La apertura sexual que se producía en el mundo a partir de la invención de la píldora anticonceptiva a mediados del Siglo 20, no era condescendiente con la apertura mental que era necesaria para que en su conjunto, ambas, fueran a la par por el camino de una sexualidad sin tabúes. Siendo la masturbación la que ostenta el primer lugar de ellos y el secreto mejor guardado de cualquier ser humano, incluido el mendocino y la mendocina, hoy… mendocin@ (o mendocinx o mendocine).
Algunos años atrás tuve en mis manos un documento oficial fechado en nuestra provincia el 18 de mayo de 1773, por una compra de sarasas que hizo Domingo de la Cariaga a Francisco Sanchez de Villasana en 1767, fallecido éste, Domingo era enjuiciado por falta de pago. El corregidor Jacobo Bardarán y el escribano Francisco Videla, llamaban al estrado en carácter de testigos y según documento original y textual a “Joseph Ignacio de la Rivero, cajero que fue del dicho difunto y los negros Manuel y Gregorio, el uno cochero y el otro paje de mano del dicho difunto”.
Luego de leer la causa en su totalidad y el fallo de la justicia mendocina, comencé a investigar el significado de la expresión “paje de mano”, consulté en diccionarios de la Real Academia Española (RAE) antiguos y actuales, y no había sido definida como tal, sí, el vocablo “paje” y sus derivaciones -palabras más, palabras menos- un ayudante o mayordomo o criado que atendía a un jefe o patrón o amo.
Mi curiosidad me llevó a retroceder hojas en la enciclopedia de las palabras y despejar mi mente de interrogantes, observé que al modismo “paja” no le habían asignado un significado, luego, mis manos en forma descontrolada me llevaron hacia adelante, y no vi definido el sufijo “pajero”; en ambos casos deduje que nadie se había animado a hacerlo. Tenía la posibilidad de contactarme con la RAE y enviarles el documento respectivo para que lo incluyeran a modo de fuente documental y definirlo, no lo hice, imaginé consecuencias devastadoras para Mendoza.
Habíamos sido estereotipados con lo de “pata a la rastra”, seguramente, se multiplicarían las cargadas… “si Joseph Ignacio es cajero y Manuel es cochero, entonces Gregorio es paje y los Mendocinos son pajeros”, cayendo toda la provincia en la redada y yo signado como el culpable. Imaginé las gastadas de sanjuaninos y chilenos, más, una traducción de la frase por parte de la comunidad china y por miedo a sus bromas, dejaría de comprar en sus supermercados privándome del dulce placer de recibir mis vueltos en caramelos.
Recién en los albores del Siglo 21, los eruditos del lenguaje comenzaron a derribar mitos con infinidad de debates internos y sumado a la presión de los medios, se pusieron de acuerdo y ante la granizada de polémicas, incluyeron en el diccionario de la RAE el modismo “paja”, vocablo muy utilizado en países de habla hispana, que referencia a personas que tiene como práctica usual el habito del onanismo.
En el punto 8 ya figuraba en género femenino y declarada como malsonante, es decir, que suena mal o dicho especialmente de una expresión o de una palabra que ofende al pudor, al buen gusto o la religiosidad, y muy en solitario definida como “masturbación”. A su vez en el punto 4 y por reglas gramaticales, había sido creado el sufijo “pajero” como aquella persona que se masturba.
A partir de ello la RAE debía determinar la etimología de dicho modismo, para que aquella polémica decisión de incluirla tuviera un sustento con base documental y no quedara en la historia como un capricho lingüístico de aquellos literatos. Sumado a que en muchos países de habla hispana su uso es habitual, todos querían saber su origen pero que el mismo no estuviera en sus países, o sea, querían jugar a la ruleta rusa pero nadie quería morir en el juego.
Espías disfrazados de historiadores habían recalado en nuestra provincia, nos habían puesto a la cabeza de las investigaciones a raíz del mote “pata a la rastra” pensando que se debía a la masturbación, siendo que era por el bocio endémico que se hallaba directamente relacionado con la deficiencia de yodo y al exceso de yoduro excretado por la orina, uno de sus síntomas la fatiga.
Supe que me investigaban y me habían pinchado el celular porque mi señal 4G descendió a 1G en forma inexplicable, no así el importe a pagar en mi factura. Un empleado del Correo Argentino se hace presente en mi domicilio y me entrega un telegrama, remitente Interpol. En cortas palabras, me pedían presentarme temprano al otro día en el Aeropuerto Francisco Gabrielli, no más. Así lo hice, al llegar me contactaron agentes secretos que trataban de enmascarar su acento español y vestidos con atuendos de torero, lograron confundirme, me subieron a un avión privado y a los pocos minutos levamos alas.
