/Los amigos de las mujeres

Los amigos de las mujeres

—Marcos, necesito hablar con la Srta. Dipieto.
—Perdoname, Ernesto, pero es imposible. No insistas.
—Pero, ¿por qué…?
—Porque Dipi es algo así como un mito encarnado, como una pieza que escapó de un mecanismo feliz, como un engranaje clave en el telón de los atardeceres. Es suplente titular de las diosas secundarias del Olimpo, ¿vos sabés lo que es estar en el banco en el Olimpo…? Y vos querés hablar con ella…
—Es que tengo un tema que no creo que esté en el Corpus Dipiétricus.
—Todo está en el Corpus. Es como el Libro de Arena de Borges.
—El Libro de Arena de Borges está en blanco… bueno, en amarillo.
—¿Cuál es tu tema? Yo soy como el hermeneuta de la Srta. Dipietro. Podés contarme.
Ernesto dudó.
—Mirá, no me cierra esto de que no existe la amistad entre el hombre y la mujer. No me cierra, Marcos.
—Pero, Ernesto… ¿ en serio decís que crees que  eso no puede estar en el Corpus? El Corpus Dipiétricus habla casi exclusivamente de eso. Precisamente en las “cláusulas para un Control Remoto democrático y popular” habla de que la humanidad empieza cuando un monito en vez de coger con la monita, se hizo amigo. ¡Ese, dice ella, es el comienzo de la raza humana tal como la conocemos hoy, con crímenes, guerras, traiciones y hambrunas!
—Pero, ¿habla de todo la Dipi?
—Y sí… Habla de sexo.
—Bueno, entonces qué dice de esto de la amistad entre el hombre y la mujer.
—¡Tulio! ¿Me traés el Corpus Dipiétricus, por favor? Y otro tostado.

El pesado libro hizo volcar un poco la tacita de Ernesto. Marcos abrió la tapa que parecía hacerlo con el mismo rito familiar con que se abre un arcón recién hallado de un padre ya muerto.
—Mirá, Ernesto, el Corpus indica que la amistad entre el hombre y la mujer son los padres. No existe.
—Pero, escuchame, yo puedo dar fe de que eso es un error. Yo tengo amigas, Marcos, ¡Y no pasa nada, son sólo amigas!
—¿Sólo amigas, Ernesto?
—¡Te digo que sí!
—¿Amigas, amig…?
—¡Qué sí, Marcos! ¡Que son sólo amigas!
—Ok, ok. A ver…
Marcos iba pasando las páginas del enorme tomo mientras que a la vista de ambos circulaban complejos gráficos, crueles fotografías, diagramas de Ven…
—Acá está. El Corpus dice que la amistad entre el hombre y la mujer es un invento de la generación del 60, de 1960, que lo usaban como estrategia para coger. “Funcionó con destacable éxito y logros avasalladores durante dos meses. Luego se volvió leyenda, luego mito, luego patología urbana”.
—No puede ser.

