Durante toda mi vida sostuve relaciones monogámicas que terminaron porque alguno de los dos se olvidó del inciso. Decidí buscarle una vuelta de tuerca a lo más conflictivo para mí hasta ese momento: las relaciones de parejas. Se me ocurrió que no tener novio era un buen comienzo, si nadie estaba involucrado, nadie sufría. No sé si fue la mejor de las decisiones, yo podía separar los tantos pero tal vez la otra parte no, o me enganchaba y aplicaba autoboicot, porque el hecho de que funcionara ya me daba pánico.
Con esta nueva política de no ver potenciales parejas en todo el mundo, no solo la pasé muy bien sino que conocí mucha gente interesante, con los cuáles empezamos a crear vínculos. Resultaban unas amistades hermosas, donde había mimos, películas, cenas, charlas y debates de ideas pero siempre alguno de los dos quería ir más allá de eso. Y cuando digo más allá hablo del sentimiento de posesión: “te quiero para mí”, “soy tuyo”, “sos mía” y era ahí cuando sentía que tenía que haber un corte. No era eso lo que yo quería.
Asumir sin juzgar
Tenía el lema fijo en la cabeza que repetía “no sirvo para estar de novia”.
—Tal vez, las relaciones monogámicas no son los tuyo ¿probaste de alguna otra forma que te haga sentir más cómoda? Dejando claro de entrada qué querés y qué no, por ejemplo, “quiero poder verme con otras personas” o no sé… lo que se te ocurra que te pase a vos.— Me dijo hace menos de dos años la chica que hoy es mi jefa. Yo, casi recién llegada a la gran ciudad, la miré con cara de ¿se puede hacer eso?
¡Señor! Años de relaciones me hubiera ahorrado o mejorado si la comunicación entre las partes hubiera sido más fluida en lugar de asumir parámetros de eficiencia o intentar encajar en los modelos ideales de lo que se nos viene a la cabeza cuando decimos “relación”.
Ok, después de unas semanas de procesar ese pequeño párrafo que ella me había dicho, asumí la idea de “no me funcionan las relaciones monogámicas”. Me sentí un poco más resuelta a la hora de entablar estas conversaciones. Estaba más cómoda en mi nueva postura. Aún así, el chip seguía programado a la antigua y la voz de la cultura y el esquema en el que crecí me decían “querés justificar tu promiscuidad”.
Si yo le decía a mi abuela que quería probar otra forma de relaciones, probablemente ella me hubiera dicho “si a vos te hace felí…”, pero el escenario que proyectaba mi cabeza era de rechazo y vergüenza.
Tenía que vencer mis propios prejuicios, no juzgarme y permitirme experimentar.
Pasó el tiempo y conocí a un chico, Lucas, que tenía una relación como la que Sofi —mi jefa— me había dicho que se podía. Al día de hoy, julio 2018 llevan más de un año juntos.
Lo que para mí, de entrada me pareció un disparate insostenible, el día a día de ellos me ganó la primera ronda.
Le conté que quería escribir sobre el tema, que me contara del proceso de la muerte de los conceptos para adquirir una nueva forma de amor y le hice algunas preguntas.
¿Quién lo propuso? ¿Cuál fue el motivo? ¿Cómo funciona la política de la relación?
“Bueno, es largo. Lo primero que me viene a la mente para remarcar es que cada relación abierta es una y tiene sus particularidades, digo, la relación monogámica tradicional es una y es así en todos lados: yo estoy con vos y no puedo estar con nadie más. La relación abierta es justamente abierta en tanto se abre un abanico de posibilidades que es lo que definan entre las dos personas involucradas. O sea, no hay una receta, ni es de tal y tal manera, es como le resulte cómodo a la pareja.
En mi caso fue una cuestión —si lo pienso en retrospectiva— de necesidad, más de ella en un principio, a la que yo estaba totalmente predispuesto y nació así; como que si no era de esta manera, no era. Por condiciones previas muy puntuales de ella, y mía por una definición más política de que creo fervientemente en otra manera de construir una relación, que no sea la tradicional”.
¿Cuáles son los límites?, ¿Por dónde pasa el respeto?
“Límites son los que se pongan, los que acuerden en la pareja y el respeto justamente pasa por ser lo más honesto y honesta que se pueda, con uno mismo y con la otra persona. No hay manera de encarar este tipo de relación sin una libertad de expresión absoluta para con el otro. Lo que en un momento a mi me parece bien, en otro momento me puede hacer ruido y tengo que tener la libertad suficiente de plantear que estoy incómodo con determinada situación. Creo que así solamente se puede pensar en construir, de otra manera es muy difícil.
No hay muerte de conceptos anteriores ni aprendizaje absoluto de una nueva manera de construir, sino una deconstrucción permanente. Hay un par de notas muy interesantes, pero había una con la que discutí mucho porque marcaba todas las bondades de una relación abierta, decía: que bueno… que tan mejor es vivir en una vida sin celos, sin inseguridades, sin miedos… ¡Si, obvio que es mejor! El tema es ¿cómo? Tengo miedos, tengo inseguridades, soy celoso. ¿Cómo hago para superar eso? La dificultad creo que está acá. Para poder tolerar todas esas contradicciones que se le puedan generar a uno, porque no está libre de tensiones esta manera de desconstruir. Tiene que haber necesariamente un proceso de racionalización de algo que no es racional como los celos o las inseguridades, entonces hay que hacer un esfuerzo permanente por ponerle razón y ponerle lógica a algo que no la tiene. Ahí está la dificultad y ahí tiene que estar sí o sí el apoyo de la otra persona. Yo se que en algún momento puedo flaquear y puedo sentirme inseguro y necesito a la otra persona para apuntalarme y viceversa.
