/Lo que sabe el gusano de la manzana

Lo que sabe el gusano de la manzana

Detiene el auto y mira por la ventana. Ernesto intenta ver qué es lo que mira. Se queda viendo por la ventana hasta que hace un gesto con la barbilla.

—Mira esa mina Ernesto, mira esas piernas, mira esa figura. Decime si no te gustaría llevarla a la cama.

—Por supuesto, ¿a quién no?

—Esa no es la pregunta que hay que hacerse.

—¿Cuál es la pregunta?

—¿Estamos preparados para una mina así…?

—¿Si estamos preparados…? Qué buena pregunta, Marcos.

—Es que la miro y parece como que hay que estudiar una carrera para ese tipo de minas, no sé, como que es una mina para un tipo que estudió 6 años de ingeniería y después hizo un doctorado en esa mina…

—Y ¿cuánto vale esa mina?

— Seis lucas.

—No, no. Te pregunto cuál es el valor de esa mina.

—¿El valor d…? Mírala. Mirá esas piernas, mirá ese culo…

—Pero no es todo visual, Marcos. Decime una cosa, ¿cuántas frutas has comido en tu vida?

—¿Frutas? Entendí frutas. ¿Vos me decís “putas”?

— No. Frutas.

— ¡Mira lo que me preguntás! Imposible saberlo.

— Bueno, elegí una fruta.

—¿Una fruta cuál?

—Una fruta, una cualquiera.

—¿Una cualquiera?

—Sí.

— La manzana.

— ¿La manzana?

— Si.

— ¿Por qué?

— Porque es roja, brillante, apetecible…

— ¿Estas seguro de que no es sólo una fruta de cera?

— ¿Vos estás bien, Ernesto?

—Digo, mientras más brillante sea más probable es que se trate de una imitación.

—Sí, puede ser una imitación…

—En cambio mira a la que está al lado.

—¿La gordita?

—Sí, esa.

—Como manzana… esta picada.

— Pero sabemos que es real.

—Sí, es real. Es una manzana natural, real, sacada de un árbol silvestre.

—Con las mujeres pasa lo mismo Marcos. La vida deja marcas por más que traten de ocultarlas. Y ahí radica su belleza, en la gordita que se sabe con kilos de más y te visita con su mejor falda, con el calzón más lindo de su guardarropa. Y eso es belleza real, la mina que no intenta disfrazarse de algo que no es, pero para conquistar muestra su mejor parte. Eso es seducción. No es que no ame ver desfilar una piba como la que acaba de pasar, es todo un deleite para los ojos. Pero su belleza es para todos, a mi me gusta la mina que regala su belleza a pocos, solo a los que sabemos apreciarla.

Se hizo un breve silencio. Dentro del auto se podía escuchar hasta el roce del movimiento imperceptible del jean.

—¿Te gustan las gorditas, Ernesto?

—Me gustan las mujeres de verdad. Las normales. Las que además de ser mujeres viven la vida.

—Te gustan las gorditas.

—Sí, Marcos.

—Dales duro, Ernesto. Dales duro. Te voy a confesar algo. ¿Viste ese minón que mirábamos recién?

—Sí.

—Está muy buena, pero a mí siempre me gustó más la mina con la carita simple, el cuerpo standard, con las gomas que tenga, flaca pero con físico real…, más bien tímida, simpática pero torpe… Me gustan las minas normales, la vecina, la de enfrente, la amiga de mi prima, minas normales. Me encantan verlas simples, que sin arreglarse tanto sean tan devastadoramente mujeres, que nada pueda ocultarles que lo son, que en su timidez no puedan evitar quebrar sus muñecas para señalar algo… no sé. No son gorditas, pero son manzanas silvestres también.

—Al final, los dos le entramos al Apple Crumble…

—Y a la manzanita acaramelada de las plazas.

—Oíme, la gordita me está mirando. Te dejo, Marcos.

—Yo creo que voy a hacer un esfuerzo y voy a buscar licitar con la morocha bestial aunque no tenga el doctorado.

—Suerte con tu manzana, Marcos.

—Suerte con la tuya, Ernesto.