He escuchado y leído más historias de las que ustedes pueden imaginarse en cuanto a ex parejas se refiere durante mi corta edad. Y aunque esté escribiendo esta nota con insomnio a las 5 de la mañana porque no paro de pensar en mi ex, no significa que carezca de sentido, al contrario, dice más y es tal vez una de las notas más productivas que mi coeficiente ha podido tipear. Porque hablar de nuestro ex es incluso hablar de nosotros mismos, porque nosotros los elegimos alguna vez.
Cuando cortamos con nuestro ahora ex, lo hacemos con la idea ferviente de no tener que verlo ni escucharlo hablar nuca más, si pudiéramos pedir una perimetral para que se vaya “lejos lejos donde cagó el conejo” sería ideal para vos que no querés verlo/a ni en las fotos que se tomaban poniendo piquito de pato frente al espejo o del último cumpleaños que pasaste con él/ella.
Pero mis adorados especímenes, hay veces en las que cortamos con nuestro ex de la pelvis para arriba. Me entienden ¿No? Hay veces en las que no podemos ni escuchar que alguien pronuncie su nombre peeeero a la hora de garchar recordás que fue de lo mejor que pasó por tu vida. Jurás que había química, sobraba piel y te convencés con que nunca vas a poder sacarte de tu cuerpo el aroma de su perfume que tantas veces te hizo viajar cuando rozabas su cuello, donde te perdías por horas viajando y encontrando un lugar mejor.
Y nunca lo había, de hecho, para vos hoy no lo hay, no existe. Por eso a pesar de admitir que tu ex fue lo peor que le pasó a tu vida, no podés desprenderte del frenesí que se producía cada vez que se tocaban, de la magia que entre sus cuerpos se producía y el polvo de estrellas que se despertaba con cada caricia, con cada beso y cada mordida.
Incluso aunque el chabón o la mina te haya hecho más daño que el día que viste que era tu viejo el que se disfrazaba de papá Noel cada noche buena después de clavarse tres botellas de sidra Rama Caída. A pesar de todo eso deseás que esos encuentros nunca acaben. Lo mejor que te puede pasar en estos casos, es que sea solo una cuestión sexual y después te vistas y te olvides de que alguna vez te sacaste todo.
Darle lugar a la pasión y a la lujuria está bueno para ustedes dos que antes de cortar hacían el amor como dos extraños que apenas se tenían un poco de confianza. Cualquier cosa era demasiado. Es ahora, en su separación, que se volvieron dos fanáticos.
Lo malo es cuando uno de los dos intenta suplir la falta de compañía por unas noches de sexo sin amor con tal de aferrarse a la idea de que el amor del otro por vos nunca dejó de existir, que no te dejó de amar y que no va a hacerlo jamás porque “hacen el amor”.
Cuando te volvés preso/a de su piel pero no solo carnalmente sino involucrando al corazón, con ese que nunca te dio tregua y te hace malgastar noches noches enteras con un insomnio desmedido, intentando encontrar otra excusa para proponer otro encuentro íntimo sin que la otra persona se entere de que seguís enganchada/o hasta los huesos de alguien que desde el principio te advirtió que iba a ser solo un juego, que no había que involucrarse porque no van a volver nunca.
Como dicen la canción que todos odian, pero muchos cantan a las seis de la mañana en el boliche con grados de alcohol en sangre “si vos querés la pasamos bien pero tranquilo que no hay por qué, ponerle nombre o clasificar. Disfrutemos hoy, mañana se verá” ¡las boooolas! Porque en tu caso mañana es ahora y estás hasta las manos.
Cuando el amor se termina no hay más nada por hacer, no existe magia ni cantidad o calidad de sexo que lo retenga. Aunque seas mucho mejor que Natacha Jaitt y tengas toda su experiencia. Si no va más, no va más. ¡Game over gil/gila! Y te la bancás. Que nadie se murió de amor, o al menos no vivió para contarlo. Yo estuve a punto de acceder a unos encuentros por algunos “te amo” mentirosos que pudiera robarle durante el acto cuando están cerebralmente perdidos, pero iba a ser en vano, él ya no me ama y no va a volver a hacerlo jamás. Lo mismo pasa con vos. ¡Let it be!
Si te parece que vas a pasarla bien y vas a disfrutarlo y nada más, mandale fruta. Si seguís enganchada y vas a padecer cada vez que él se vista, pague el telo y te deje en tu casa con la sensación de que fueras cualquiera que le prestó sus servicios ad honorem mejor no lo hagas. Pero no puedo terminar esta nota sin decirle a todos aquellos que se creen imprescindibles a la hora de ponerla que no lo son. Si no fueran tan salames sería un placer terminar juntos, en todos los sentidos. Sean felices y a la gilada ni cabida.