminaba con dificultad, muchas de las personas destrozadas en el suelo lo tomaban del tobillo intentando retenerlo, pero él seguía sin importar quien le pidiera ayuda. Por primera vez en su vida sintió empatía por esas pobres almas, pero sabia muy bien que no podía hacer nada por ellas. No comprendía como podía existir un lugar tan enorme lleno de tantas abominaciones y como tantas personas pudieron llegar parar ahí.

Mientas se alejaba se sentía liviano, era como si ese lugar tuviese mas gravedad, era un concepto que se le hacia ilógico, pero no encontraba otra explicación. La lluvia se hacia cada vez mas normal, sin embargo el frío aumentaba exponencialmente, era como estar en el medio de la Antártida, se acercaba cada vez mas al horizonte del circulo. Su cuerpo estaba desgastado, como si hubiesen pasado varios días desde que llegó. El hambre, el sueño y el frío comenzaron a influir en su forma de razonar y ver las cosas.

No se atrevía a mirar el piso y ver los rostros de personas torturadas. Pero su cuerpo ya no se lo pedía, se lo exigía, tenia que descansar. Miró al suelo, no había nada, solo rastros de un poco de sangre de donde él vino. Buscó un refugio del frío, encontró dos piedras enormes con un pequeño espacio en el medio, instintivamente caminó hasta ahí. Se metió en el medio como pudo. Luego de un rato las piedras tomaron el mismo calor de su cuerpo y por fin se durmió.

Continuará…