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El justo precio del conocimiento

Messi puede hacer cosas con una pelota de fútbol que yo no puedo ni soñar con hacer. Yo puedo leer un artículo científico y
«traducirlo» a un lenguaje que Messi pueda entender. A él le pagan por su habilidad, yo pretendo que me paguen (aunque no tanto) por la mía. ¿Está mal?

Hoy en día el conocimiento es poder.  Quizás siempre lo fue, pero en esta época de acceso global a la información, quien sea capaz de entender y manejar el enorme flujo de datos disponible tiene claras ventajas sobre el resto. Todos conocemos la historia de Google, cuyo objetivo principal es recopilar, clasificar y dar acceso a cualquier rama del saber de la humanidad (y hacer mucho dinero en el proceso). Desde este punto de vista es lógico que la información tenga un precio y que, en ciertos casos, se quiera limitar la posibilidad de que cualquiera acceda a ella.

¿Es correcto poner trabas a quien quiera aprender o directamente impedirle que lo haga? Por supuesto que no. Creo firmemente que la información debe ser libre y que debe facilitarse el acceso a ella a todas las personas. No todos los habitantes del planeta tienen acceso a una biblioteca, a los medios de comunicación o a internet. Cambiar esto debería ser el objetivo de todos los gobiernos del mundo. Habiendo dejado clara mi posición al respecto, quisiera señalar un error que se comete frecuentemente al confundir el acceso al conocimiento con la difusión o divulgación del mismo. Mucha gente piensa que está mal que, por ejemplo, un portal de divulgación científica solicite que se pague por leer un artículo. Mi opinión es que esto es perfectamente compatible con lo que expresé anteriormente. No estamos pagando por la información, sino por el trabajo de quien nos la presenta de manera que podamos comprenderla. La misma información puede obtenerse de la fuente original (seguramente un trabajo publicado en una revista especializada o una entrevista con el científico), pero es muy posible que en ese estado no sea comprensible para todo el mundo. La tarea del divulgador es «traducirla» al lenguaje común. Estoy hablando de un divulgador científico serio, por supuesto.

Hay de los que copian información sin entenderla, pero ese es tema para otro artículo.

Ahhh...eso era...ya entendí.  ¡Gracias Profe Unapiedra!
Ahhh…eso era…ya entendí. ¡Gracias
Profe Unapiedra!

Permítanme poner un ejemplo extremo para que se entienda. Lionel Messi es el mejor jugador de fútbol de la actualidad. Demostró hace un tiempo, en una jugada memorable, que es capaz de recibir una pelota en la mitad de la cancha, correr 45 metros manteniéndola dominada con sus pies y, al mismo tiempo, dejar por el camino a varios jugadores del equipo contrario para terminar convirtiendo un gol. Si yo intentara la mismo seguramente perdería la pelota ante el primer rival que se cruzara para quitármela (y lo mismo le sucedería a la gran mayoría de los habitantes del planeta). Yo no creo ser el mejor divulgador, pero sé que soy capaz de leer un trabajo científico sobre física, astronomía, tecnología y otras disciplinas, entenderlo y contárselo de manera entendible a Messi, que si tratara de leer el artículo original no pasaría del primer renglón. Está claro que el Barça no le paga a él millones de euros por patear la pelota. Eso lo hace cualquiera. Le paga por su habilidad para hacer lo que otros no pueden. Yo no pretendo ser millonario (ni empezar una discusión sobre por qué la sociedad aprecia más el fútbol que el conocimiento) pero sí quisiera que me paguen por mi trabajo. Tan simple como eso.

Si no pagáramos por la difusión del conocimiento, entonces los maestros, profesores y periodistas deberían trabajar gratis. Si yo ofrezco un curso sobre algún tema sobre el que puedo enseñar, pretendo que me paguen por hacerlo. Alguien me dirá que hay un curso igual al mio, pero que es gratis. Lo lamento por el que lo hace, evidentemente no sabe apreciar el tiempo, el esfuerzo y los años
de capacitación para poder enseñar, responder preguntas y entender lo que uno dice frente a la clase (en vez de repetir un discurso armado con anterioridad). Quizás yo debería ofrecer el curso gratis, pero después decirles a los alumnos que algunas partes (que podría llamar «avanzadas») deben pagarlas. Me parece una mentira abominable.

Todos tenemos habilidades y condiciones para hacer cosas que otras personas no pueden hacer. En nuestra sociedad, basada en el dinero nos guste o no, eso tiene un precio. Exijamos que nos lo paguen y paguemos nosotros a los demás.

Escrito por el Dr. Julio Rodriguez Martino

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