7:45 a.m. el Mendolotudo no escucha la alarma, se le hace tarde, de un salto se viste, se lava la cara y sale corriendo para alcanzar el bondi y tratar de llegar a horario al trabajo.
Típico, espera el 65 como media hora y cuando viene va hasta las manos, se sube, y empieza la travesía para llegar al otro lado para luego poder bajar.
“Perdón…Disculpe…Permiso…” Son las únicas palabras que dice para cumplir su objetivo.
Logra encontrar un lugarcito a medio colectivo donde podrá esperar que se vacíe y poder llegar a la puerta.
De repente a una chica se le cae la red bus y como la tarjeta quedó a sus pies, él se agacha, la recoge y se la da a la chica que le dice gracias.
Esta chica tiene un aspecto peculiar, es muy hermosa, es de esas chicas que solo hay una en un millón. El Mendolotudo la mira a los ojos, todo pasa tipo “Slow motion”, siente una sensación rara, ¡Él tiene que conocerla, saber su nombre, cuántos años tiene, qué le gusta hacer, qué estudia o de qué trabaja, su número de teléfono, lo que sea! Pero no se anima, se siente frustrado y no puede dejar de verla.
Esta toda la mañana en el trabajo pensando en ella, incluso llega a dibujarla en su mente.
A la vuelta la ve en el colectivo y tiene que decidir qué hacer, si saludarla o no, si dejar pasar esa chance de conocerla o arriesgarse por algún dato sobre ella.
Justo cuando él va a hablar, ella se le anticipa.
-Hola, gracias por lo de esta mañana.
El Mendolotudo se queda callado, no sabe qué hacer, el forro del colectivo arranca y el Mendolotudo hace un clavado olímpico y se cae, típico para él.
Se levanta rápido, se arregla, recoge sus cosas, se decide a saludarla pero el teléfono de ella suena y él pierde la oportunidad con ella. Se sienta un par de asientos más atrás y espera que finalice su llamada.
La chica deja de hablar por celu. ¡Es su oportunidad! ¡Tiene que saludarla, preguntarle su nombre, algo! Pero ella se levanta para bajar del bondi y cuando él la va a saludar ella le vuelve a ganar.
-¡Chau!- Él perdió otra vez.
Al otro día el Mendolotudo se levanta temprano, llegaría perfecto a su trabajo pero decide arriesgarse y espera el otro colectivo, capaz, solo capaz, la vuelva a ver.
No lo logra ese día pero lo sigue intentando por unos cuantos más, hasta que se da por vencido. Pasan unas semanas y entonces a la vuelta del trabajo, en la parada del 65, la encuentra de nuevo pero esta vez decide arriesgarse una última vez por ella, se le acerca con seguridad y antes de que le diga algo él le gana y la saluda.
-Hola ¿Cómo estás? – Dijo él.
-Despertate, se te hace tarde.
Suena la alarma.
El Mendolotudo se despierta tarde, de un salto se viste, se lava la cara y sale corriendo para alcanzar el bondi y tratar de llegar a horario al trabajo porque su amor no tiene horario, él sabe que llega tarde o temprano.
Esos amores son los mejores.
Que linda historia , me encanto la segunda cronica , segui así 🙂
– Los amores más veloces.. Son únicos! (‘: Genio el dueño del relato 😀
Me encantó 🙂