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Placeres Nocturnos

Era una cálida noche de verano. Las luces de la ciudad se veían reflejadas en el ancho mar como si fueran estrellitas en la inmensidad del cielo azul. Ella estaba desconsolada y decidió ir a caminar por la playa. Se saco sus zapatos de tacos altos, los tomó en su mano izquierda, y comenzó a caminar por la blanca y fina arena. El contorno de su hermoso cuerpo y sus pronunciadas curvas, capaz de derretir a un témpano, recortaban la oscura noche solo quebrada parcialmente por una espléndida luna nueva. La brisa fresca del sur le daba de pleno en su rostro humedecido por las lágrimas de desencanto, ya que había roto su largo noviazgo. Ella todavía no entendía porque justo en ese momento había esa luna. Sus sentimientos entremezclados se agolpaban dentro de su pecho y necesitaba arrancarlos desde su mas profundo ser. Pena, tristeza, amargura, bronca, soledad, desamor, ansiedad, deseos, surgían de su corazón y la golpeaban como si ella pudiera soportarlos. Sabía que él había sido un gran compañero, que habían pasado muchas cosas juntos y que se habían prometido amor por siempre. Pero ella deseaba otra cosa. Su voz interior le decía que el hombre de su vida era otro. Hacía algún tiempo que ella pensaba sólo en otro hombre que había conocido hacía unos días, con quien tenía un idilio platónico. 

Sus brazos descubiertos y manos tiritaban, mientras se preguntaba si sería por el frío o por sus nervios por el duro momento pasado. Su amplio escote dejaba apreciar con claridad sus dulces y voluminosos pechos que marcaban cada vez más sus hermosos pezones en su pequeño vestido que jugaba con el viento y dejaba vislumbrar sus hermosas piernas, y estaba tan ensimismada que no se preocupaba que a veces se alcanzara a ver su blanca bombachita. Se sentía muy sola mientras las pequeñas huellas de sus pies marcaban un largo zigzageo por la solitaria playa. 

Pero ella necesitaba nuevas emociones. Necesitaba sentir nuevamente sensaciones distintas, aventuras distintas, estaba ávida de emociones diferentes, ella se sentía, y realmente lo era, una mujer especial. Ella se sentía como una Diosa y quería ser tratada como tal.

Quería volver a vibrar íntimamente, quería ser estremecida por nuevos sentimientos, quería probar cosas nuevas, quería romper con la rutina, quería sentirse libre, quería amar sin condiciones y ser amada incondicionalmente.

Comenzó a sentir su cuerpo queriendo estallar, su sangre empezó a entibiarse, su tersa piel ya no tiritaba, no sentía la brisa. Se sentó frente al mar. A medida que sus pensamientos volaban por una vertiginosa sucesión de imágenes un poquito perversas, comenzó a sentir como una llama le surgía del interior y calentaba su ser. Casi sin pensarlo se saco su vestidito rosado dejando su cuerpo prácticamente al desnudo, y corrió penetrando rápidamente en el plácido mar. Se sumergió hábilmente hacia el fondo y se quedó unos segundos gozando del agua que acariciaba y refrescaba su cabello, su rostro, sus brazos, sus pechos, su cintura, su cola y sus piernas. 

Al emerger se sentía otra. Sus penas parecían haberse diluido en el fondo del mar. Se sentía bien. Hizo pie, el agua le llegaba a su cintura, tomó sus dorados cabellos entre sus dedos y se los acomodó hacia su espalda. Levantó sus brazos al cielo y se imaginó como una Reina. 

Fue en ese momento que sintió que era tomada desde atrás por alguien. Sintió un brazo que la asía fuertemente por su cintura y una mano que tomaba su boca. Sintió el pecho de la otra persona pegado a su espalda. Sintió que sus piernas no podían moverse porque las otras estaban atrapando las suyas. Quiso gritar pero su voz no se sintió. El comenzó a darle pequeños besos por su cuello, mientras acariciaba la tibia piel de su pancita. Su parte viril se apoyaba cada vez más sobre esa bella colita, y ella empezó a convencerse que quizás no valía la pena defenderse tanto, mientras las hábiles, tiernas y seductoras manos de él comenzaron a acariciar los dulces y firmes senos de esa preciosura angelical.

