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Ser travesti en Mendoza

Vos podes elegir que comer, que ropa ponerte, que color te gusta, donde irte de vacaciones y mil cosas más, pero hay algo que no podes elegir… tu sexualidad. Yo no me hice travesti porque elegí serlo, sino que fue algo que sentí desde el día que tengo uso de razón. Un gay no decide a partir de cuando le empiezan a gustar los varones, sino que desde que tiene conciencia lo siente, si decide cuando contarlo. Una lesbiana igual, no elige enamorarse de una mujer, sino es algo que le pasa y no lo puede controlar.

Muchas veces nos pasa que no queremos aceptarlo, que la misma sociedad nos presiona para que no liberemos nuestros sentimientos, pero llega un momento que todo colapsa, todo explota e indefectiblemente tenes que “salir del closet” si no queres padecer una tortura psicológica que te estresa a niveles destructivos.

Yo no elegí ser travesti, simplemente un día me miré al espejo y no me reconocí como hombre, no me sentía a gusto con mi cuerpo de varón, no me atraía el sexo opuesto. Siempre me sentí mujer y esto no es algo que yo elegí, como quizás vos no elegís de quién enamorarte o por quién sentir amistad, pasión o fraternidad. Si elegí dar un paso adelante, si elegí jugármela, si elegí ser quién siento y no quien naturalmente fui. En eso si ser travesti fue mi elección, en el hecho de olvidar al hombre que fui para convertirme en la mujer que soy. En la mujer que siempre sentí que era, desde el momento que nací. Yo no elegí tener pito, pero si elegí ser quién mi sentimiento dictó.

Ser travesti en Mendoza (y en cualquier parte del mundo) es muy difícil. Y la cuestión de salir a la calle y que todos te miren raro no es lo más complicado, eso es un tema que con el tiempo se soluciona y poco a poco te deja de importar, el gran problema es poder ser alguien, poder desarrollarte como persona, poder entrar en el circuito bancario, poder formarte, especializarte, trabajar y prosperar.

Muchas de nosotras no elegimos prostituirnos, pero ante la desesperación y la asfixia de no poder ser alguien, indefectiblemente caemos en ese rubro. Es cierto que se puede, algunos ejemplos son el de la Turca Glamour, el de Carolina Jacky o el de Caro, la dueña de La Reserva, pero son tres en miles…

Padecer el secundario es una cosa, pero pretender ir a una universidad es completamente distinto. Sufrimos discriminación y burla desde el momento que pisamos el establecimiento, por parte de alumnos, profesores, directivos, etc. Por otro lado algo nos tortura… ¿se harán atender por mí si soy doctora?, ¿me contratarán si soy abogada o contadora?, ¿podré ser maestra o profesora? ¿se dejarán revisar por una oculista travesti? No queridos… la verdad es que no, el horror a no ser tomada en serio luego de estudiar diez años es insoportable. Y ni hablar de trabajar. Nadie quiere a una travesti en su negocio de ropa, en la caja de su comercio, en la administración de su oficina, en la recepción de su empresa. ¿Han visto en la provincia una travesti atendiendo un local? No, no hay.

No hay que ser hipócritas, discriminar no es solamente insultarnos o violentarse con nosotras, sino mirarnos raro y no confiar en nuestra capacidad como personas, minimizando todo al sexo, a lo visual.

Entonces se hace muy difícil para nosotras crecer, prosperar, ganar guita. Porque nos gustan las mismas cosas que a vos, nos gustan las casas, los autos, los viajes y la estabilidad económica. Nos gustaría tener sueldo, obra social, estar en blanco y poder laburar ocho horas por día como vos, como cualquiera. Nos encantaría poder trabajar en un banco, en un café, en un estudio o en una multinacional. Y se hace muy difícil conseguirlo. Incluso si somos de familia bien nuestras propias familias no se animan a dejarnos participar en los negocios familiares, por miedo o vergüenza al qué dirán. Entonces la plata comienza a escasear. Y si a eso le sumamos el condimento de “la noche”, listo… caímos en la trampa.

Las travestis nos pegamos a la noche porque nos sentimos menos observadas, pasamos más desapercibidas, ahí podemos ser nosotras, podemos manejarnos con mayor libertad que a a luz del día. A muchos les gustan las travestis y buscan el refugio de la luna para dejar correr sus instintos, porque de día no tienen los suficientes huevos como para divulgar sus gustos. Entonces se produce un cóctel explosivo: la noche como cobijo, más la demanda masculina, más la falta de dinero… hola prostitución, chau vida sana. Y cuando empezamos a ganar guita en serio con este tema, sumado a la imposibilidad laboral, se nos complica mucho la vida.

Se hace muy difícil ganarnos dignamente el pan, día tras día nuestras posibilidades se van cortando, vamos dejando sueños de lado y solo nos amparamos en tener lo básico, entonces muchas veces caemos en pozos depresivos y anímicos muy duros, sumado a las heridas que llevamos una vida acarreando. Y nos terminamos convirtiendo en muecas tristes de todo lo que quisimos ser y no pudimos.

Somos igual que vos, queremos lo mismo que vos, nos gusta lo mismo que a vos y nos merecemos lo mismo que vos tenes, ni más ni menos, vos no elegiste ser heterosexual, nosotras tampoco elegimos ser travestis, pero vos si podes elegir que queres ser y nosotras luchamos por poder elegirlo igual que vos. No pedimos que nos tengas compasión, piedad, respeto, amor o paciencia, simplemente pedimos tener las mismas oportunidades que tienen todos. Esta es nuestra lucha utópica.

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Escrito por Emmanuelle «La Panterita» Ruíz para la sección:

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