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Un día de trabajo fogoso

Jueves, día de locos en el trabajo. Un teléfono que no para de sonar me taladra las neuronas. La planilla de Excel decide que ahí no puedo ingresar un dato más.  Mi jefe que me llama al celular. El mal humor se instala en mi ceño fruncido. Siento unas inexplicables ganas de revolear todo lo que tengo sobre el escritorio. Stop.

Me reclino en la silla. Respiro profundo. Descuelgo el teléfono. Busco entre las pestañas del explorador mi página favorita: Facebook. Y ahí detecto el siguiente mensaje:

13:10 

Pepe Honguito

No sabes lo lindo que es hacerte el amor.

Desnudarte…

seguir los mensajes de tu cuerpo,

tus movimientos que me indican lo que tengo que hacer.

Ver tus manos que se aferran a las sábanas,

tu cabeza que se inclina dejando tu cuello al descubierto y

tus orejas desnudas mientras esperan un beso apasionado.

Tu piel me indica que quiere más caricias…

tus músculos, que los trate con más fuerza.

Tu cola redondita espera que la agarre con mis dos manos y la separe,

dejando despejado para pasar mi lengua tibia…

Tus piernas se ponen duras y levantan la cadera,  indicándome cómo

debo empezar a penetrarte.

Sentirte húmeda, calentita, agitada, jadeando, mirándome de reojo como

pidiéndome que te penetre fuertemente hasta el fondo.

Sentir como mi pene juega con tu vagina,

y ella, como si lo estuviera besando, moja solo la cabecita.

Me encanta sentirla bien calentita, mojada…

mientras entro sin resistencia, y siento en mi pene un calor abrasador…

Sentirte jadear.

Sentirte gozar.

Sentir que estallas en tus orgasmos.

Tus movimientos de cadera…

Tus manos cerradas, aferradas a la cama…

Tus ojitos cerrados, tus labios mordiéndose entre sí…

Tus sonidos de placer…

Cómo no te voy a extrañar….

Mientras termino de leer me incorporo en la silla, me aclaro la garganta tratando de disimular el jadeo y el agitado movimiento de mi pecho que sube y baja tratando de meter aire en este cuerpito que ya roza los 42 grados de temperatura.

Veo que mi escribiente está conectado. Con manos temblorosas alcanzo a teclear “…me querés matar de un orgasmo masivo…”. Ni bien le doy a la tecla ENTER, veo que está escribiendo.

No contento con haberme agitado la mente y el cuerpo, mi escribiente redobla la apuesta, anticipándome cómo sería nuestro próximo encuentro.

13:14

Pepe Honguito

Estoy pensando en agarrarte con fuerza,

cerrar la puerta y bajarte el pantalón desesperadamente,

arrancarte  lo que te quede puesto y afirmarte contra la pared,

separando la cola con mis manos y penetrándote fuertemente

mientras te agarro de los pelos…

esperando que me regales uno de tus orgasmos que me llenan el alma de

placer…

A estas alturas mi vagina se agita en espasmos regulares y se humedece sin control, mojando la entrepierna de mi pantalón. No puedo controlar los movimientos continuos de mi pelvis que refriegan mi vulva en la silla como si el asiento fuera el pene de mi escribiente. El corazón me rebota en el pecho y el aire me seca la garganta mientras entra agitado en mis pulmones.

Sólo una cosa tengo en mente en ese momento, y es retribuirle un poco de placer mental a mi escribiente estimulando sus sentidos:

13:19

Débora Dora

Sólo una cosa…

antes de que me agarres contra la pared,

¿me dejás que te arranque el cierre del pantalón

mientras me arrodillo frente a vos y saco tu pene duro

agarrándolo con la mano bien fuerte para

meterlo en mi boca hasta tragármelo entero?

El violento golpe de una puerta que se abre de par en par me hace saltar de la silla. Las manos torpes buscan el Mouse intentando cerrar la ventana. Me siento derecha, tomo el mechón que cae en mi frente y lo llevo con delicadeza hacia atrás. Pongo la mejor sonrisa en la boca y cuando aparece la figura de mi jefe en la puerta suelto un pausado y calmo: “Buenos días, doctor”

No alcancé a ver la respuesta de mi escribiente, pero pude deducirla esa misma noche. No hubo forcejeos desenfrenados en la puerta ni cierres arrancados. No hubo tirones de pelo ni ropas rasgadas. Pero sin dudas esa charla encendió el fuego de una pasión inacabable.

Recrear en mi mente sus palabras calientes mientras él lamía mi vulva y jugaba con su dedo en mi vagina me excitaba hasta la locura.  Mi mente reproducía la escena junto a la puerta en el momento en que lo sentí penetrarme. Lo imaginé tomándome del cabello y tirando mi cabeza hacia atrás. Mientras más recordaba mi cabeza, más se excitaba mi cuerpo. Y ya cuando el éxtasis alcanzaba las zonas más profundas de mi mente, sentí su orgasmo dentro mío en el preciso momento en el que yo alcanzaba el mío.

Escrito por Débora Dora para la sección:

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