Hoy en día está cada vez más de moda juntarse entre amigos para probar vinos. Pero muchas veces esto se termina desvirtuando debido a que no se termina teniendo en cuenta algunos puntos básicos para poder aprovechar al máximo esta experiencia.
Si vamos a organizar una degustación con amigos, preferentemente tiene que ser antes de las comidas, para evitar que tengamos el paladar desgastado a la hora de probar los vinos.
Tenemos que saber qué vamos a degustar. No todos los vinos llevan el mismo tiempo de preparación. En el caso que tengamos vinos espumantes (champagne) la temperatura a servir deberá ser entre 7°C y 9°C, de igual forma si tenemos vinos gasificados (tipo frizze). Si son blancos y rosados, éstos deberán estar entre 9°C y 11C°. En el caso de vinos tintos la temperatura a la que lo probaremos será entre 16°C y 20°C.
El orden en que degustemos los vinos es muy importante. Empezaremos por los más suaves finalizando con los más fuertes y de mayor cuerpo. La razón de esto es para no perturbar de entrada a las papilas gustativas, pensemos que si al principio degustamos un vino fuerte y luego uno ligero, a este último probablemente no logremos apreciarle todas sus características. El método correcto sería: blancos, rosados, grandes blancos, tintos jóvenes, grandes tintos, vinos dulces o fortificados (con + de 19° alcohol).
Como empezar la degustación
Comenzaremos con la vista. Primero miremos sobre la copa y describamos lo que podemos ver, no importa el vocabulario, simplemente describamos cual es nuestra primera impresión. Inclinemos un poco la copa sobre un fondo blanco para poder tener una mayor percepción y veamos la intensidad del color, si es brillante a la luz, las tonalidades que se ven en el centro y bordes del aro vínico, etc. Palabras claves: brillantez, intensidad, limpidez, tonalidad.
Luego es el turno del aroma. Llevemos la copa a la nariz y tratemos de imaginar y describir que es lo primero que se nos viene a la mente. Pueden ser cosas sencillas como frutas, flores o comidas. Acá encontraremos los aromas primarios. Después giremos levemente la copa para que el resto de los aromas secundarios se desprendan y repitamos la acción. Es probable que al principio no todos encuentren las mismas notas aromáticas, esto depende mucho de la memoria olfativa de cada uno. Palabras claves: aromas florales, frutados y especiados, fino, elegante, fresco, intenso.
Finalmente llega el turno de poner a prueba el paladar. Intentemos describir y saborear el vino desde que toca la punta de la lengua hasta que lo traguemos (o escupamos), poniendo especial atención el sabor que nos deja en la boca. En el caso del vino blanco, lo que más resaltará va a ser la acidez y frescura. Si de grandes tintos se trata, entonces encontraremos algunas notas de taninos (depende de su intensidad será la sensación de aspereza o astringencia en la boca). Palabras claves: untuoso, tánico, pastoso, ligero, largo, equilibrado, complejo, amplio.
Recordemos que más allá de lo que cada uno pueda llegar a saber a la hora de degustar un vino, esto es cuestión de práctica. A medida que probemos vinos con más frecuencia, iremos encontrando y reconociendo distintos descriptores, visuales, aromáticos y gustativos.
«Hoy en día está cada vez más de moda juntarse entre amigos para probar vinos»
– Creo que es otra fiesta de homosexuales…
Volviste!!!!!! GENIOOOO Y FIGURAAA!!!!