Ella suspiro hondo, levantó su mirada hacia el cielo, y ya no pensó en gritar. La increíble suavidad que sentía al tocar la piel de ese hombre, el sentimiento de que era tratada con mucho amor, y una especie de conexión que parecía haber entre ellos, la llevaron a decidirse por no resistir y se dispuso a disfrutar el momento. Se entregó mansamente a merced de ese macho excitante e infernal y a una lujuriosa noche de placeres inimaginables y desenfrenados. 

El la tomó en sus brazos, la dió vuelta y le dio un largo beso… ella cerró sus ojos, mientras pensaba quien sería ese fascinante ejemplar masculino. Al apoyarse en ella, la fricción de su miembro generoso en tamaño y ya bastante endurecido, comenzó a hacer mella en lo que a esa altura se sentía como un volcán a punto de ebullición. Después de un tiempo que pareció una eternidad, distanciaron sus rostros unos centímetros para poderse mirar a los ojos.

Fue en ese momento que ella se dio cuenta que lo conocía. Nunca se imaginó que algo así podía pasarle.

El la seguía acariciando minuciosamente desde sus mejillas, su cuello, bajó nuevamente acariciando todo su cuerpo, el interior de sus muslos y finalmente introdujo sus manos por los costados de su bombacha. Mientras él la bajaba lentamente y con maestría, ella sintió deseos de comenzar a darle besos por su pecho. Subió por el cuello y nuevamente se juntaron sus bocas de forma apasionada, sintiendo su lengua tibia y palpitante que le acariciaba su paladar.

Con prisa y sin pausa, mientras sus bocas jugaban un dulce juego de ensueños, ella tomó su short y se lo fue sacando con ansias de placer extremo. Sus cuerpos desnudos se entremezclaron en un apasionado abrazo y comenzaron un alocado y desatado frenesí de toqueteos furtivos. Mientras se acariciaban sin cesar, la temperatura femenina le subía segundo a segundo y se iba focalizando justo ahí, en esa zona tan especial. Ella sintió que su sexo ardía y que necesitaba ser penetrada.  Por primera vez en su vida, ese hombre había hecho estallar una bomba que se hallaba oculta en su interior. Abrió provocativamente sus piernas y él comenzó a introducirse en lo más íntimo de ella. Sintió que sus entrañas se abrían y sintió que sus deseos sexuales eran insoportables. Mientras el besaba dulcemente sus pezones, los cuerpos se fueron conjugando en uno sólo y ella, estremecida, gozaba teniendo  lo que más deseaba de él enterrado dentro suyo. Nunca había sentido sensaciones semejantes, parecía que tuviera un tronco caliente pujando como un pistón en su interior. Moviéndose acompasada y salvajemente, él le daba pequeños mordiscos, entre suaves y violentos, que le provocaban espasmos de éxtasis. Ella le clavaba las uñas en su espalda y en sus piernas, expresando gemidos y alaridos de placer y suplicando acabar con ese momento interminable de delirio, regocijo y bienestar.

Ella sintió que cabalgaba arriba de él, y se sintió plena. Veía las estrellas reales de allá arriba y una infinidad de astros y cometas desde lo más profundo de su ser. Estaba bañada en lágrimas y encendida de gozo. 

Segundos después estallaron al unísono en un violento orgasmo sin igual. Un baño de sabor a éxtasis inundó sus cuerpos. Exhaustos, se besaron dulcemente, se tomaron de la mano, y comenzaron su caminata de regreso hacia la playa. 

Se miraron a los ojos con complicidad, y ella dijo, dudando, casi como preguntando:

– Vos debes ser…

El le sonrió, se puso el short, le dió un beso y le susurró al oído:

-Mañana nos vemos.

Escrito por Marvin para la sección: 

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