Amigo del Alma 3
—Pará, Ernesto. Sigue. “Entre un hombre y una mujer (HM=hombre-mujer) puede haber muchos tipos de relaciones, cualquiera menos la amistosa. Pero la relación de amistad entre un hombre y una mujer más parecida a la que los hombres tienen entre ellos es la ‘Relación Amistosa’. Y se da cuando la relación HM está fundada sobre un hecho, una situación o una anécdota común. Por ejemplo: dos compañeros de trabajo se llevan muy bien sin que haya ninguna química entre ellos. Cuando cambian de trabajos se pueden juntar cada tanto para tomarse una cerveza, es lícito, es amistad real. Pero “cada tanto”. Segundo ejemplo: dos sobrevivientes HM de un naufragio conviven una semana sobreviviendo a duras penas. No se llevan bien ni mal, se necesitan. Los rescatan. Que se junten para rememorar la fecha del rescate los hace parte de una Relación Amistosa, es auténtica, se quieren como amigos. Se ven una vez al año, o en su defecto, “cada tanto”. Tercer caso: Amigos de grupo de salidas. Se llevaban genial. Todos crecieron, se casaron o se mudaron, el grupo se terminó pero ellos quedaron en el mismo lugar. Se suelen ver “cada tanto”. Esa relación puede ser tranquilamente auténtica y real.”
—Eso tiene sentido. Pero coincide conmigo en que existe la amistad entre el hombre y la mujer, Marcos.
—No, Ernesto. Sigo. “Cuando cualquier relación, incluyendo estas citadas anteriormente como ejemplos, se suelen ver más de una vez por semana, eso ya deja de ser amistad y es calentura, y de la buena”. ¿Qué tipo puede estar dos o tres veces por semana con una mujer a la que no se coge ni está sometido por la ley? ¿Vos ves a tus amigas más de dos veces por semana?
—No, ni en pedo.
—Yo tampoco.
—Pero si ellas quisieran… No, tampoco. Tenés razón, Marcos.
—Yo no, el Corpus Dipiétricus. Mirá, acá la Dipi pone un ejemplo claro y conciso. “Juancito Elbueno se pone de novio con Samantha Sumina y le cuenta a Margarita Ladivina, su íntima amiga de hace añares. Margarita Ladivina hace lo propio contándole a Juancito Elbueno el día que encuentra a Eduardo Supareja y mientras pasa el tiempo se cuentan todo. Un día uno se casa y después el otro, y tienen un hijo, ella tiene dos, y tres, pero él después tiene otro, pero no llega a tres. Y se cuentan todo. Se ven todas las tardes. Y a él le va así en el trabajo, aunque a ella mucho mejor. Y él se alegra por ella, y ella también se alegra. Y se cuentan todo. Y Juancito Elbueno le cuenta a Margarita Ladivina que no están bien con Samantha Sumina y Margarita Ladivina le dice que Sumina nunca le cayó bien. Y ella le cuenta que tiene problemas con Supareja, pero Juancito Elbueno la ayuda, y ella se pone feliz, y él también. Y un día cae un rayo y lo revienta a él en pedazos, y en el aire queda el olor a quemado de su carne cocida. Y ella mira el cielo aterrada… pero supone que Juancito Elbueno estaría contento de que ella sobrevivió, entonces le dice con dos lagrimitas en los ojos que vivirá por él, y se va con Sumacho, y todo lo que tenía que hablar con Juancito Elbueno entonces lo habló con Sumacho, que no era lo mismo, pero era Sumacho. Y listo. Este es el más digno derrotero imaginable de los infelices que se hacen amigos de las mujeres. Se puede sustituir el rayo por el nacimiento de un volcán en sus pies, o un bólido del cosmos que le parte la cabeza”.
—El ejemplo es muy claro.
—Y elocuente.
—Sí, pero entonces ¿cómo es posible que siga existiendo esta deformación relacional entre un tipo y una mina?
—Porque la mujer sí podría tener un amigo. Es el hombre el limitado en la materia. Una amiga se desabrocha un botón del escote y nos quedamos con ella seis días fingiendo que no tenemos otra cosa que hacer. Yo me bajo la bragueta delante de mi amiga y no la veo por dos semanas hasta que le lleve dos Cofler y una cerveza.
—Es verdad. Me pasó.
Amigo del Alma 2—Te… ¿Te bajaste la…?
—No, pero cantaba haciendo un asado y se me escapó un pedo. En vez de pedir disculpas dije que estuvo más entonado que yo. Nunca más la vi. La quería mucho. Y eso que le debo noventa mangos…
—Es que es así, Ernesto. Hay una alquimia ideológica, una cultura subalterna al mundo convencional que cree que los hombres pueden ser amigos de las mujeres. Esa línea de pensamiento es suscripta por dos tipos mujeres:
A, las que viven deseando tipos que por cualquier motivo que sea no consiguen, y se conforman con la presencia masculina de un Golum bondadoso y sin anillo que las consuelen y las reconforten en el duro camino de la soledad.
B, las que son tan tímidas que eligieron y decretaron con convencimiento y decisión que otro chico tímido, muy tímido, más que ellas, es el amor de sus vidas. Y ahí se encauza como una cruzada amorosa (y tan cruenta como las medievales) por intentar que el muchacho se entere, o se anime.

