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El deseo de repetir

“Los que son fieles solo conocen el lado trivial del amor; son los infieles los que conocen las tragedias del amor”.
Oscar Wilde.

“Muerte lenta la de los besos ajenos, de las miradas en excesos en el silencio de mi voz.

Mis sentidos se modifican como si una transformación sucediera en mis células.

Me desconozco.

Me miró con un cigarrillo colgando en su boca y con una mirada que sentí penetrante.”

Primer gesto de encanto o aprobación.

Si lo hiciste, cediste.

Se responden las miradas, aparecen unas sutiles muecas. Una necesidad imperiosa de lo que estamos haciendo salga bien, así estemos caminando, será nuestra mejor caminata. Tendemos a acomodarnos algún mechón de pelo, miramos el piso haciéndonos las desentendidas. Las que juegan en modo avanzado se sueltan el pelo y lo vuelven a recoger, lo hacen de espaldas porque saben que al hacerlo la espalda se arquea y los brazos levantados en triángulo invertido forman un reloj de arena junto con la cintura y la cadera. Son segundos en que su mirada no saldrá de nuestra silueta y sabernos deseadas nos encanta.

“Imágenes que se pierden en mis pensamientos, se vuelven deseos y éstos necesidad.

De probar un cuerpo nuevo que arda en mis desvelos y no exista serenidad.

Mi corazón se hace un lado, este hombre es un apartado, un paréntesis, una pausa.

Es una caricia al ego.

Es perversión y voracidad.”

Tentación.

Ya imaginaste un posible encuentro, buscaste excusas para estar cerca o iniciar una conversación. ¿El deseo nos hace infieles? ¿Qué más da? No estás haciendo nada malo, solo están charlando. ¡Mentira! Dicen que la intención es lo que importa. Pero ya que estamos con consuelos de tontos, si lo vamos a hacer lo hacemos bien.

Las redes sociales facilitan todo y ahí va la primer stalkeada. Un paseo por sus fotos, algunos de sus estados. Información. “¿Estará con alguien?” Hay que tener en cuenta que si los dos tienen algo que perder, el silencio será un muy buen aliado. Hasta puede que haya más de un encuentro. Ahora, cuando uno de los dos está solo, es muy posible que se involucren sentimientos y uno de los dos la pasa mal.

“Mi atracción se vuelve acción en el hecho de escribirle.

Se vuelve tangible la mentira, es suave al tacto y dulce al probar.

Existimos en el sueño satisfecho de esa nube que conspira,

sobre nuestras bocas que se miran y esperan conexionar”

Jugar con fuego.

Empezaron a escribirse y no demoraron en volar las chispas. Rememoran la primera vez que se vieron, uno de los dos sigue el juego solo por ponerla. No siempre existe tal conexión con los amantes y no siempre es el hombre el interesado carnal.

¿Qué buscamos cuando engañamos? ¿Qué nos falta?

Nada. Absolutamente nada. A veces es por ego, otras por curiosidad, hipersexualidad o porque sí. Es impulso, un paréntesis en la rutina, es un veneno y una adicción. El que engañó una vez, lo volverá a hacer. Y el que no lo hizo nunca, que no empiece porque no hay retorno.

Dudas. Malas compañías. Si dudás de hacerlo no quiere decir que triunfa el amor, es que el cuerpo y la malicia están ganando terreno. Están a una foto de encontrarse por ahí.

“Pongan atención, el mundo se pausa para el encuentro.

Seremos infieles a nuestros principios y leales a nuestro cuerpo.

Pensaremos en ellos más no en abandonar.

Dejaremos el corazón con nuestros amores tercerizando lo demás.

Y será en una tarde que derretiremos la luna y quemaremos al sol,

Que invocaremos a cielo y perderemos el control.”

Traición.

No lo hacemos con maldad. O quizás sí. ¿Qué importa? Encontramos el camino en la voluntad de hacerlo, el refugio en la mentira y el placer sentada sobre su cuerpo, extasiados de ser uno con el otro sin necesidad de ser mañana. Saldando inseguridades propias de manera oculta. Actuando. Fingiendo ser buenos, castos, impolutos y sabernos pérfidos. Tener la certeza de que sólo nosotros nos conocemos, tener algo tan propio como un secreto que revele la verdadera identidad: un reverendo hijo de puta. Ver caras de credulidad, entregas absolutas y saber que quién te acompaña es quién más ama y sentirnos más amados.

Quizás sea eso y estoy pensando en voz alta cuando llego a la conclusión de que ser infiel es, de manera enfermiza, una opción para creer que la otra persona nos ama más o mejor. Sin saber que tal vez actúe tanto como nosotros.

Y quien dice que no piensa en la pareja cuando engaña, es mentira. No tiene lógica hacerlo sin tenerlo presente. Habría sido un perfecto fracaso.

“Nos hicimos propios siendo ajenos y lejos de amarnos quisimos repetir

Ese diluvio de vientos que nos hicieron existir.

Tanta vida para no permitir dejar ser estos impulsos.

Dejar ser, vivir, fluir.”

Satisfacción de logro.

¿Y qué es lo que logramos conquistar? Nos volvemos coleccionistas de curiosidades buscando en los demás eso que nos hace diferentes uno de otros. Lograr tener algo más que sea sólo nuestro, unos verán un cuerpo; otros un secreto más para esconder.

Llámenlo como quieran, sigue siendo infidelidad.

“Delante hay una mentira comprensible y tras ella reluce una verdad incomprensible. (…) La felicidad es el deseo de repetir”.
Milan Kundera.