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Escribir malas palabras

Antes que nada debo reconocer que cuando pensé en este tema me sentí “el groso de las ideas novedosas para escribir en un pasquín literario pitolargo Bomur”, pero pronto me di cuenta que el glorioso negro Roberto Fontanarrosa había hablado hace años de este tema, de una manera (lógicamente) años luz mejor que yo. Pero, como soy 50% dueño de este pasquín y 100% dueño de lo que escribo, lo escribo igual.

De por si la palabra “mala” ya me cae como el orto. Algo “malo” es algo dañino, que hace mal, que lastima. Lastima una mentira, lastima una bala, un cachetazo, una violadita. Es malo que te gorreen, que te caguen, que te maten. Lastima que te afanen, que te engañen los políticos, que tu país se hunda. Eso es malo, eso es negativo, eso es triste, eso hiere. Incluso es mucho más dañino un silencio a una “mala” palabra, porque la expulsión de la mala palabra explota bronca y disipa la calentura.

Lo “malo” no es la palabra, sino la actitud, ¿Por qué le echamos la culpa al lenguaje?, la manera de decirlo. Eso es malo, la manera, no la palabra. Puedo decir “negro” de tal manera que suene cariñoso o “gordo” de otra manera que haga sufrir a una persona. Y por otro lado, si me considero un buen vago y escribo como hablo, ¿me hace eso un “mal” tipo? Que yo sepa la costumbre es ley y las leyes son buenas (o legales en fin), entonces… ¿es legal o sano que escriba malas palabras si estamos acostumbrados a decirlas? ¿es malo? ¿Por qué si? ¿Por qué no? ¿Por qué el texto tiene que ser distinto al habla?

El gran problema es la solemnidad aberrante en la que estamos envueltos. Los principales focos de queja vienen de las minorías, las cuales se envisten en un manto de piedad para ser reconocidas y bajo ese manto, no puede reinar más que la seriedad y una especie de “lucha” pseudo revolucionaria y permanente contra un sistema… o una huevada que ellos se creen. Otro nicho es el de los dinosaurios de antaño atestados de academia que piensan que la escritura es solo para dotados y quien la “mal” usa, debe si o si ser vapuleado. Y por último están los pelotudos, que no son más que eso.

Entonces, como somos pocos los que escribimos malas palabras, quiere decir que somos minoría y como somos minoría, tenemos el derecho a exigir que no se les digan “malas palabras”, sino “palabras diferentes”. INADI nos debería ahora respaldar y poner un séquito de profesionales de dudosas licenciaturas a protegernos, avalados por el gobierno y bancados por el pueblo.

Pero hay otro punto… y este es el más importante de todo este divague de palabras. Las malas palabras resumen en pequeñas letras una cantidad enorme de texto y explicaciones verbales que, en la vida cotidiana, uno no esa acostumbrado a exponer y en palabras uno no quiere escribir (sobre todo por estética, aunque no lo crean más abajo se los demuestro) y si es costumbre, debería ser ley usarlas. Porque hay algo que no entiendo como la gente no entiende. A ver… si me roban en la calle y digo “son unos negros de mierda”, no estoy atentando contra la gente de tez morena, tampoco voy a decir “son unas personas de color hechos de materia fecal”, porque carece de sentido y escribirlo carece de estética. Por otro lado, si estoy hablando con un amigo y le comento “este flaco es re mogólico el culiado”, en lo más mínimo quiero atentar contra las personas con capacidades distintas o contra los gays, lógicamente tampoco voy a decir “este hombre delgado es doblemente una persona con capacidades diferentes el homosexual”, porque es largo y enredado (y antiestético, literalmente hablando). Y si un tipo me encierra en la calle y le grito “chupame la pija”, no deseo que se baje del auto y me practique una felatio, como así tampoco no tengo tiempo de decirle “succioname el miembro viril”. Si enojado escribo “son unos infelices del orto”, no es mi intención agredirles el estado anímico o la locación del mismo, tampoco voy a escribir “son personas que carecen de felicidad en el recto” porque no pega. Ni hablar de las cortitas… ¿Cómo suplantas choto, pelotudo, boludo, pija, chocho, trolo, nabo, gil, puto, gato, etc?

Creo que las palabras “diferentes”, son buenas, necesarias y nos hacen ser. Nos definen, nos marcan, nos acompañan a diario, son de uso popular, necesario, útil y directo. Son la vía de escape de amarguras, la colectora de enojos, la tapita de la tetera que se salta cuando hierve el agua.

A todos los tontos culiados que nos denuncian por decir malas palabras, a los pelotudos que nos escriben diciendo que somos ordinarios, a los imbéciles que nos critican por escribir mal les decimos: no tenemos nada contra nadie, ni contras los homosexuales, ni los de tez morena, ni los de capacidades diferentes, ni ninguna minoría o mayoría, solo nos sacan los solemnes, los intolerantes, los caretas y, básicamente, los pelotudos.

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