—La fidelidad hacia tu pareja, se puede comparar con el fútbol, nadie le es infiel a su equipo —dijo Mauro convencidísimo en una conversación entre amigos.
Claro que Mauro podía opinar lo que quisiese, pero yo me preguntaba cómo era que podía llegar a hacer esa comparación. ¿A caso podía ser tan insensible? ¿Cómo es que le daba lo mismo? O tal vez haya largado la frase sin antes analizarla.
Cuándo uno le es fiel a otra persona, del otro lado, hay un corazón que late y bombea sangre, que alberga sentimientos y emociones, no hay un club y una cancha.
La fidelidad en la pareja, y hago esta aclaración porque es acerca de este tipo de fidelidad de la que deseo hablar, para mí es la más compleja, y no se puede comparar con el fútbol, ni con la religión, ni con tu trabajo, ni con serle fiel a tu cantante preferido, ni a tu escritor favorito,… Porque en ella existe un pacto entre dos seres humanos que se han elegido, que han apostado a un proyecto de vida juntos y hay una complicidad entre ellos. Es acá dónde yo veo un cómplice con quien uno acuerda algo. En el fútbol, ¿tu club favorito es tu cómplice?, ¿qué acuerdo hicieron?
Es muy fácil serle fiel a tu equipo, pero no así a tu pareja. No es lo mismo relacionarse con una persona, porque cuando ciertos conflictos aparecen, pueden hacer tambalear la fidelidad entre ambos. Cuando la cosa se pone fea y la complicidad se está yendo al carajo, te dan ganas de echar por la borda el compromiso que un día aceptaste. Acaso River, Boca o el Tomba te pregunta: ¿A qué hora volviste? ¿Con quién estuviste? ¿Le miraste las tetas a tu compañera? ¿Te gusta el fulanito ese que lo mirás tanto?
Y cuándo llevás varios años al lado de alguien y aparece la malvada y cruel rutina a acechar sin piedad, ¿no se corren riesgos de infidelidad?
En el fútbol no existen este tipo de conflictos que solucionar, ni estas rutinas que soportar. Es un amor (si se puede llamar así) incondicional, y lo vas a bancar de por vida, pase lo que pase. En cambio el amor entre dos personas, es condicional, ¿o seguirías al lado de alguien por más tristezas que te de?
La fidelidad es un tema muy difícil de definir, porque es tan subjetiva, como propia de cada persona.
¿Cuándo dejamos de ser fieles para convertirnos en infieles? ¿Qué es leal y qué no? ¿Qué es moral e inmoral? ¿Qué está mal y qué está bien? ¿Cuándo deberíamos tomar la decisión de alejarnos de alguien? Las respuestas a estas preguntas deben de ser tan variadas como personas en el mundo. Cada cual es fiel a sus principios. La escala de valores es tan diferente entre una persona y otra.
A la fidelidad e infidelidad, no deberíamos por qué juzgarlas, cada cual toma sus propias decisiones, y nadie conoce cómo viven los demás. No debiéramos estar ni a favor ni en contra de ninguna de ellas, porque cada una va a depender de la realidad de cada persona.
La infidelidad no es ni buena ni mala, y si no pensemos en Francesca, la protagonista de “Los puentes de Madison”. ¿Quiénes de los que vieron la película juzgó a Francesca de traidora, infiel, mentirosa y desleal cuando se entregó a los brazos de otro hombre que le puso color a su vida? ¿Quién no deseaba que Francesca abriera la maldita puerta de la camioneta, se bajara, abandonara a su indiferente marido y se fuera con Robert a vivir su historia de amor con él? ¡Ninguno! Porque conocían su vida aburrida y monótona que llevaba al lado de un marido que, aunque bueno y trabajador, jamás le prestaba atención, no le importaban sus gustos ni sus sueños, no la invitaba a charlar, ni a salir, casi ni compartían momentos juntos. Pero a pesar de ello, y para desilusión de los espectadores. Francesca decide quedarse con su esposo y sus hijos. Muchos la tildarían de haber sido infiel con ella misma, pero por más bronca que nos haya dado su decisión, ella le fue fiel a sus principios, a su fuerte sentido de responsabilidad hacia su familia. Y para ella estuvo bien, porque de igual manera, no podría haber sido feliz con Robert, si para ello tenía que abandonar a su familia. (Recomiendo la película o el libro, tanto a mujeres como a hombres).
