/Se volvió comercial

Se volvió comercial

El joven aprendiz de pintor que ayer mismo
Juraba que mis cuadros eran su catecismo
Hoy, como ve que el público empieza a hacerme caso,
Ya no dice que pinto tan bien como Picaso.
“El joven aprendiz de pintor” | Joaquín Sabina

Muchas veces escucho esa frase en alusión a algún artista, sobre todo en el ambiente musical. Debo reconocer que me pone los pelos de punta, me hace ver rojo. No es excluyente para las demás formas del arte. He escuchado sobre escritores que “se volvieron comerciales”, sobre directores y hasta compañías de baile. Incluso esta gentuza llega a dejar de disfrutar del artista en cuestión (o consumirlo en soledad con ánimos de no ser vistos o juzgados por sus colegas “culturosos”).

Utilizar esta frase para menospreciar el arte me parece una estupidez soberana y una falta de respeto al trabajo del artista. Esto viene en la genética del choto promedio, condensada en dos partes que generan este resultado espantoso y los lleva a opinar así. Estas son:

1- Creer que el trabajo es sinónimo de esfuerzo físico.

Por una cuestión socio cultural tenemos la tendencia a etiquetar a los artistas como personajes vagos, sin ánimos de progresar y con una tendencia hacia el onanismo y la falta de compromiso. Nuestros conceptos de “trabajo” se atañen a una persona que indefectiblemente deba estar entre diez y doce horas diarias, seis días de la semana, metido en una oficina o con una pala en la mano. “¡Eso si es trabajo! ¡Eso sí es esfuerzo!”

Ahora… un tipo que está uno o dos años escribiendo un libro, varios meses componiendo una canción, dos o tres años perfeccionando una escultura o pintando un cuadro no está trabajando… se está rascando las bolas. Claro… eso no es trabajo para el opinólogo promedio, quien seguramente te manda “a trabajar”, porque no haces lo mismo que él.

2- Creer que ser artista no es trabajar.

Entonces lo primero que juzgamos es el tipo de trabajo del artista, ligándonos a las opiniones de nuestros padres y abuelos que aseguraban que “eso” no era trabajar.

El trabajo dignifica, eso todo lo sabemos, pero no es esta cuestión la que prima en nuestros preconceptos, sino que el trabajo es lo que te da de comer, es lo que te permite “ser alguien”, porque mediante el trabajo podes “comprar cosas”. Para algunas personas (por suerte cada vez menos) sos “alguien” mientras más “cosas” tenes. Entonces, uniendo un poco las ideas, no se puede concebir que ganes dinero con algo que no es considerado trabajo. O sea… si tu medio de vida es el arte, sos un suertudo, un chanta o vivís en un país generoso, porque el arte no es trabajo.

Bajo esta mirada, está mal visto cuando el artista logra por fin lucrar con su profesión, como cualquier persona debería poder. Si deja de ser un matado del under y pasa a hacerse popular y famoso, salta una horda de fundamentalistas del jipismo a darle con un caño y, sin lugar a dudas, a tildarlo de “comercial”.

Entonces, cuando lo que hacía el artista le gustaba a tres pelagatos distinguidos en el ambiente con olor a museo de una ínfima porción del mundillo cultural, éste era una maravilla, un genio. Ahora, si el tipo logra que lo siga mucha gente, que varios compartan su creación y que se haga popular su obra, se ha vendido al stablishment, se comercializó, perdió su magia. Como si la exclusividad de ser consumido por unos pocos diera un halo de misticismo sobre la obra del artista, como si la popularidad tiñera de ordinario o mundano el trabajo del tipo, y que comience a lucrar con su labor fuese una traición.

Creo sinceramente que todo artista trabaja principalmente para si mismo, para encausar sus sentimientos internos mediante el arte, canalizando sensaciones. Pero también estoy convencido que todo artista lo que más quiere es poder mostrarle al mundo su obra, su creación, su magia. Los músicos quieren ser escuchados, los escritores leídos, los actores vistos, etc. Si en ese proceso el artista es bueno en lo que hace, le va a gustar a más gente, por ende va a poder vivir de lo que le apasiona. Y ese proceso no solo va de la mano de su creatividad, sino de enfocar al arte como un trabajo, planificando, organizando, dirigiendo y controlando su obra. No solo hay que saber crear para ser exitoso, sino que hay que saber comunicar, transmitir y llegar al público, ¿sino cómo van a saber de nosotros?

También creo que hay una enorme cuota de envidia por parte de colegas que se asilan en esa nefasta calificación para defenestrar el laburo (y el éxito) de los demás.

Una de las satisfacciones más grandes del ser humano y una de las razones de ser es poder vivir dignamente de lo que lo apasiona. Sea lo que sea. Personalmente desprecio a un millonario que vive de lo que no le gusta y pondero al humilde que la rema para ser alguien haciendo lo que le gusta.

Así que brindo por todos aquellos artistas que se vuelven “comerciales”, viven de lo que les gusta y son escuchados por las masas. Me encanta verlos disfrutar del éxito, ganar plata y ser populares. Que los elitistas del arte, su envidia, su incapacidad y su burguesía con olor a culo se fagociten en su cochina miseria. Sabina lo expresa perfecto en esta canción…

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