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El rol del hombre ante la mujer

Hoy se celebra el día internacional de la mujer. Comencé pensando en la temática de esta nota, que en un principio iba a rondar sobre lo que valoro de una mujer, luego mutó al asunto de ensalzar sus valores propios y finalmente al rol que debían cumplir, según mi visión, en la sociedad y en su hogar. Patéticos y trillados temas. Una vez más caigo en la cuenta sobre la (poca) importancia que tiene la opinión de un hombre respecto a lo que tiene que hacer, o dejar de hacer una mujer.

¿A qué mina le calienta lo que yo piense sobre cómo tiene que ser su desempeño social o íntimo? ¿Qué mujer se va a sentir cómoda leyendo el relato de un hombre sobre las cosas que debería hacer? ¿Quién más que ellas saben sobre sus virtudes y defectos? ¿Con qué sentido tengo que marcarles yo sus «pro» y para que carajos les serviría? Para nada. ¿No son acaso patéticos los payasos «feministos»? ¿Pretendiendo meter sus narices donde no les corresponde, hurgando como perros en celo, desesperados por el reconocimiento de ellas? ¿Y no caería yo en la misma infame etiqueta si me pusiese a opinar desde las letras sobre mi percepción de ellas?

Entonces caí en la cuenta que la opinión de los hombres, respecto a las mujeres y sus cuestiones, son sólo válidas para otros hombres. Porque son ellas las que deben y sobre todo quieren, resolver sus temas. De lo que sí puedo y quiero hablar es sobre el rol que debemo cumplir los hombres ante la mujer contemporánea, tanto como para las que nos rodean, como así también para la población femenina en general. Si puedo opinar sobre lo que tengo que hacer como hombre para que ellas noten y valoren mi presencia. No opinando, no aconsejando, no orientando, sino simplemente acompañando desde donde nos toca.

¿Y cómo y dónde nos toca? Como todo, como siempre, como una base fundamental y natural, arranca desde casa. Como hijo respetando a la vieja, ahorrándole disgustos, manejando los impulsos de la juventud y la rebeldía con un atisbo de conciencia, intentando llegar a un acuerdo entre lo que la vieja espera de mi y lo que yo quiero ser, negociando, tratando de convencerla. Si somos temerarios y picantes, hagámonos los vivos con nuestros papás, pero a la vieja se la cuida, se la escucha y se le hace caso. Por el simple hecho de que no habrá mujer en el mundo que vele con mayor celo el porvenir de nosotros. Las madres pueden equivocarse, como todo ser humano, pero jamás obrarán con malas intenciones, por eso les debemos el cariño y el honor. Un hijo puede vivir tranquilamente sin el padre, pero si no tiene mamá, la vida se le va a hacer cuesta arriba. Y si como papá vemos que nuestros hijos le faltan el respeto a su mamá, primero se los podemos explicar con palabras y si no lo entiende, con mucha sapiencia le podemos dar una buena cachetada, mandarlo a dormir sin comer, ponerle una penitencia, o todas juntas.

Le siguen a la infancia los primeros círculos sociales íntimos; la familia, el barrio, la escuela. Desde ahí tenemos que educar a nuestros hijos varones el respecto ante la mujer. Lo que no implica excluirlas de los juegos más intensos o temerarios, sino cuestiones más elementales y claras, tales como comenzar con un «a las nenas no se les pega» y si no logran entender esa línea tan clara y precisa, podemos seguir con un «vos le pegas a una nena y yo te rompo el culo a patadas». Si el chiquito persiste en agredir a sus amiguitas/compañeritas, el papá debe proceder a darle un rico coscacho y mandarlo a dormir. Las veces que sea necesario hasta que aprenda.

Luego se nos comienza a parar el pito y nos empiezan a gustar las nenas. A ellas también. Así que en esta etapa la directiva es mucho más sencilla, sobrada debería estar ya la educación impartida de «a las nenas no se les pega», entonces lo que sigue es «a las chicas no se las obliga a hacer nada que no quieran». Nadie dice que seamos unos reprimidos, introvertidos que nos vivimos guardando los sentimientos, no. Pero de ahí a querer prepotear un beso, a la tocadita de culo en el baile, a la apoyadita en el pasillo de la escuela o a la miradita de bombacha en la escalera, hay una enorme distancia. No es no.

