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Asesinos Argentinos III

Mírame hacia abajo y verás a un tonto, mírame hacia arriba
y verás a tu dios, mírame de frente y te verás a ti.
Charles Manson

El hombre es un lobo con el hombre.

El horror busca una excusa, algunas veces son voces en el interior de la mente, otras abusos sufridos, también la crueldad pura, innata y en otras la codicia.

Un poco sobre los Leonelli

Teresa Paolantonio de Leonelli al enviudar tuvo la penosa tarea de mantener a sus cinco hijos. El almacén que tenían en Salta y Urquiza fue cerrado. Sus dos hijos mayores, Marcos Mauricio y José María abrieron una cochería.

Los Leonelli eran respetados, pero lo que comenzó como un negocio próspero, se convirtió en una montaña de deudas que los acorraló y tuvieron que hipotecar sus propiedades.

Ciudad de Mendoza, 20 de diciembre de 1916

En la esquina de Urquiza y Salta, Juan y María Putativa, escucharon gritos que provenían de una casa cercana. Eso les alteró la caminata. Extrañados se detuvieron.

Entonces se escuchó claramente un «¡Socorro, que me matan!».

El hombre se dirigió hacia el centro fundacional, que quedaba a un par de cuadras. En ese entonces se hallaban los edificios públicos: la Gobernación y la Policía.

Luis Falas, un vecino del lugar, se acercó a la cochería ubicada a unos metros de la esquina, sobre la calle Urquiza.

Por una ranura de la puerta, pudo ver como dos hombres golpeaban bestialmente a otro, que estaba tirado en el piso, indefenso.

Los vigilantes de la Comisaría 3ra. golpearon la puerta de Urquiza 191 y fueron recibidos por uno de los dueños, José María Leonelli, a los policías les llamó la atención que las manos y mangas de la camisa del hombre tenían manchas de sangre.

Los agentes pidieron entrar a la vivienda, ante la negativa del dueño irrumpieron en el sitio. Vieron manchas hemáitcas en el piso.

Se dio comienzo a un allanamiento.

En el interior hallaron el cuerpo de quien, momentos antes, clamaba por su vida; éste tenía el cráneo destrozado y en el cuello tenía un alambre que se utilizó para estrangularlo. La víctima era Tufik Ladekani, de origen sirio. Un joven de dieciocho años que era un prestamista, que además cambiaba moneda extranjera y operaba en la zona bancaria.

La policía detuvo a José María Leonelli, a su hermano Marcos Mauricio, y a la madre de ambos, Teresa Paolantonio.

Los hechos y la investigación

José Maria Leonelli le propuso un negocio a Ladekani; este fue con Leonelli a cerrar el trato en la cochería. En la casa de Salta y Urquiza los esperaba el hermano mayor, Marcos Mauricio.

Éste lo atacó con una estaca de madera, mientras que José María tomó un alambre y comenzó a estrangularlo. La víctima se resistía y gritaba, hasta que murió.

Después del allanamiento los hermanos fueron conducidos a la Comisaría Tercera.

Las sospechas sobre los hermanos en otros crímenes no resueltos determinaron una pesquisa. Se hizo un relevamiento en los terrenos de la cochería. Ahí comenzaron a explicarse las desapariciones.

Días después de iniciadas las excavaciones hallarían restos humanos con distinta tanatología en diferentes lugares de la propiedad.

Un cadáver fue hallado en el baño, todavía llevaba en su cuello la toalla y las cuerdas con que había sido ahorcado. Era Julián Azcona, un español comerciante de cigarrillos que se había vinculado comercialmente con los Loenelli. Éstos le debían $ 6.000.

Los Leonelli eran asesinos inteligentes: El dueño de la Cigarrería Inglesa recibió un telegrama, aparentemente del propio Azcona, en el cual comunicaba que dejaría su carretela en determinado lugar para que su hermano Adrián la buscara. Él debía viajar con urgencia al norte, según el texto del telegrama. Una jugada de los hermanos Leonelli para no levantar sospechas

A medida que siguieron los sondeos fueron apareciendo restos humanos, ropas y otra pista: un sombrero con las iniciales J.M.D.

Éste pertenecía a Juan Dávila, un hombre que había desaparecido cuando fue a la casa de los Leonelli a cobrar $ 8.000. Dávila había corrido la misma suerte que Ladekani y Azcona.

En otro lugar de la casa hallaron restos que de una criatura de unos siete meses de gestación.

Otra víctima fue Francisco Petruolo. Los Leonelli le debían $ 10.000. Apareció muerto en el canal Zanjón (hoy Cacique Guaymallén), al caer con su vehículo. Se cree que los Leonelli habían fraguado un accidente simulado para matarlo.

Las familias de los desaparecidos Alejo Samper y Tomás Guajardo decían que los Leonelli tenían deudas con ellos y buscaban una respuesta sobre el paradero de sus seres queridos.

Otras denuncias de desapariciones de personas, que tenían tratos comerciales con los Leonelli, no se pudieron comprobar, debido a que sólo se identificaron los restos de cuatro personas.

Los hermanos poseían una finca en Guaymallén, conocida como la Bola de Lata. La finca fue reducida a escombros, pero no se hallaron otros cuerpos.

Juicio y castigo

Los Leonelli fueron llevados a juicio sólo por tres hechos: los de Dávila, Azcona y Ladekani. Si bien la existencia de otros cuerpos (como los del no nato) los comprometían, no fueron parte de la acusación por falta de pruebas suficientes.

José María fue condenado a veinticinco años de prisión y su hermano Marcos a la pena de muerte, pero no fue ejecutado, porque la Asociación de Damas Pro Glorias Mendocinas intercedió por él.

El Gobernador conmutó la pena.

Corolario

Fueron trasladados a la Cárcel de Ushuaia. Veinte años más tarde José María recobró la libertad, Marcos, por su parte, falleció en el Penal.

Un mito urbano indica que tiempo más tarde un incendio en la propiedad de Urquiza 191 hizo derrumbar las paredes y así quedaron al descubierto más cadáveres, aunque en ese momento ya los hermanos habían sido sentenciados.

El hombre es un lobo con el hombre.

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