Después de dos horas de vuelo aterrizamos en un aeropuerto, al entrar al lobby escucho por los altoparlantes… “Bienvenidos al Aeropuerto de Pajas Blancas”, supe que estaba en Córdoba. Salimos de allí y subimos a una camioneta Mitsubishi Montero de las viejas, tomamos por la Ruta Provincial E 53, también conocida como el “Camino de Pajas Blancas”.
Después de varios minutos de una carrera alocada ingresamos por una huella y alcanzo a visualizar un cartel… “Estancia La Eustaquia”. Solicito al personal de seguridad permiso para revisar mi celular por si tenía mensajes, sin que se dieran cuenta googleo el nombre del establecimiento, para mi sorpresa, me encontraba en el “Barrio de Pajas Blancas” en la localidad de Río Ceballos a 25 km al norte de la capital cordobesa.
Me invitan a entrar y luego de cruzar el parque, ingresamos a una sala de recepción y me convidan a tomar un malbec cosecha 2014 marca “Viejo Pajero” del cineasta Daniel Ortega, opté por un agua mineral o en su defecto café, mi instinto me decidía a no cortarlo con leche o crema. Luego me llevan al salón de eventos.
Una vez en él, empiezo a ver personas sorprendidas tanto como yo lo estaba, algunos amagaron a darme la mano y desistí del saludo, ante la duda, preferí expresar un cordial “buen día”. Nos indican que debemos tomar asiento, frente a nos, una tarima con un escritorio y un micrófono, de una habitación contigua aparece un hombre bien trajeado, lo alcanzo a divisar y me es cara conocida, es el licenciado Giselo Semenewich, experto lexicógrafo de la RAE.
El licenciado no emite palabra y se lo nota preocupado como guepardo con patines… se escucha por el parlante un “estamos desesperados” seguido de un “nos urge” establecer la etimología del modismo “paja”, que por presión mediática incluyeron en el diccionario sin chequear su origen. En ese momento entendí el motivo de la reunión, a pesar de varias pistas que no había podido descifrar hasta ese momento y desde mi salida de Mendoza.
Habían metido en una bolsa de gatos a todos los países de habla hispana en su conjunto, siendo el blanco de las cargadas de europeos, asiáticos, africanos, brasileros, norteamericanos y australianos. El apocalipsis lingüístico como jamás se había visto en la historia de la humanidad, Semenewich me pide exponer mi parecer.
Sabía que a los presentes nos unía una palabra en común, no así, el nombre de los órganos reproductivos para entendernos e iniciar el debate; propuse llamar al miembro masculino como “billetera” y al de las féminas con el nombre de “cartera”, a modo de homenaje de aquellos vendedores de antaño que nos deleitaban en los colectivos y nos vendían artículos para “la cartera de la dama y la billetera del caballero”.
Luego algo que no estaba previsto y no tenía nada que ver con el debate, Semenewich propuso a los presentes el test manual para detectar a los que practican el hábito, en ambos casos, le pedimos que estiren al máximo los dedos de su mano hábil, en ellos, comienzan a retraerse todos formando un círculo, en ellas, el dedo medio está por debajo del nivel de los demás. Al instante los hombres se metieron las manos en los bolsillos y las mujeres a ponerse anillos en sus dedos “gordo, índice, anular y meñique” a modo de contrapeso. La polémica estalló.
Comencé a notar que la malsonante “paja” era como una braza caliente que nadie quería sostener, se exponían las más disparatadas teorías con la idea de endilgar el muerto a otro país y alejarlas del propio. Aquel documento histórico que había encontrado era lo más cercano a una definición casi perfecta de aquella palabra diabólica y endiablada, con la posibilidad de beatificarla en ese momento y santificarla en un futuro no muy lejano, para que dejara de ser tabú el pronunciarla y un pecado mortal el practicarla.
Comprendí que la hispanidad no estaba lista para analizar aquel escrito de 245 años de antigüedad, la violencia verbal e intercambio de frases descalificadoras por el solo hecho de pensar distinto era alarmante, me dieron a entender que la polémica sin fundamento es una enfermedad contagiosa y el debate civilizado el remedio que lo cura; supe que era momento de partir y dejar aquel lugar.
Reingresé al sitio web de la RAE y la busqué por última vez, no me interesaba leer su significado y fui directo a sus expresiones asociadas: paje de… armas, bolsa, cámara, escoba, guion, hacha, jineta y lanza, no más, yo tenía la definición exacta que le faltaba… “paje de manos”, era el ayudante perfecto que nos haría llegar al orgasmo lingüístico y redefinir la palabra más compleja del diccionario hispano, y adaptarla en su formato para la cartera de la dama y la billetera del caballero.