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Carta al lector

No tenía la más puta de cómo empezar a escribir esta nota. La realidad que escribir es como un deporte porque por más que es innato y sale solo desde la cabeza, a veces cuesta encarar el principio, después las palabras salen solas. Empecé queriendo hablar de la guerra y me quedó grande el tema… porque es la GUERRA y todo lo horrible que significa me supera ampliamente. Me sentiría irrespetuosa por hablar de guerra viviendo en un mundo donde nos quejamos por la bocina del de atrás o por el torno de la siesta, así que borré.

Seguí con un cuento que tenía alto título: “La chica que no podía llorar” pero fueron tan intensos los tres primeros párrafos que no lo pude seguir. Entonces entendí que voy a escribir como cada nota que he escrito para ustedes: con el corazón. Todo lo que escribo sale de mi corazón, nunca lo releo y ahora me doy cuenta que está bien porque no puedo parar de tipear.

Bueno, queridos lectores, después de tantos jueves sin estar los voy a poner al día un poco de las flasheadas que tengo en la cabeza.

Mi trabajo se transformó un trabajo real, de gente grande, con reuniones, con exposiciones delante de los jefes, con conversaciones en inglés y con toma de decisiones. Re boluda yo en no darme cuenta que esto debería pasar hace mucho pero bueno, como siempre, todo llega cuando tiene llegar. Ahora me arreglo un poco más, me pinto los ojos, me peino un poco más, tengo más postura ante las cosas y no salgo llorando al baño cuando me peleo con alguien. Entendí que no es bueno enfrentarse, entonces tengo incluso sin querer una responsabilidad de mantener alegría para todos. Y bueno, empiezo las mañanas con los Redondos, sigo con un poco de flamenco, les bailo, les cuento de mis amores y desamores y así cuando son las 5 de la tarde cierro la puerta y me late la cabeza. Sí, soy grande aunque siga pensando “cuando sea grande voy a ser bailarina”.

Todo el duelo con y por el cual me conocieron, se transformó en un aprendizaje espectacular sobre lo importante que es la individualidad, lo valioso que es amarse a uno mismo, hasta escribirse poemas. Me transformó en la chica de flequillo que siempre quise ser, me liberó a ponerme la ropa que siempre quise usar sin importarme un carajo lo que piense el que me mira. Me transformé en un ser libre. Eso que ya lo sabían, pero como buena carta al lector, quiero (aunque pueda chuparles un huevo) ponerlos al tanto de todo lo que pasó en estos jueves sin mis notas.

Me volví loca con canciones y series nuevas, pero lo que más me flasheó de todo fue ver que todo lo que tenía que decir realmente se transformó en un mensaje, que mucha gente entendió y contestó, entonces una vez más quiero hacerles entender, queridos lectores, que no solo es importante escribir y expresar sino que compartir los sentimientos es una herramienta para salvarse. Yo me salvé de un montón de dudas, de inseguridades que creía tener por el solo hecho de decidir ser como soy. Sí, suena muy a carpe diem barato pero lean atentamente lo que pienso todas las mañanas:

¿Cuántas veces la vida y el destino están determinados con fechas de final que nadie esperó?

Es crudo, pero no todo es novela, no todo le pasa al otro. Entonces, quise y quiero estar viviendo con los latidos al palo todo lo que hago, por eso ya no tengo mal humor en el laburo, por eso si quiero decirle a una casi extraña que la extraño se lo digo, por eso si quiero bailar en un lugar donde nadie baila voy a bailar y por eso en una semana mostré mis poemas.

Es decir, bailemos un poquito más, digamos cuando extrañamos, lloremos cuando estemos tristes. Ayer vi a una de mis mejores amigas llorar después de 8 años, ¿entienden eso? OCHO AÑOS sin llorar la mina, con altas angustias, con muchas decepciones y ayer lo logró. Y yo lo tomo como un logro porque llorar es decantar. Porque llorar es decir que somos.

Si en este momento por casualidad, por amor, por sensibilidad esta carta que realmente les escribo con intenciones de agradecerles la compañía que fueron y la gran inspiración que producen en mí, les pido que se saquen de encima eso que los tiene enroscados. Llamen a quien tengan que llamar, digan lo que tienen guardado, toquen el timbre y entren a donde los estén esperando, pidan verdades, digan que no quieren más o que quieren mucho más. Canten un tema a los gritos, lloren de tristeza, pidan ayuda, vean novelas de mierda, puteen si creen que lo necesitan, perdonen, coman todo lo que tienen ganas de comer.

No tengan miedo, vayan confiados en que no hay mejor brújula que la intuición personal.

Después, si alguien lo hizo… ¿me cuenta cómo le fue?

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