Si de cuestiones sexuales hablamos, debe ser aborrecida la actitud compadrona, la jerga del piropeo ordinario y el celo en manada; como ensalzadas la labia, el desafío de lograr un sí y la virtud de la galantería, la caballerosidad y el respeto. Ser cortés con todas es una actitud que garpa, suma y te hace un tipo interesante, por más que seas un fiero total. Ellas quieren lo mismo que nosotros, pero no por eso lo quieren con nosotros cuando nosotros queramos.

En la adolescencia el concepto es similar. Por parte de un hombre, ejercer violencia verbal, ni hablar de la física, debe de ser un acto de absoluto repudio por su entorno. Repudio que puede justificadamente ser ejercido con violencia. Porque, como párrafos atrás te recomendé que si te gustaba hacerte el malo lo hiciera con tu papá, en esta etapa si sos valiente hacete el malo con los de tu sexo, edad y tamaño. No te aproveches de situaciones donde las chicas están vulnerables, como borrachas o drogadas, eso es de cobarde, de pito flojo y de poco hombre. No te abuses de la que está medio perdida en la vida, mucho menos cuando tu condición social es mejor. Ni se te ocurra usar el miedo para obtener algo, porque en ese caso sos un enfermo mental y te tenes que hacer ver urgente. No les festejes a tus amigos que se filman con pibitas y viralizan el video. No viralices videos privados, tenes toneladas de pornografía profesional para amasarte la chaucha, no seas morboso y mala leche. No le mandes fotos en bolas a una mina que no te lo pidió. Jamás te va a dar bola con esa técnica patética de ordinario de cuarta. No le pidas fotos si la situación no da, no seas tan pajero. No busques emborrachar o drogar a una mina para levantártela, es de pusilánime miserable. Y si ves a una amiga o conocida en ese estado, rescatate y rescatala. Llevala con las amigas o acercala hasta su casa. Pero no la dejes sola. Como hombre, en todos estos casos, es muy «de macho» cagarse a piñas contra otro flaco que esté cometiendo estos desagradables actos.

No le contes a todo el mundo con quién te acostas, no sos más hombre por cogerte muchas minas. Y no digo que siempre garches con amor, pero mientras más complicidad y buena vibra hay entre dos, el sexo es mucho más lindo y placentero. Si está con vos, no le obligues a hacer todo lo que te vendió Internet. Charlalo antes, preguntale si le gusta lo que queres hacer, convecela. Y, nuevamente tené en cuenta que  «no es no». No vayas a las putas, no uses el dinero para coger, no abuses de una situación de privilegio, como ser «el hijo de» o «el dueño de». No seas tan bagayo.

Cuando busques pareja aprendé a cultivar la tolerancia. Ella es exactamente igual que vos, quiere lo mismo y tiene los mismos derechos. Respetala y caminá al lado de ella, ni adelante ni atrás. Ponete en el lugar de compañero, codo a codo. No es tu empleada, no es tu mujer, no es tu esclava, no es tu propiedad. Comprate un perro si queres mandar a alguien. Y si no te la bancas, quedate solo, pero no busques ejercer el poder que en sociedad no conseguís, en la intimidad de tu pareja. No seas tan fantasma. Controlate al momento de una diferencia. No es un vago, no es un amigo, es una mujer, como tu mamá, tu hija o tu hermana. ¿Te imaginas a un tipo fajando a tu vieja o a tu hermana? ¿Te imaginas a un tipo violándose a tu hija?  ¿Te imaginas lo que le harías a ese monstruo? Bueno, no te conviertas vos en esa bestia.

El día que seas papá enseñales con rigor el respeto hacia el otro, los niños no saben de machismo o feminismo, así que no hace falta que les hables de igualdad, para ellos son todos iguales. La igualdad en un valor que debemos volver a aprender de grandes. Como dije al principio, que tus hijos hombres les tengan respeto total a su mamá, sus hermanas, familiares y amigas. Así como los orientales respetan a rajatabla a los niños y a los ancianos, enseñales que deben respetar a rajatabla a cualquier mujer. Evitá discutir con tu pareja frente a ellos, alejalos de ambientes de mierda, de relaciones tóxicas o de parientes envidiosos. Y si al pibito le cuesta entender, fajalo, así de simple.

Finalmente, respecto a los movimientos sociales, no te metas. No vayas a sus marchas, no uses sus pañuelos, no te pongas a bardear por bardear. Somos libres de opinar, somos libres de escribir lo que queramos, pero hay algunos límites y momentos que hay que respetar, como las marchas y las congregaciones. Dejalas luchar su lucha, no les hacemos falta ahí metidos como siempre, no nos necesitan presentes ahí para hacer bulto. Con que hagas lo arriba escrito aportas mucho más que acompañándolas físicamente a todos lados.


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