El 2020 nos ha cambiado un poco a todos, con escasos aciertos y cientos de infortunios ha sido sinceramente un año para olvidar, en gran parte de la población. Quizás no por el número final de muertos que deparará el coronavirus, sino porque a todos (y sobre todo a los que seguimos en “cuarenterna”) nos ha pegado en la psiquis, en las costumbres, en lo cotidiano, en la “normal”. Veo cómo en algunas personas se exacerban las reacciones impulsivas y en otras las reflexivas, está el que quiere salir a toda costa y el que extrema los cuidados y el rigor de la ley. También hay quienes han ido en una curva creciente o decreciente, cada vez juntándose más o menos, o cada vez cuidándose más. Ahora es todo un tema reunirse, animarse, organizarse, controlar días, horarios, documentos, lugares, reservas, etc.
Entre tantas preguntas que me he hecho, hay algunas relacionadas a la época post pandemia, ¿cómo vamos a reaccionar ante el mundo cuando todo vuelva a ser, en teoría, normal… ¿vamos a estar preparados para volver a ser los mismos de antes?
¿Nos vamos a animar a ir a un recital multitudinario? Ahí, inmersos en una marea de gente que hace pogo, mosh y slam, que suda, que nos respira en la nuca, que nos empapa de sudor, que nos canta a los gritos a 20cm de distancia…
¿Vamos a besar a uno, dos, tres desconocidos en una noche? Boliche, juventud divino tesoro, noches de borrachera besando extraños, compartiendo tragos, puchos y saliva con cualquiera. ¿Volverá a ser lo mismo la noche para los pendejos?
¿Volveremos a consumir arte de manera tradicional? El cine, el teatro, el circo… ¿podremos volver a estar entre 200, 300 personas en un lugar cerrado, sin saber quién está detrás mío, al lado o delante, sin saber si hay enfermos, o viejos, o niños, o extranjeros… ¿cuánto tardaremos en poder disfrutar un evento en paz?
¿Viajaremos a lugares exóticos tranquilamente? Ir al sudeste asiático era una aventura elegida por miles de turistas del mundo, pero hay lugares mucho más salvajes y flojitos de cuidados sanitarios que también visitábamos con frecuencia. La China profunda, India, el centro de África… ¿nos vamos a animar a irnos lejos y solos, sin pensar en virus, barbijos, alcohol y cuidados extremos? ¿vamos a poder disfrutar de lo lindo que tenían esos viajes sin pensar?
¿Estaremos tranquilos en los aeropuertos? Núcleo concentrado donde pululan los que vienen y se van de todas y hacia todas partes del mundo, muchas veces nos toca quedarnos varias horas varados, en espacios comunes, en sillas comunes, tocando superficies comunes… ¿seguiremos estando tranquilos esperando nuestro avión?
¿Volveremos a asistir a cualquier evento público? Acá en Mendoza tenemos, por ejemplo, la época de Vendimia, donde durante varios meses hay cientos de eventos públicos y gratuitos que conglomeran gente; elecciones distritales, departamentales, recitales, cultura por los caminos del vino, bodegas, cenas, almuerzos, desfiles, bailes… ¿volveremos a asistir con la serenidad habitual o elegiremos sólo lo cercano y zonal?
¿Podremos descansar en un hotel o pasarla bien en un telo? Desconociendo la eficiencia del equipo de higiene del lugar, del cuidado de los elementos, de la desinfección de la habitación, ¿podremos descansar tranquilos en un hotel? ¿y en un telo? Donde el recambio es horario y el equipo de limpieza debe trabajar en tiempo record ¿vamos a poder disfrutar de un par de horas de sexo en una cama caliente, en una sábana usada por miles, en superficies tocadas por doquier?
¿Cómo vamos a saludar a los desconocidos? Los argentinos somos fraternales y efusivos al momento del saludo, yo a la mayoría de las personas las saludo con un beso, con un abrazo, con un acercamiento real… ¿estarán tranquilas ambas partes en ese momento? ¿se producirán amagues por una u otra? ¿eludirán nuestro cariño? ¿nos dirán “mejor no me saludes”’ ¿estirarán el codo anticipando nuestro abrazo? Que horror…
¿Podremos disfrutar del “folclore” de las reuniones sociales? Toda reunión social tiene su parte de “folclore” fraternal, el “comunitario” de la previa, el asador dándole de probar un corte en cocción a los comensales desde el mismo tenedor, la picadita previa donde todos manosean el fiambre, el compartir diferentes tragos o cervezas en un bar para probar, el dividir la tortita o la factura del café con el amigo, el agarrar cualquier vaso servido para echarle más vino o fernet… ¿seguirá siendo lo normal?
¿Podremos volver a consumir en masa? Cyber Monday en un shopping, Black Friday en un supermercado, descuentos de temporada en una tienda, inauguración de un outlet… ¿podremos volver a asistir a esas locuras consumistas como en los viejos tiempos? ¿perderá el comercio ese shock de ventas? ¿será lo mismo las colas eternas, las filas de gente, el manoseo de productos?
Estas son algunas de las preguntas que me hago, que espero que pronto, al menos… tengan respuesta.