Entre estos dos tipos de mujeres hay un espectro tenue de otras categorías menos comunes, sin embargo en los hombres no existe tal categoría. Porque la mujer puede ser amiga de un tipo, pero un tipo no lo puede ser de la mujer.
—¿Y por qué la mujer puede?
—El Corpus explica que la mujer tiene un extraño mecanismo que puede accionar en cualquier momento y que funciona de esta manera: “Este tipo es imposible, listo, lo desenchufo de la categoría Hombre”. De ahí en más cualquiera puede notar que esa mujer habrá categorizado al imposible como amigo, compañero, sobrino, gato, sofá, etc. En cambio, el hombre, con profunda concentración y la mejor y más decidida voluntad, puede ver a la mujer como una hermana, o como un tipo, hasta que su amiga se agache y cuelgue pesado el último botón desabrochado de su camisa abriendo en su pecho un nicho de volúmenes pálidos y pasadizos curvos que, aunque duren apenas un segundo, le habrán destrozado cualquier emprendimiento. ¡Que aparezca uno de estos “amigos” y me lo niegue!
—Pero ¿vos crees que los tipos no podemos no naturalizarlas…?
—Es imposible para el hombre que si a ella se le ve una goma esto no pase, Ernesto, porque los hombres somos visuales, nuestros primeros estímulos siempre están dados por la vista. En cambio la mujer es emotiva, le impacta la emoción, y siempre ganan su atención las situaciones que le producen algo. Algo interno, la adrenalina, el miedo, la risa, el placer, el dolor, etc. Por este motivo cuando la mujer recalifica al hombre, lo que hace en realidad es dejar de esperar alguna emoción de su parte. Eso sólo elimina al jugador de cualquier partido u amistoso. La mujer como el hombre puede bloquear las emociones. El hombre lo hace más seguido que la mujer. El tema es que ese es el punto neurálgico de la vida sexo-amorosa-social de la mujer. Cuando ella desconecta las emociones puede tener sexo tremendamente fuerte, o no tener nada de nada. Es insensible, por ende, patéticamente inmortal.
—¿No mueren?
—No. Se vuelven mariposas. Y creeme que volverse mariposas es una variante naive del mismísimo infierno.
—Sí, horrible volverse mariposa.
—Hay gente que hace cualquier cosa por una bolsita de Poxi-Ran, y minas que mueren por volverse mariposas.
—Si bien concuerdo con lo que dice el Corpus cuando me lo explicás, no me queda tan claro.
—Mirá, acá hay unos cuadritos que son sencillos.

