El canibalismo es una de las manifestaciones más evidentes de la ternura.
Salvador Dalí
Algunas mujeres han consumido de mi corazón, sólo queda una pequeña víscera sanguinolenta en el centro de mi pecho, que late cada vez más fuerte.
Antropófagos, somos antropófagos.
Nos comemos a nosotros mismos frente al espejo, llenamos de sangre y tripas el baño. No dejamos una miguita de nuestro cuerpo.
Comerse al prójimo es un acto subversivo, sobretodo si nos sacamos los restos de entre los dientes con las falanges de la víctima.
Es un acto necesario en las épocas de escasez de alimentos y de falta de humanidad.
En las sobremesas de caníbales se rememoran anécdotas del que ha sido comido, como un acto de respeto y para paliar el sentimiento de culpa.
Antropófagos, somos antropófagos.
Las perras se comen a sus perritos recién nacidos, las gatas se comen a sus gatitos recién nacidos y la sociedad respetable se come a los lúmpenes, ignorándolos.
Los colores de Kurosawa engullen a mis ojos.
El mejor bandoneonista antropófago es Caníbal Troilo.
Los caribes, los aztecas, los pigmeos, los korowai y los fore se comían a los esclavos para honrar a los dioses y llenarse la panza con devoción y fe.
La última tribu caníbal vive escondida entre las latas de los malvones azules, en el patio de mi casa, cerca de los jazmines invisibles y de las madreselvas.
Nos vestimos con la piel de los recién digeridos.
Antropófagos, somos antropófagos, lamemos los órganos de nuestros prisioneros de guerra antes de engullirlos de un bocado.
Los extraterrestres profesan el canibalismo galáctico.
Pensalo… si tuvieras que comerte a alguien, por mero gusto o por necesidad… ¿A quién te comerías? ¿Que parte del cuerpo amputarías?
Estas palabras que escribo me van comiendo de a poquito, sólo quedan mis huesos pelados de tanto ser roídos, tirados a la vera del camino mientras el sol se pone de rodillas en el horizonte.
Letras carnívoras, desagradecidas y traicioneras.