Por esos extraños motivos de la vida, consecuentes con el ritmo vertiginoso y acelerado del mundo actual, dentro del cortejo estandar entre dos individuos, se ha vuelto (hace tiempo) moda el hecho de transferirse algún tipo de archivo audiovisual tendientes a cierto erotismo, como una foto sin remera, una pose sugerente, o un beso al viento, como así también a la pornografía directa, como una foto en pito o un ingreso tripartito de dedos en alguna zona erógena de la fémina. A este ida y vuelta pseudo sexual en el que nos vemos sumidos, se le suman algunos aderezos más y menos intensos, como chats hot, audios subidos de tono y videos porno amateur.
No me voy a poner en el lugar de crítico fascista con olor a óxido y tildar a la modernidad como una panda hereje de incestuosos paganos, o como una turba de promiscuos mequetrefes ávidos de copular en falso, porque no me incumbe y porque, quizás, vaya uno a saber, yo haya enviado o recibido alguna parte impúdica del cuerpo humano.
El gran problema de este moderno asunto, que a tantos hombres y mujeres les trae desde dolores de cabeza, hasta la ruina completa de una construcción de vida, es cuando este tema del ámbito privado se hace público. Sucede que todos, por una cuestión de conveniencia, por empatía con la víctima o por venganza contra el victimario, nos ponemos en papel de jueces y nos adjudicamos el derecho a opinar sobre el culebrón en cuestión.
Entonces, cuando una despechada sube las capturas de pantalla donde el pibe le pide que le meta un dedo el en ojete, saltamos todos a comentar que el pibe es puto, que el pibe es re Latorre, que tiene vértigo en la cola y nos le cagamos de risa. Por otro lado, si un cobarde sube el video garchándose a una mina que queda escrachada por completo con el flash del celular, compartimos el video en wasap, lo almacenamos para su posterior utilización onanista y muchas se sorprenden y catalogan de inmediato de “puta” a una mujer que está haciendo las mismas cosas que ellas hacen. Esa gente queda a merced de una interminable lista de hipócritas que se creen con el derecho de juzgar el accionar ajeno, se ponen la sotana de santurrón y señalan con el dedo mala leche al personaje en cuestión.
Entonces, si a mi me gusta que mi pareja me faje mientras le digo cochinadas y esto se hace público, a los ojos de terceros mi pareja ejerce violencia física y yo verbal; si me gusta que me sondeen el local del fondo, soy puto; si la mina ama el sexo oral, es petera; si grita, es actriz; si le gusta que la escupan, es una vergüenza para el género; si me gusta que se vista de colegiala, soy violín… porque claro, la gente quiere el morbo pero no piensa en ningún momento en los códigos internos.
Cada pareja es un mundo, cada pareja tiene el derecho de hacer y deshacer lo que se le plazca en lo privado, con el consentimiento de ambos, sin involucrar a terceros de forma obligatoria. Es completamente aborrecible y totalmente reprochable la persona que decide romper ese código, esa intimidad, esa cuestión privada y, por bronca, despecho, ira o lo que fuese, hacerlo público.
Ambos corren el riesgo de perder la familia, el laburo, el status, arruinar sus carreras, su trayectoria, su imagen y quedar expuestos ante una población sedienta de puterío, creyentes de poseer la potestad de opinar, injustos al olvidar que son cuestiones íntimas e hipócritas por no reconocer que quizás hagan exactamente lo mismo con sus vidas privadas. Sobre todo en un pueblo como Mendoza, porque no somos más que eso, un pueblo grande.
Entonces, resumiendo queridos amigos, mi primer recomendación es que intenten evitar el envío y almacenaje por cualquier vía de cualquier documento comprometedor, cuídense de propios y ajenos (porque puede pasar que te roben el celular y te hagan un escrache extorsivo) y, como segunda recomendación, si no podes evitar este asunto (porque te encanta o porque no se te da el orto), no cometas la indignidad espantosa de publicar tu intimidad con los demás, porque vos también fuiste parte y porque vos también quedas como una mierda. No seas tan hij@ de puta. “Los trapitos se lavan en casa” y un simple estado de facebook puede tener consecuencias terribles que jamás esperarías…
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