Definitivamente no puedo comparar la fidelidad en la pareja con el fútbol, porque a tu equipo le vas a ser fiel toda la vida así baje a la B y te de más tristezas que alegrías, y eso está bien para todos los fanáticos. No te cambiarías a otro club por más mal que le esté yendo al tuyo, y de hacerlo te llamarían un infiel por siempre. En cambio en la pareja, no es tan así, no estás obligado a permanecer al lado de alguien que no te haga feliz, o que sea indiferente, o te maltrate, o te haga llevar una vida oscura como la de Francesca. En casos así, se debería contemplar la posibilidad de alejarse y tomar otro camino.
No obstante pienso que frente a las crisis, los conflictos, el largo tiempo que estemos al lado de la misma persona y cueste a veces romper con la rutina,… si a pesar de ello todavía sigue mirándote de esa manera que te derrite, si sigue tomándote la mano en la mesa de un restaurante para llevársela a los labios, si te invita al jardín en una noche de verano con dos vasos de cerveza en las manos, si su perfume sigue encendiéndote como aquellas primeras veces hace ya muchos años, si sus manos siguen enloqueciéndote cada vez que te acaricia y sobre todo, si todavía hay amor y deseo; no todo está perdido, creo que vale la pena seguir apostando por él… o por ella.
Escrito por Lore para la sección:
Como metafora si es posible la comparacion,no es igual,pero si se puede comparar en cierto modo..sacando algunas obviedades,una vez tire una teoria parecida a la que dijo mauro jaja..y no es que la largue sin analizarla al menos en mi caso,pero como dije fue algo metaforico..pero que hay varios puntos de comparaciones y puntos en comun los hay!!..,
El amor al equipo de fútbol es un amor no correspondido, por eso nadie le es infiel. Pero hay un solo amor, y es nuestro, lo tenemos nosotros. Cada persona nos lo estimula de manera diferente a que lo demos: un hijo nos motiva amar de una manera, un amante de otra, un amigo de otra, etc. Si hubiese muchos tipos de fidelidades estarían escritas en alguna parte, al menos en el diccionario. Hay una sola fidelidad y es a la palabra de uno mismo. Cuando uno es infiel es infiel a lo que dijo o acordó. No es infiel a algo, ni a alguien, es infiel a lo que acordó. Hay una sola fidelidad, pero hacemos acuerdos múltiples, y con algunos acuerdos podemos ser fieles y con otros podemos no serlo. Al amor no-correspondido no se le puede ser infiel porque no hay acuerdo, es una parte la que acuerda amar al otro que esté en silencio, mudo. El hincha de fútbol ama tanto a su equipo que lo lee en los diarios, lo sigue a las canchas, a los entrenamientos… Claro, pero no es amor, es una pasión. No porque sea un equipo de fútbol, sino porque no es correspondido, entonces ahí no hay amor, lo mismo que cuando un hombre ama a una mujer que no la ama o viceversa, eso es una pasión, ahí no hay amor, hasta puede ser una obsesión. Pero la fidelidad es indiferente al amor, a la pasión, al deporte, a los negocios… La fidelidad es ser fiel a la palabra, o a un estilo, o a una copia de algo… y solo eso. Francesca en algún momento es infiel, ya sea a ella misma cuando está con Robert, o cuando se queda con el marido. Pensar que Francesca hizo bien o mal es idealizarla. Francesca hizo lo que pudo, y si hubiese sido por ella habría hecho algo más, pero o no tuvo valor, o le ganó la culpa, o sí tuvo el valor de hacer lo que hizo, o lo otro le daba culpa. Fin de la cita.
Se nota que Mauro… la tiene clara.