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El diario secreto de Brenda Burke | Día 6

Querido diario:

Cada vez estoy más preocupada por Sami. Creo que esto debería saberlo un adulto, pero no puedo romper la promesa que le hice. ¡No sé qué hacer! Soy la única persona con la que ella se ha abierto para contar la verdad. Confía en mí y, no quisiera decepcionarla.

Cuando tocó el timbre del recreo, nos encontramos con Sami en el aula clausurada. Si Sonia, la preceptora, nos descubría ingresando allí, nos sacaba a los gritos. Así es que, entramos de a una y en distintos momentos, para no levantar sospechas. Esta vez me llevé un paquete de pañuelitos para Sami, sabía que el tema le iba a causar angustia como la última vez. Y así fue.

Le recordé lo que me había contado el día anterior, para que continuara con el relato. Sami respiró hondo, se corrió el pelo de la cara y volvió a mirar al piso. Por un momento creí que se había arrepentido de contarme. Por unos segundos dudó en continuar, pero volví a reafirmar el juramento para que se quedara tranquila. Ahora no se si hice bien con jurarle tantas veces que lo mantendría en secreto. Esto es más grave de lo que pensaba y tal vez un adulto debería tomar cartas sobre el asunto.

Bueno, la cuestión es que Joaquín, el chico lindo y “futuro modelo” de instagram, comenzó a enamorarse de Sami, al igual que ella. Él le propuso ser novios y Sami aceptó. Joaquín se puso muy contento y comenzó a mandarle mensajes muy dulces y románticos todas las mañanas. Sami se sentía entre las nubes y no podía creer estar de novia con un chico tan hermoso como él. Joaquín le pidió que no contara nada sobre el noviazgo, ya que su madre no lo aceptaría todavía, porque pensaba que era muy chico, aún, para tomar esas decisiones. Pero él se había enamorado tanto de Sami que hizo caso omiso a la opinión de sus padres. Eso es lo que él le explicó a mi amiga. Sami cumplió a rajatabla la petición y no compartió la “noticia” con nadie. Ni con su perro, según ella.

Joaquín, comenzó a pedirle a Sami que le mandara alguna foto de lo que estaba haciendo en ese momento. Sami le envió una foto de su tarea del cole y le pidió a él que hiciera lo mismo, por lo que Joaquín le envió una foto de su playstation y luego una de él formando un corazón con las manos, junto a un texto que decía “te amo”. A lo que ella le respondió, toda sonrojada, que también lo amaba.

“Deberíamos juntarnos algún día para tomar algo”, le propuso él. Pero Sami no le contestó. Todavía no juntaba el valor suficiente para verlo personalmente. Aunque sabía que él ya la había visto durante los partidos de Volley. En el fondo, se moría de ganas por conocerlo en persona, pero a la vez tenía miedo y vergüenza de que él quisiera darle un beso de novios. Sería su primer beso y la invadía la timidez y el temor de que no fuera como ella esperaba. Por lo que prefirió dejar pasar unos días sin tocar el tema de juntarse.

Unos días después, Joaquín volvió a insistir con el tema y Sami le contó la verdad. Entonces Joaquín le dijo que la ayudaría a entrar más en confianza con él y que no tenía por qué sentir vergüenza de conocerlo. La estrategia de Joaquín para que mi amiga perdiera la timidez, fue enviarse fotos. Dijo que eso es lo que hacían los novios.

“Sami, envíame una foto tuya de cuerpo entero, te extraño mucho y quisiera verte aunque sea por la pantalla”. Sami, lo dudó un rato pero no vio nada de malo en enviarle una foto común y corriente. Armó un trípode improvisado para que el celular se mantuviera de pie, sobre su escritorio, y colocó el temporizador. Se paró a una distancia aproximada con los brazos alrededor del cuerpo, tiesa como un soldado y, se la envió.

Al cabo de unos segundos, el timbre del celular anunció un mensaje y lo tomó con ansiedad y nerviosismo.

“¡Me encanta la forma en que te vestís!”, había exclamado Joaquín. “¡Sos hermosa!”, y mi amiga enamoradiza sonrió y se relajó por la aprobación de su “novio cibernético”.

Mientras Sami me contaba todo esto, por momentos parecía iluminársele el rostro al mencionar a Joaquín, pero luego comenzaba a sollozar denotando arrepentimiento. Por lo que debíamos hacer pausas seguidas. Sospecho que ella sigue enamorada.

Como siempre, el inoportuno timbre del recreo volvió a sonar y tuvimos que abandonar la conversación para ingresar a clases.

Continuará…