El pasado lunes, Tomás Vidal, un egresado de la Universidad Siglo 21, con el título de Licenciado en Comercio Internacional, se convirtió en trending topic, después de que no tuviera mejor idea que festejar su graduación disfrazado, a modo de burla, de mujer víctima de femicidio y violación.
Trascendieron imágenes de Vidal en las que se lo puede observar a las risas, envuelto en bolsas de plástico, una soga al cuello, y el pañuelo distintivo de la legalización del aborto, posando dentro del gran marco simbólico que simula un portarretrato para ser fotografiado, y levantando un cartel con la leyenda “La culpa no era mía”.
El hecho generó un repudio masivo a través de las redes sociales. Y, según se difundió, además, y para sorpresa no grata del feliz egresado, la Universidad tomó rápidamente cartas en el asunto y uniéndose al repudio, inició un sumario en el que estableció las debidas sanciones: retirarle el título a Vidal, quien deberá hacer otra vez la tesis y cursar una materia sobre violencia de género.
La gran mayoría, a la que me sumo, debe de estar de acuerdo en que su conducta misógina, refleja la carencia de valores en relación a la solidaridad con la lucha feminista, teniendo en cuenta el lamentable número de femicidios ocurridos en Argentina. Está fuera de toda discusión que, no sólo fue una idea estúpida, sino una muestra del poco don de ser humano, un claro ejemplo de mal hombre.
Pero lo que sí pretendo poner en discusión, son las medidas tomadas por la Institución. ¿Está bien que las haya tomado? ¿O debería haber hecho la vista gorda?
Porque, seamos sinceros, cada quien con su escala de valores y sus ganas de reírse de lo que se le antoje. Como, recientemente, miles se rieron y burlaron con memes incluidos, del ladrón que fue atropellado por el móvil policial, minutos después de que asaltara y golpeara a un adolescente en la calle.
O, ¿por qué está mal reírse de las mujeres asesinadas y está bien burlarse de los abortos? Si a Vidal se lo sanciona, entonces se debería sancionar también a las activistas feministas que frente a las Iglesias, hacen una dramatización en la que simulan practicarle un aborto a otra mujer que caracteriza a la Virgen María. Porque una cosa es luchar por la despenalización del aborto de forma seria e inteligente, y otra hacerlo burlándose de un acto que, según su propio discurso, es una decisión difícil de tomar y a la vez dolorosa. Se supone que la mujer no va feliz a practicarse un aborto, por lo que las burlas son de muy mal gusto.
Es sorprendente y a muchos nos causa malestar, que una parte de la sociedad con aires de superioridad y moral intachable, se empeñe en decirle a la otra lo que está bien o mal, lo que debe opinar, sentir, decir y cómo decirlo, y hasta de qué puede o no reírse. Incluso por quiénes debe o no tener piedad, que dicho sea de paso sobre esto último, tiene preferencia por sentir piedad por los delincuentes y no por las víctimas de éstos, por citar un ejemplo. Pero este es otro tema que merece un análisis aparte.
En lo personal, repudio absolutamente la conducta de Tomás Vidal, porque atenta contra las mujeres y sus derechos, y apruebo el accionar de la Institución.
Pero lo que me resulta inadmisible es que en cuestiones de moral y según su conveniencia, esta sociedad imperante y políticamente correcta, sea de forma arbitraria, tan severa con unos y tan floja con otros.