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Conclusiones sobre el video hot de mi vecinita

Entonces cayó, alteradísimo, Diego con un video, eufóricamente y de manera poco elocuente, trató de explicar que se había repartido por todos lados y que la protagonista del mismo no era su hermana menor. Casi al borde del cachetazo le saqué el teléfono para ver dicha producción cinematográfica de poca monta.

Conocía a la niña en cuestión desde chica, bastante mojigata, sería sorprendente verla en algo así, o no, muchas veces “las calladitas son las peores”. Me dispuse a ver el video para llevarme una triste sorpresa, era un embole de 30 segundos. Claramente no era Romina, la hermana de Diego, esta tenia culo, tetas, diez quilos más y acento porteño.

Pero esa no fue la causa de la desilusión, lo fué la poca producción, las paredes descascaradas, en un colchón en el piso, lo mal enfocada y el nulo argumento que tenía. Para eso es preferible ver una porno: los actores están buenos, no como el flacucho que estaba debajo de la piba que se creía un semental de Jesús María dándole chirlos a lo bestia a la pobre piba; y son graciosas, en la vida te va a pasar que caiga un plomero, más rico que el pastel de papas de mi vieja, y te quiera “destapar la cañería” a los cinco minutos.

El camarógrafo, que aparentemente era el amigo, le dijo que lo iba a borrar, cosa que evidentemente no hizo y el cortometraje traspasó 5 provincias. La chica se reía y le había pedido que la corte, honestamente no sé qué carajo hubiera hecho yo, porque nadie me ha querido sacar ni fotos, supongo que es porque no quieren tener pruebas del hecho.

Entonces me imaginé en ese lugar, primero con ese lomo trabajaría en la tele, o al menos lo haría profesionalmente en la industria porno para que al menos así me paguen. Después me dí cuenta que no iba a poder porque mi querida madre me había quemado la cabecita con algo llamado amor propio, me pegó una patada en el culo y me mando a estudiar.

Superé la etapa racional y pensé en la emocional, o la más primitiva: la calentura. Ahí no hay autoestima ni valores que valgan ¿o sí? Porque puede que te guste que te filmen, gustos son gustos, pero si no querés y el muchacho insiste, puede llegar a enojarse, ¿de verdad te quiere? Más que autoestima, hay que ser menos taradas.

Volviendo a la realidad, la situación se puso más interesante cuando se repartió por todos lados. No era la primera vez que salía un video de estas características pero la reacción general fue la misma: epidemia de morbo. Las vecinas de barrio son especialistas en darle ese toque amarillo y moralista cual panelista de televisión, pero del siglo pasado. Nadie como doña Pepa del almacén de la esquina para ilustrar lo que digo:

– Pauliiiiiiiiiiiiiiiiita ¿viste el video de la Romina?

Tengo la maldición de caerles bien a las viejas, también gracias a mi mamá que me dijo que tenía que ser educada, y a mí que hablo hasta con las piedras.

– Seeeeeeee, pero no es.

– Que sí, mírala vos quién se iba a imaginar que era tan “trolita”.

En este momento falló la educación de mi madre y tuve un desperfecto mecánico, se me salió la cadena, les puedo asegurar que hasta siento un “click” en la cabeza cuándo eso pasa.

– A veeeeeeeeeeeeer Pepa, estúpida si…trolita no. Dejarse filmar así o sacarse fotos, sabiendo lo que es la tecnología hoy, que puede llegar a manos de cualquiera, es estúpido, ahora bien, trola no es porque no hace nada del otro mundo en el video ¿o me va a decir que usted tuvo a sus hijos de un repollo?

Ante la mirada atónita de un par de clientes y el silencio general, agarré el paquete de azúcar y me fui rápidamente. En mi casa, y bajada la mostaza, seguía dándole vueltas al asunto. Había un par de protagonistas de esta historia que no había tenido en cuenta: el hijo de una madre bastante machista que repartió el video.

Hay que ser un resentido pijicorto para hacer público un video de una ex pareja o quien sea, porque siempre se aseguran de que su cara no se vea y que la chica en cuestión este en PPP, un primerísimo primer plano, aunque se les caiga el teléfono veinte veces. ¿Qué podés ganar con eso? Denigrarla, porque la sociedad siempre va a ser duro con ella y nada más, porque al final te dejó o no te dio bola igual, justamente por ególatra y pelotudo. Capítulo aparte si lo hiciste sin consentimiento de la otra parte, ya ahí pasas a categoría de enfermito.

Finalmente llegué al último protagonista, los pajeros que miramos el video, es más pedimos que nos lo manden para cagarnos de risa. Y me dije ¿qué corno gano yo viendo semejante mamarracho? ¿Qué le importa a doña Pepa si Romina la pone? No es ni entretenido, ni divertido, ni me calienta ¿entonces? Ahí me cayó la ficha, no es morbo, es la posibilidad de ver o creer que el otro está peor que yo.

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