/Vendimia 2012: «Algunos hombres se parecen a las uvas»

Vendimia 2012: «Algunos hombres se parecen a las uvas»

Mis queridos, en esta época maravillosa para nuestra amada provincia mendocina, donde toda ocasión es buena para brindar con un rico vinito, donde abundan los festivales, la música y danza tradicional; y donde no nos cansamos de escuchar la tan apreciada marcha de Vendimia que dice algo así como : “Aaaaaaaaaaaaaaaaaaa Lujáaaaaaaan, Las Heras, Rivadavia y Tunuyáaaaaaaan….etc ?”..  En esta época mis queridos, es donde yo me relajo un poco, me calzo mis zapatos de goma, y si me lo permiten, me predispongo a filosofar. A saber:

Algunos hombres se parecen a las uvas.

He conocido a muchos que se asemejan a la uva llamada “huevo de gallo” (si no me equivoco). Esta uva es blanca con 4 semillas en su interior y cada grano tiene el tamaño de la mitad de mi pulgar, para que se den una idea. Es vistosa, y con seguridad llamaría la atención de cualquier comensal que la divise en una mesa. Me invita a que la pruebe y yo, entre un sí y un no me atrevo. Sin embargo mi experiencia me advierte y descubro por fin que he sido engañada por mi propia intuición, dado que su sabor es escaso y su cáscara muy gruesa. A veces debes pelarla un poco y eso me fastidia porque me gusta comer la uva con calma pero así de una vez. Su pulpa es dura, lo que hace que yo no disfrute tanto al comerla y, concluyo pensando en que esa uva no es para mí. No afirmo que sea fea, no digo que otra persona no crea que sea exquisita. Solo pienso que he sido defraudada por el propio impacto que me causó al verla.

Otros hombres se parecen a uvas finas. Tal vez la vida me lleve a tener la ocasión de robarme algún racimo en un viñedo desconocido y saborearla. Pero es una vid que nació con el fin último de convertirse en algo más elaborado y exigente que mi paladar. Crecen para madurar en el vino de alguna bodega, y naturalmente se disfrutan de otra manera. Tal es el caso del estupendo Malbec que me estoy tomando en este preciso momento.

Un hombre me recuerda a una mezcla de Sultanina y Moscatel. El placer de los Dioses en tu mesa. Tan dulces que tu paladar estalla en sensaciones. Sentir su sabor es una experiencia casi orgásmica que lleva al placer absoluto. Si probaste un solo grano de su racimo ya puedes considerarte adicto. Es una uva de mesa, familiar, y sencillamente deliciosa para mí.

Entonces mi mente vuela más alto ahora. Pienso en la mitología Griega. Recuerdo a Dionisio, Dios del vino (Baco en la mitología Romana). Hijo de Júpiter y Semelé, quien nació en la isla de Naxos y que de inmediato fue llevado por Mercurio a la mansión de las ninfas de Nisa, quienes cuidaron de él con mucho amor.  Sileno le enseñó a plantar la viña y las Musas lo instruyeron en el canto y la danza.

Representado casi siempre bajo la figura de un joven coronado de hiedras u hojas de parras, quien lleva en la mano un racimo de uvas, y/o una copa. Los griegos le otorgaban el vino porque esta bebida alegra el espíritu del hombre y lo libra de preocupaciones.

En este instante, en mi mente resuena la pintura Italiana del Renacimiento, allá en el siglo XVI, donde el genial Tiziano nos deleita con el “Baco y Ariadna”. 

Cuenta la leyenda que en uno de sus viajes de vuelta a Grecia, Dionisio se enamora de una de las hijas de Minos, rey de Creta, llamada Ariadna, que había sido abandonada por Teseo en la isla de Naxos.  El lienzo es el encuentro entre Baco, y Ariadna. En él vemos a la joven que agita su mano hacia el mar, donde el barco de Teseo no es más que un punto desapareciendo en el horizonte azul.  En ese momento aparece Dionisio quien escucha sus gritos. Cuando ella se gira para mirar, ve al dios saltando hacia ella desde un carro dorado tirado por leopardos. Éste lleva una corona con hojas de parra y una túnica de seda púrpura hinchada por el viento. El dios está congelado en el aire con una expresión de enamoramiento en su rostro. Todo se ha interrumpido: la parranda de su séquito de ninfas y sátiros, quienes forman una fiesta ya olvidada. Él la  mira fijamente. Ella le devuelve la mirada. «Baco y Ariadna» es una inolvidable representación del amor a primera vista. El artista ha representado la forma en que el mundo parece detenerse en el momento en que dos personas se enamoran.

Escrito por La Condesa para la sección: 

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