Relacion hombre mujer A1

—Este es el esquema de relaciones que un tipo puede llegar a tener con una mina —continuó Marcos—, siempre generalizando, claro. Si el tipo sale, y la mina es forra, punto, se terminó ahí. Si sale y es una mina trampa, durará lo que la habilidad del tipo lo permita. Si sale y la mina se vuelve una amiga con derechos entonces ahí puede haber algo. Antes te aclaro que el hombre no tiene “amigas con derecho” (a roce). Las minas son las que tienen amigos con derecho a roce. Las “amigas con derecho” son minas que nos eligieron “amigo con derecho”. Por este motivo cuando un tipo sale con una mina que lo elige como “amigo con derecho” entonces es una relación con futuro, porque el hombre se va involucrando sin darse cuenta. Antes de que pueda levantar la mano alguien va a hablar de ella como “la mina que está saliendo con Fulanito”, siendo fulanito vos, Ernesto. Desde ese lugar pueden pasar dos cosas: que se pongan de novios, se terminen puteando y ella se transforme en Ex, que es una de las variantes de la psicopatía con la salvedad de que es por opción, o que salgan un tiempo hasta que se vaya conrtando solo, o lo terminen de común acuerdo, y entonces queda una buena relación y se transformarán en amigos con derecho, o en trampa. Terminar como amigo con derecho es el fin de cualquier relación masculina, por eso el gráfico muestra el punto al final.
—Pero hay una ramificación hacia “Ex” y “Psicópata”.
— Puede terminar en “Ex”, pero es menos probable. Después tenemos el nefasto “Amor a primera vista”, que es un invento de la mujer para que la “Calentura Instantánea” (Corpus Dipiétricus 233, “Teorías sobre las caras ocultas de la calentura”) tenga continuidad. El hombre que juega ese juego, pierde. Cae en los más perversos odios de la mujer hacia sí misma contra su propia necesidad de seguridad y estabilidad, siempre entregados puntual e inequívocamente por el “enamorado”, y el sometimiento llega a niveles patéticos. Y termina de las peores maneras: cuernos, daño psíquico, drogas y alcohol, matrimonio.
—Qué feo…
—Muy feo. Después está el huesito, el tipo con el que la mina se saca las ganitas de algo y nada más. No tiene ni carácter para ser chongo. Y después de este, al fondo, muy atrás, viene el “amigo del alma”. Ese lugar es para pocos, es para las personas que quieren ser astronautas sin casco. No depende ni del astronauta, ni del casco, ni del cosmos, sino de que las cosas son como son: no hay oxígeno, y los astronautas necesitan del oxígeno. Punto.  Este es el lugar más penoso porque si el tipo está ahí es porque le interesa, y las minas descargan sobre el becerro cebado todos sus amoríos secretos, con detalles impúdicos y deseos inconfesables para después mirar al tipo consumirse por dentro sin alcanzar la combustión instantánea.  Los hombres rara vez podemos estar con una mujer todos los días y hablar a diario si no hay sexo. Porque vamos a querer hablar con la mujer con la que tenemos sexo. Luego tenemos amigos y ya está. Sin embargo ese tipo que se inmola a diario escuchando fantasías y relaciones de su “amiga” creyendo que está recopilando información para cuando la pueda “amar” (nunca piensa en cogerla, sino en hacer el amor sobre un lecho de algodón en la hierba de una colina y otras palabras de castellano neutro más que recolecta de la tele) ya está infectado con el virus del “sueño que voy a estar con ella pero nunca voy a estar con ella, nací para esto”. No pocas veces atrás de estos Amigos del alma o de los Huesitos Nada se esconden psicópatas de alta mesura…
—Y ¿cómo proyecta la mujer las relaciones con los tipos?

Relacion hombre mujer 2B

— Bueno, pará… Acá está el otro cuadrito… La mina divide las relaciones en tres facetas:  La primera es la de la Cañíta al aire, el Tímido con guita, y el Amigo con derecho. Es una generalidad, pero que abarca al gran espectro de “posibles”. La Cañita al aire fascina a las minas por la complicidad, y si el tipo repite, la mina aplicará una estructurada trampa para que caiga en la etapa siguiente, la de “Novio”. El Tímido con guita necesita que le manoteen la laucha y pasa a la segunda instancia abonando entrada. Y el tercer punto, la del amigo con derecho funciona igual que en el cuadro del hombre, porque, como te dije antes, es la mujer la que puede tener amigos con derecho. Por supuesto que acá no aparece la instancia “saliendo” porque la mujer siempre desea e imagina antes la instancia “Novios”, que le da estabilidad y seguridad. En la etapa “Novios» ya no hay retorno. Se pasa indefectiblemente a la de Marido lo mismo que el envase vacío anda acogotado en la línea hasta el grifo que se llena, se tapa, y la botellita queda lista para consumirse. De eso no se puede esperar otra cosa que cuernos, trampas o psicópatas.
—¿Qué es eso de “habitante de la mente”?
—Bueno, esa es la segunda faceta, cuando la mujer se topa con un tipo que le ofrece resistencia, o sale de lo previsto, piensa en él más de lo común. Si bien en cada mujer el tiempo es diferente, si supera ese plazo habitual de pensar en alguien que le llama la atención, el tipo se transforma en un “habitante de la mente”. Los nominados para este galardón son la lacra, los forros, los pelotudos, los psicópatas, los degenerados. Este sistema es el que genera el interrogante de por qué a las minas les gustan los tipos malos, o los de la ley del embudo. El circuito del Habitante de la mente se comporta de la siguiente manera: el tipo se instala y ellas lo piensan, lo piensan, lo piensan hasta que ceden, o incluso lo buscan, les genera piletas de adrenalina, el tipos las cuernea o las humilla, ellas se enojan, se ofenden y lo catalogan de forro.  El forro es uno de los nominados a la categoría, y el forro conocido tiene más ventajas que el desconocido, así que vuelve a entrar al circuito de manera casi inmediata. Esto se resuelve de dos maneras: con un Cañita al aire que no entre en el circuito “Novio”, o con la revelación del Habitante de la mente como psicópata, lo que implica que se acabó el juego y el tipo se queda para siempre en la vida de la mina.
—Eso es terrible…
—Pero peor es la faceta que sigue. La Friendzone. Ahí está el tipo que no es nada, que cada tanto sale o se ven, pueden darse las manos tal vez… Después, pero bastante después viene el Amigo del alma, que es la representación menos digna del lugar que ocupa un caniche toy, y después, y por último, el tipo que la contiene cuando a ella le agarran ataques de pánico. Es la faceta más oscura de la vida de la mujer, porque ella misma desprecia a este grupo y lo coloca en lugares en donde no les dará nada, sólo compartirá con ellos alguna historia, una queja, pero les llenará la cabeza de morbos, fantasías y deseos oscuros que ella tiene con otros, y hasta manoseará con impúdica obscenidad la autoestima de los imputados pidiéndoles consejos para acostarse con un potencial Habitante de la mente. La vida de estos personajes se mueve en agasajar a la mujer con chocolates y cocas y ver películas de amor repetidas hasta tres o cuatro veces, incluso la misma noche, con frases burlonas y humillantes de doble sentido como “¿la ponemos de nuevo?” o “¿nos clavamos otro chocolatito…?”. La mujer puede ser muy, muy mala cuando quiere. Y casi siempre quiere. Este juego tiene tres finales. El olvido del amigo más de veinticinco vences en la puerta de afuera con lluvia (“Te olvidaste de que íbamos a ver una pelichichi —suele tener un código como de noviazgo con la sometedora— y te esperé seis horas con los chocolates y las cocas en la puerta de tu casa bajo la lluvia y el viento gélido, ¿estabas otra vez en lo del tipo ese que no te ama pero sólo quiere tener sexo con vos?”), el crimen (una mujer mata a su Amigo del alma de 142 cuchillazos, el juez la comprende y queda libre para siempre de él, aunque presa), y la revelación inesperada del amigo como psicópata, lo que implica que el tipo se queda para siempre en la vida de la mujer. Esto es en pocas palabras la explicación del cuadro.
—Sí, lo entendí.
—Es más amplio, pero es más o menos así.

Por un momento se hizo un silencio y tomaron protagonismo las cucharitas y los platitos de los cafés de la gente que leía apacible en las otras mesas del Isaac Estrella.

—¿Y qué tengo que hacer con mis amigas entonces?
—Es un rito sencillo. Te vas a tu cuarto o a algún lugar donde tengas alguna intimidad, y repetís en voz alta: “No tengo amigas, tengo relaciones amistosas. A ellas también les llamo amigas, pero no lo son”. Y listo. Ellas no lo tienen que saber. A ellas no les importás.
—¿No les importo?
—Bueno sí, pero no como vos crees.
—Ah, claro.

Otra vez el concierto de las tazas y los diarios sacudiéndose en las manos de tipos que están pensando en salir a fumar un cigarrillo.
—A lo… a lo mejor una de mis amigas me gusta un poco más de lo recomendable.
—Lo sé, Ernesto, lo supe todo el tiempo. Y creeme que lo siento mucho. Tal vez… tal vez tengas suerte, Ernesto…, y se te pase.

Amigo del Alma