Y después, como preguntas que se suelen repetir son estas cosas de: ¿Pero se cuentan cuando están con otras personas?
Nosotros fuimos superando distintas etapas. Al principio… yo no quería saber absolutamente nada y después quería saber, y a veces quiero y a veces no… Siento que no tengo el derecho de preguntar pero a veces sí. Para mí, pasa por ser honesto con uno mismo. Después te harás cargo vos cómo trabajas el querer saber. Si te ofendes es tu problema”.
“Ustedes buscan engañar sin culpa”. Marta de 52 años, Lanús
Uno que lo ve desde afuera piensa que el amor libre o los vínculos no monogámicos son sinónimos de hacer lo que venga en gana y no es así. En las relaciones abiertas existe la responsabilidad afectiva, dice Danilo Castelli en su artículo «Algunas cuestiones sobre no-monogamia ética» para “Amor Libre Argentina”, haciendo mención a algunas preocupaciones surgidas de su experiencia, charlas y lecturas:
“Que se hable tanto de libertad y de autonomía y tan poco de empatía, responsabilidad y compromiso.
La libertad tiene dos aspectos: libre para y libre de. Por ejemplo, libres para tener relaciones sexoafectivas con más de una persona y libres de la cultura del (mono) amor romántico. Ahora bien, existe una tendencia individualista dentro del amor libre según la cual el individuo es libre para realizar todos sus deseos y es libre de la responsabilidad y el compromiso. Y no, esa es una fórmula para hacer (se) daño. Eso también lo hace gente en el marco de la monogamia serial… No existen relaciones libres sin responsabilidad afectiva”
La gente de ALA (Amor libre Argentina), es un grupo de personas con el objetivo de visibilizar, difundir e informar sobre el amor libre. En su blog lo dicen bien clarito:
“El Amor Libre es una forma de relacionarse sexoafectivamente de forma honesta y consensuada en la que no se presupone la propiedad de las personas con quienes nos vinculamos, ni de sus sentimientos, acciones o pensamientos. Creemos en el Amor Libre como en la simultaneidad de vínculos sexoafectivos, asumiendo compromisos con honestidad. No creemos que la exclusividad sea parámetro del amor, ni que tengamos que buscar otra mitad, uniéndonos a ella, convirtiéndola en nuestra propiedad y nosotros en la suya.
Vivimos rodeados de relaciones afectivas múltiples. A nadie le parece raro. Sólo cuando hablamos de «parejas» parece que las reglas cambian. Pero tener más de una pareja es una elección tan posible y viable como lo es la monogamia.”
Lunes 9 de Julio, Abasto, Buenos Aires.
La casona de Humahuaca, nos fue recibiendo en pequeños grupos. Salíamos de trabajar algunos a las diez, otros a las once, yo era de la tanda de las doce de la noche. Para cuando llegamos con mis compañeros de trabajo a lo que era nuestro festejo de independencia, ya habían cenado y había varios cadáveres polarizados en la mesa. La tanda de las doce pidió algo para cenar y un vino. Me senté en una punta, de la mesa, contra la pared que estaba vacía. Momento de la charla universal con las mismas preguntas para todos, (adaptadas según casos particulares): ¿Cómo estás? ¿Qué es de tu vida? Hace mucho que no nos sentamos a hablar, ¿estás escribiendo?
—Sí, retomé las letras. Ahora en el mendo vamos a escribir sobre poliamor. — cuando lo dije noté que varios miraron y aproveché para juntar material. A ver cuánto sabemos de lo que estamos hablando. Continué— ¿Poliamor o amor libre? ¿Vínculos afecto-sexuales o relaciones abiertas? Poligamia y poliamor ¿es lo mismo?
Se armó un desconche de palabras que repetíamos tal vez sin saber su significado. Notamos que la iglesia había hecho estragos en la psiquis de varios con inventos como la culpa. Que el tema estaba en “la fantasía de relación” de varios, pero lo veían poco aplicables. Les cuento la experiencia de Lucas, donde eligen no contarse con quién están. Me cuentan de la experiencia de alguien más que en su relación sí se cuentan sobre los terceros. Debatimos qué sería mejor, nos abrimos a contarnos qué nos daría miedo. Uno de los chicos, el que parecía el más abierto, no lo era. Y el calladito, era el más libertario. A todos se nos fruncía el ceño cuando otros hablaban.
Esa noche abrimos un portal para algunos de los presentes. Queríamos saber más, sacarnos dudas y encontrar una definición que aplicara a lo que nos pasaba. Lo que más escuché durante esa semana después de la charla de trasnoche fue “ya ni sé qué es lo que pienso sobre el tema”.
Obviamente esto no terminó así, pero se los cuento en la próxima nota. Mientras tanto, les voy a dejar en estos días un “Glosario no-monogámico básico”, para ir familiarizándonos con los términos.
Besos en la cola.