/El dolor de tu ausencia

El dolor de tu ausencia

Me creía adulta, superada, la que sabía de todo. Inclusive hablaba como si todo lo comprendiera, yo había pasado por todas. Quería inculcar esa vitalidad a aquellos que creían que todo estaba perdido. Me despreocupaba de las desgracias, diciendo que todo pasa por algo, que el destino no se puede torcer y que seguramente detrás de todo mal viene lo bueno. Reía constantemente, amaba la música y cualquier motivo era bueno para bailar.

Hasta que de repente me faltó mi mamá. Nunca lo calculé, no estaba en mis planes que algún día mi madre no estaría más conmigo. Y volví a sentirme pequeña e indefensa. No le encuentro explicación a las cosas. Mis tareas me cuestan el doble y cada día que despierto deseo con todas las fuerzas volver a ver a mi mamá, porque la necesito. Si yo soy chica aún, la vida hay muchas cosas que no las enseña y me siento algo así como mitad huérfana. Me cuesta comprender que sin madre no se vive. ¿Quién te sostiene cuando sientes que caes? ¿Quién seca tus lágrimas cuando el llanto es incontenible? ¿Quién te abraza sin esperar nada a cambio más que el amor genuino? ¿Quién te da fuerzas?

Mi madre era invencible, de esas que entienden todo, que son duras e inquebrantables. Mi mamá era de esas, no le temía nada ni a nadie, fuerte como el roble e impenetrable como la selva. Sus manos daban fuerza y guardaban la magia de curar todos los males. Ella supo del dolor antes que nadie y vivió, como dice la canción, “a su manera”. Refugió en sus brazos a los que necesitaban de una palabra de aliento y de calma. Veía más allá que cualquiera y sembraba la tranquilidad justa de que las cosas siempre tenían que salir bien. Ella se sentaba y sin mediar palabra su regazo era mi consuelo perfecto, cuando yo, en un intento desesperado de comprender la muerte de mi hermano, secaba mis lágrimas y me daba la explicación exacta de que él estaba en el paraíso, que era el ángel más hermoso que podía tener.

Hace un mes que se fue, lo último que me dijo era que veía pasto verde, quiero creer que ese es el paraíso donde está y donde la recibieron mis hermanos. Quiero entender de una buena vez que ya no sufre, que su enfermedad fue el puente para pasar a ese lugar, donde un día me dijo que iba a llegar.

Mamá, gracias por todo lo que me enseñaste, por haberme regañado justamente, por hacerme la mujer que soy, por transmitirme tus valores y no permitir que nunca nada me pase. Estoy orgullosa de cada momento que vivimos, inclusive los últimos, que no fueron los mejores, pero igual los guardo en mí. Quisiera hoy llenarte de todos los besos que no te di, de todos los “te amo” que me guardé, acariciarte el alma y quitar tu dolor. Quisiera decirte que sin vos me siento perdida, que me sobran horas y que la mayoría de los días siguen grises sin vos.

Sé que a vos no te gustaba que llorara, pero déjame al menos un tiempo hacerlo, para quitar la angustia que siento. Prometo recuperarme, salir adelante, volver a bailar como te gustaba verme y que vuelvas a sentir mi risa, que tanto te agradaba. Me quedo con el aroma de tu piel, que es inconfundible y con tus reproches de madre, que ahora los estoy necesitando.

Vas a vivir en mí, en cada canción, en cada comida, en todos los detalles. No te olvido, porque, por más que me insistan en que tengo que dejarte ir, aún siento que hay cosas que debo aprender y me las tenes que enseñar. Mi mundo es tuyo mamá.

Espero que me enseñes el camino por donde te fuiste, para que cuando me toque ir no me pierda. Espero hallar tu mano, tomarla, abrazarte y reencontrarnos eternamente para que no me vuelvas a dejar nunca más.

Escrito por Marita para la sección:

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