/Historia de los mosqueteros: Todos para uno…

Historia de los mosqueteros: Todos para uno…

… y uno para todos! Eran las palabras que el gran Dumas, ponía en boca de sus mosqueteros… Soldados entre la realidad y la fantasía.

Los mosqueteros, fueron el génesis de los ejércitos modernos, y nacieron cómo una guardia de élite del Rey de Francia. Su nombre viene del arma que cambió la manera de guerrear a mediados del siglo XVI. El mosquete, reemplazó al arcabuz, y aunque era más engorroso de operar, era más efectivo. Ya que su alcance era mayor que su antecesor, utilizaba munición más gruesa y el mecanismo de disparo, variaba entre la mecha y el pedernal. Este sistema aumentaba la cadencia de tiro, pero debido a la longitud de su cañón, era necesario apoyarlo en una horquilla, para poder precisar el disparo. Incómodo de transportar, era entonces reservado para los soldados más fuertes y altos. Para poder disparar el arma con la máxima eficacia y rapidez, los mosqueteros entrenaban movimientos repetitivos intensamente. El adiestramiento de éstos soldados era tan complejo que comenzaron a publicarse manuales de instrucción, que ilustraban los movimientos. La mayor eficacia lograda por los mosqueteros era de hasta tres disparos por minuto… todo un quilombo…

Comenzaron como unidades dentro del ejército regular, pero debido a la gran efectividad de los mismos, al final del siglo XVI, todos los soldados se convirtieron en mosqueteros.

El Rey Luis XIII, dotó a su guardia personal de mosquetes a su Guardia de Corps. Todos estos hombres, pertenecían a la caballería y obviamente eran nobles. Es de aclarar que cuándo no se movilizaban para la batalla, solo contaban con su pistola de pedernal y su espada tanto en sus guardias cómo en las escoltas a caballo. Tanto fue el éxito de estos soldados de élite, que el famosísimo Cardenal Richelieu, (mano derecha del Rey) también creó para sí, su propio cuerpo de mosqueteros con uniformes de distinto color.

De aquí la rivalidad entre ambas unidades de élite, que se batían a duelos de espada en las calles de París.

Estas unidades, fueron las escuelas de los futuros oficiales que comandarían al ejército francés en las guerras que Luis XIII y Luis XIV librarían a lo largo del siglo XVII. El Rey Sol… Luis XIV, reguló la formación aristocrática de los mosqueteros. Los jóvenes Aristócratas, debían servir en éste cuerpo un año de manera obligatoria.

Dumas inspira sus mosqueteros en unos manuscritos de Monsieur D´Artagnan, guardia de corps del Rey por Gautien de Sandras en los albores del siglo XVIII. Aparentemente, éste buen señor, antes de escribir, fue soldado del rey y conoció personalmente a D´Artagnan, compartiendo ambos varias acciones militares.

Se hacía llamar D´Artagnan, pero en realidad su nombre era Charlez de Batz Castelmore, Conde de Artagnan. Que gracias a su noble condición, ingresó a la unidad de mosqueteros en la que llegó a la jerarquía de capitán.

La realidad es que éste buen señor fue mosquetero durante el reinado de Luis XIV y el gobierno del cardenal Mazarino y no con sus antecesores Luis XIII y el cardenal Richelieu, como lo noveló Dumas.

También fueron reales Athos, Porthos y Aramis, que Dumas hace interactuar con su personaje, haciéndolos compañeros de armas y amigos. El escritor se nutrió del abundante material de la biblioteca, para escribir sus tres novelas, llamada La Trilogía de D´Artagnan: Los Tres Mosqueteros, veinte años después y el Vizconde de Bragelonne. El propio autor es el responsable de que muchos sigan creyendo que todos son personajes de ficción. Se debe a que el autor, ante tamaño éxito, haya perjurado que todo era producto de su imaginación.

A esta altura sé que varios se están preguntando por “la máscara de hierro”… en el último libro de la trilogía aparece este misterioso personaje, que sucita controversias y sigue siendo motivo de investigaciones. Pero retomando, el extraño prisionero que tenía el rostro escondido por la máscara y del que nunca se supo su identidad, hasta que moría en “La Bastilla”. Al parecer, por distintos testimonios escritos de la época, en realidad este prisionero existió de verdad. Es más, el filósofo Voltaire, lo confirma, después de haber sido prisionero en la Bastilla. Aparentemente el hombre de la máscara de hierro murió allá por el 1703, tras decenios de cautiverio.

Jamás se supo su identidad, si bien Voltaire, menciona que pese a la máscara se notaba una persona joven y de buenos y refinados  modales y que recibía un trato más que correcto. Bien alimentado y bien vestido y que solo tenía contacto con su carcelero.

Miles de conjeturas se tejieron alrededor de ésta persona. Algunas más verosímiles que otras. Desde espías extranjeros hasta opositores políticos. Pero siempre los nombres fueron meras especulaciones que no tenían asidero. Dumas aprovechó el tinte novelesco de la situación y la introdujo en sus escritos, dando fuerza a la teoría más loca de todas, pero no por loca menos romántica, que El Hombre de la Máscara de Hierro, era ni más ni menos, que el hermano gemelo de Luis XIV, que había sido encarcelado para evitar los trastornos sucesorios de la corona.

A finales del siglo XIX, criptógrafos de ejército francés, estimaron que la persona en cuestión era el general Vivien de Bulonde. En una carta decodificada, el ministro de guerra de Luis XIV, informa que el mencionado general es un negligente y un cobarde en el campo de batalla. Los investigadores concluyeron entonces que, el Monarca decretó la pena de cadena perpetua al militar y que debía mantenerse anónima su identidad.

El final del cuerpo de mosqueteros… corría el 1776 y el Rey Luis XVI, tuvo que prescindir de su guardia de élite, las arcas del reino no daban para gastos superfluos y era necesario financiar las guerras coloniales de Francia. A lo largo del siglo XVIII, la guardia perdió su función y pasó a convertirse en una unidad decorativa sin capacidad de combate.

También debido a la renovación tecnológica, hubo una modernización de los ejército europeos que exigía oficiales más preparados intelectualmente, lo que dejó de lado el romanticismo de la valentía y la parafernalia del uniforme vistoso.

Bibliografía consultada:

Cohen R. gladiadores, mosqueteros y samuráis

MacDonald R. La máscara de hierro.

Mcneill. W. Fuerzas armadas y sociedad

 

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