De camino a su casa, la doña se cruzó con una pareja que caminaba de la mano, junto a un cochecito en el que transportaban a un hermoso bebé, este jugaba con sus propias manos y con las luces del sol que se veían reflejadas en sus pequeños dedos.
Al verlo, el nieto de la vieja Irma se acercó velozmente y cumplió con su principal cometido: robarle una sonrisa a cambio de otra; Irma se asustó un poco con la maniobra intrépida del chiquilín, apuró el paso, y se encontró con un bebé que moría de risa, y sus padres aprobaban la situación acompañándolo, sonriendo.
-Mirá que me asustaste ¿y si se te cae el bebé?
-¡No, abu! ¡No cae..! Vos te asustás porque voy a ganar.
Antes de cruzar la calle, Irma observa en la parada de colectivos cómo unos jóvenes con uniformes de colegio, se besaban y abrazaban con fervor, pero lejos de pensar mal, sólo se alegró por la situación de ver a dos jóvenes demostrar su cariño en público.
-¡Abu, dale!! ¡Cruzá!
El niño le pide a la vieja que cruce la calle a los tirones, y ella sólo respondió con una sonrisa y avanzó.
Casi llegando al hall de entrada de su casa, es que se encuentra al hijo de Vicente, que estaba teniendo una acalorada charla por su teléfono celular frente a su vehículo (último modelo) del que brotaban columnas de humo gris. La situación la dejó pasmada, aun cuando siguiera con su sonrisa intacta en el rostro, mientras que el nietito le daba vueltas alrededor al ritmo de una canción infantil que tarareaba.
Seguramente de haberle tomado una foto, la cara de Doña Irma,hubiera reflejado asombro.Casi una cara de esas de las películas, tanto así que el hijo de Vicente al verla esquivó su mirada, para evitar perder la concentración de la charla telefónica.
-Abu ¿Quién va ganando?
-¿Qué cosa?!
-¿Quién va ganando?.En eso de los dientes, ¿vos o yo?
– ¡Un empate! ¡Es un empate!
El nietito se dió vuelta de golpe, con cara de asombro, pero aceptando el resultado del desfio..Y replicó:
-¿ Y ese?
-¿Quién?
– Ese ñor..
– ¿No ves que está ocupado? Seguro se le rompió el auto y está llamando a alguien para que lo ayude.
-¡Dale abu! ¡Yo puedo!
Inmediatamente, abuela y nieto, no dudaron en sonreírle a ese hombre extraño, que no paraba de decir barbaridades a su interlocutor mientras daba vueltas alrededor del coche.
En un momento determinado, se detiene ante la mirada penetrante de sus dos espectadores, que no paraban de sonreírle; y así..de pronto, detuvo su marcha y también dió fin a su acalorada charla, guardo su teléfono inmediatamente y cruzó la calle para encontrarse con Irma y su nieto.
-Señora, buen día ¿Me permite le ayude con sus bolsas?
-Son seres- replicó el niño.
-Son enceres, Marquitos- corrigió la abuela.
-Te llamás Marcos, igual que yo.- dijo el sujeto sonriente mientras tomaba en sus manos los “seres” de la abuela.
-Sip – contestó el niño.
-Usted es Marcos, el hijo de Vicente, ¿verdad? – afirmó Irma con total seguridad.
-Sí, ¿Cómo sabe?
-Porque te conozco desde que eras un culillo así de chiquito- respondió ella, mientras señalaba a su nieto…el cual aprovechó la ocasión para sonreírle fuertemente a ambos.
-Sí, soy yo, ¿Cómo me reconoció?
-Y…los años solo pasan para los viejos nene, vení pasa un ratito a casa y contame qué te pasó.
Sonríe siempre…. Sonríe, después buscamos el motivo..
Escrito por Mauricio Gregurak, para la sección: