Si hay algo que nos ha enseñado este proceso de confinamiento que estamos transitando es a ordenarnos socialmente y a rebuscárnolas con la tecnología para poder intentar seguir con el curso normal de la vida. De pronto nos dimos cuenta (o se tuvo que programar rápidamente) que todos los servicios se podían pagar desde el celular, no más colas en RapiPago, PagoFácil o bancos. Y hablando de bancos… nos dimos cuenta que con buenos sistemas digitales no vale la pena perder más una mañana entera en hacer un trámite. Aprendimos a cocinar, a hacer ejercicio en casa, a pedir comida como unos campeones, a conectarnos más y mejor vía medios virtuales. Las empresas comenzaron a ofrecer el envío de todos sus productos a puertas cerradas, dentro de vías formales, como Mercado Libre o redes sociales, como por vías más informales como un WhatsApp o teléfono fijo. Desde la comodidad de tu hogar y sólo con un celu podes tener casi el producto que se te antoje a los pocos días en la puerta de tu casa. Verlo en fotos o videos y leer experiencias del mismo por gente de todos lados.
Pagamos Netflix, Amazon, HBO, para prescindir del cine y la aglomeración de gente, Youtube o Spotify para escuchar música y no necesitar ir a un recital, Tinder para levantar, Zoom y WhatsApp para juntarnos a charlar con nuestra familia y amigos, Facebook, Instagram y Twitter para ver y charlar con el resto del mundo. Nos desacostumbramos a los restaurantes, a los findes bolicheros, a planear viajes sin rumbo, a salir sin reserva. El contacto social se redujo drásticamente, sobre todo con personas desconocidas, como los trabajadores de los negocios que frecuentábamos.
Entonces… ¿qué pasa con los empleadores, tanto públicos como privados, cuando están viviendo en carne propia el exceso de recursos humanos totalmente prescindibles que hoy tienen que mantener? ¿Qué se les está pasando por la cabeza, por ejemplo, a los filosos capitalistas dueños de bancos, viviendo esta realidad que les da como resultado el perfecto funcionamiento de todas sus entidades con un 10% de recursos humanos hoy carísimos? ¿Y las empresas de turismo, y los aeropuertos, y migraciones, y las embajadas, y los lugares que vivían del turismo? ¿Y al personal del sector Horeca (Hoteles, restaurantes y cafeterías) cuando actualmente es necesaria menos de la mitad de la planta habitual para que todo funcione normalmente “gracias” a la tecnología?
Está de más decir que el Estado tiene una enorme cantidad de recursos humanos totalmente inservible, ya es tema histórico en nuestro país… ¿pero qué pasará ahora que trabajando a menos de media máquina los municipios e instituciones (salvo salud y seguridad por motivos obvios) funcionan perfectamente con un muchísima menos gente? ¿Van a seguir contratando gente por política cuando no hay un centavo?
Todo el sector empresario se ha dado cuenta de la importancia de tener presencia virtual, de estar en Internet, de tener un sistema digital ágil para vender online. También se ha dado cuenta de la cantidad de personal del que puede prescindir, ahorrándose dolores de cabezas legales y sindicales, por sistemas lógicos, matemáticos que funcionan 24×7 con mínimo mantenimiento. Es una fría y cruda realidad, pero es así, por más empáticos que nos queramos poner.
Cuando pase el caos, las economías derrumbadas se vuelvan a poner en pie y los engranajes comerciales de las regiones vuelvan a su normal funcionamiento, ¿qué pasará con todo este personal al momento de reestructurar los costos de un negocio? Es increíble la demanda de sistemas de gestión de stock, logística y venta que hay hoy acá mismo en Mendoza, ¿qué va a pasar con todos los trabajadores encargados de estas áreas?
El covid nos enseñó a trabajar en casa, esperar, a hacer cola, a pedir turno, a hacer reservas, o salir en días específicos… todo esto le quita trabajo operativo a cientos de millones de recursos humanos que sin dudas quedarán desafectados entre este año y el que viene. Los empresarios buscan hacer guita, no beneficencia, y no necesitan de ninguna teoría universitaria o libro hipotético cuando tienen el conocimiento empírico de cómo sortearon la pandemia con muchos menos recursos humanos. Ya pasó eso de que “a la gente le gusta tocar lo que compra”… hoy la gente prefiere verlos funcionar en video y leer la experiencia del usuario en redes. ¿Para qué un supermercado va a seguir teniendo enormes espacios públicos dispersos en una provincia con miles de empleados cuando puede tener un solo gran centro operativo de distribución con tecnología de punta en compras online atendido por algunos pocos empleados? ¿Creen que a las generaciones venideras les encanta “salir de compras” y lo prefieren en vez de buscar en un market place? No señor…
¿Qué va a pasar con toda esa gente, por ejemplo, en Argentina? ¿Los absorberá el Estado? ¿Pasarán a engrosar las filas de los desempleados? ¿Lograrán subsistir por cuenta propia?
Creo que se vienen años duros, donde la generación de las personas laboralmente activas se la van a ver fulera. Esto se convertirá en una carnicería de trabajo, será cada vez más alta la vara para ingresar a una empresa y cada vez más difícil hacerse un lugar como emprendedor.
La única salvación es el estudio, el trabajo y la capacitación permanente. Nuestra generación deberá volver a estudiar, volver a capacitarse, ampliar su espectro laboral o perfeccionarse en algo específico. Tendremos que regresar a los libros, a las clases, a las horas culo de estudio, a la formación y capacitación, a las horas de perfeccionamiento, a la investigación y desarrollo, a pasar jornadas completas aprendiendo.
Hoy más que nunca creo en mi visión sobre las “cosas difíciles”. Hacer “cosas difíciles” es lo único que nos hace marcar la diferencia y hacer historia o prosperar. Se vienen tiempos duros, donde sólo los que sepan reinventarse y realmente esmerarse en cuestiones complejas van a poder progresar, aquellos que sumen horas a su CV, de estudio o experiencia, aquellos que sean pocos, capacitados, versátiles y conectados. Al resto se los va a llevar puesto la vida.