/Si me dejaras quererte: la vuelta de Diana

Si me dejaras quererte: la vuelta de Diana

La tarde se iba poniendo gris, a lo lejos se comenzaba a apreciar un olor a lluvia inminente y yo solo podía pensar en él. Llevo horas sentada en este banco, en esta plaza, aún no recuerdo si en algún momento he vuelto a casa o estoy aquí desde hace una semana cuando mi vida quedo en pausa. ¡Dios!, que difícil es decidir si quedarme en esta pausa y pensar siempre en “¿Qué hubiera sido?” O darle rienda suelta a lo que siento y asumir las consecuencias de que puedo ser muy feliz o puede fracasar… una vez más… siento a mi corazón pedirme a gritos que lo saqué de este callejón de sombrías dudas. (Diana pensaba casi en voz alta)

Diana debía tomar una decisión, había en ella un destello de esperanza que la obligaba a ser honesta con sí misma, sabía lo que sentía por aquel hombre que una semana atrás la había visto marcharse del café “Isaac estrella”, pero también sabía que con el correr de los años vividos y las malas experiencias en el tema, debía pensar bien qué iba a decir y decidir. Como toda mujer que ha sufrido, conocía toda clase de hombres que pasaron por su vida desde aquel que le enseño a valorarse por sí misma hasta esos que llegan como una suave brisa y se marchan como un huracán. Pero este hombre en particular le traía el corazón en jaque mate, dejarlo entrar en su vida era permitirse ser amada y le causaba suma curiosidad el saber y el sentir si eran de verdad todos esos sentimientos que él con tanto fervor le demostraba. Pero la conciencia no es muda y cuando grita sabe hacerse escuchar y en estos momentos le repetía como mantra: “razón sobre corazón, lógica sobre sentimientos”. Esa forma de pensar y de jugar siempre en el lado que ella conocía le había servido de mecanismo de defensa puesto que le propinaba estabilidad emocional y es lo que todos, más o menos, buscamos tener en la vida. Su pelea interna había comenzado tal cual caricatura sentía que tenía un ángel sobre su derecha y un diablo a su izquierda y ambos opinaban…

– ¿Cómo hago para decirle que lo amo, como lo dejo entrar? ¿Cómo es posible que quiera hacerlo parte de esto que es vida y aunque no sea mucho, es mía? (Diana pensaba y batallaba sin cesar con su conciencia)

Recordaba cada vez que lo miraba y se dejaba perder por instantes en sus ojos color hazel (entre verdes y miel) donde podía verle el alma, era la cualidad favorita de aquel hombre según ella: poder verle el alma a través de los ojos y saber que no miente. Sin embargo, en su terca tempestad, aún no veía posible el amarlo del todo.

Desde su posición estratégica en la plaza, diana podía ver el gran ventanal del frente del café y detrás de ese gran vidrio se veía la figura de aquel que esperaba respuesta, como todos los días y siendo un tanto predecible, a la misma hora… él pasaba a tomar su media tarde para luego irse a su casa. Siete días llevaba ella observando, pensando, tratando de decidir, extrañándolo, combatiendo día y noche con su ser interno… recordaba la cantidad de veces al día que miraba su celular, más precisamente su whatsapp leyendo sus estados, escribiendo y borrando mil veces al día el mismo mensaje; “te extraño” “ te amo” y así miles que nunca se animaba a mandar. Tuvo un momento de claridad, su corazón venció a su conciencia, tomó valor, cruzó la calle e ingreso al café con una decisión, sin detenerse, sin tropezar fue derecho a la mesa donde se encontraba aquel hombre que aún mantenía la mirada perdida en algún punto de la mesa frente a él, al verla dijo:

– ¡Diana! Que sorpresa, no sabía que ven… este, yo… no se, sssentate. (Era un tartamudeo constante y un nerviosismo impresionante el que lo aquejaba)

– Hola, no, no quiero sentarme… he venido a darte una respuesta y se hace tarde para ambos. (La voz de Diana sonaba más firme que nunca, fría y decidida)

– Está bien, decí lo que tengas que decir lo más rápido posible… apunte y dispare no más. (Resignado volvió a bajar la cabeza)

– Dos cosas: “Te Amo” y “vámonos”… (Una sonrisa se escapó de entre los labios de Diana)

– ¿Qué?… yo también te amo, pero irnos ¿A dónde?… (Dijo él casi parándose de la mesa, la verdad es que poco importaba adonde irse)

– Vámonos, amor, a ser felices que se hace tarde el camino es largo y yo quiero caminarlo con vos.

Cuentan que los vieron salir del bar de la mano y sonrientes y se largaron a la vida…

FIN

(Admito que para escribir esta nota necesitaba de un pensamiento femenino, por eso pedí la ayuda de una dama muy importante y querida para mí. GRACIAS V.V. por tu colaboración)