Estamos en el monotema, no vamos a caretearla. Jugamos a que pensamos en otra cosa, que aprovechamos para hacer lo que había atrasado en la casa, que nos pusimos a leer ese libro que esperaba por ahí o que nos suscribimos a alguna de las miles de plataformas que nos enseñan idiomas.
«Bienvenidos amigos míos, felices juegos del hambre y que la suerte esté siempre de su lado», comienza el guion en la voz de la hermosa y excéntrica Effie Trinket. Acto seguido muestra un video en donde el Presidente Snow, desde El Capitolio dice: «Guerra, terrible guerra. Viudas, huérfanos, niños sin madre. Esa fue la rebelión que sacudió a nuestra tierra cuando trece distritos se rebelaron contra el país que los amó, alimentó y protegió. Hermanos contra hermanos hasta que todo se perdió.Luego llegó la paz con esfuerzo y lentitud. El pueblo surgió de las cenizas y una nueva era nació. Pero la libertad tiene un precio… « y sigue la justificación de la «cosecha de tributos» en Los juegos del hambre.
Bonito párrafo ilustrativo previo a un juego de resistencia en donde la supervivencia es la clave: matar o morir, a secas. El enemigo es el otro. Los obstáculos son creados desde un gran estudio que fabrica en 5D todo tipo de amenazas a los participantes dentro de «la arena». ¿Lo más divertido?: transmitido en vivo.
Cualquier semejanza con la realidad… (inserte aquí su opción preferida).
Al momento de escribir esta nota el estado de situación es el siguiente:
Vamos a una imagen más copada:
Si se fijan, la curva de recuperación va más o menos al mismo ritmo que la de contagios, aunque varios días más atrasada porque van más rápido los testeos que las recuperaciones, lógicamente. Hay dos cosas llamativas de este gráfico. La primera es que en la madrugada de hoy la línea de recuperados es la más alta desde que comenzó el brote. Lo segundo es que este gráfico comparativo ya no está disponible, en el mismo link ya sólo aparece la curva ascendente de contagios.¿Por qué lo quitan cuando empieza a ser más alentadora la recuperación que los contagios? Un detalle: en este gráfico no se muestra la cantidad de muertes porque no es posible, es ínfima en comparación con los contagiados y recuperados, las barras serían unos puntitos nomás.
Si volvemos a la primera imagen y sacamos una regla de tres simple, vemos que la mortalidad está en el 4.3 mientras que la recuperación alcanza casi al 30 por ciento. El restante 65 por ciento de los infectados está en recuperación, la minoría de ellos va a morir, pero (siempre lo hay), esas personas están muriendo en vivo y en directo, los médicos nos están contando la locura de una situación de saturación sanitaria comparable a una catástrofe natural en cualquier lugar del mundo; algo que nunca vimos más allá de lo que nos permitía imaginar un avión estrellándose contra una torre que se derrumbaba, o un tsunami arrasador sobre las costas o un terremoto de gran magnitud. Nos mostraron siempre las consecuencias, los números; no los muertos, no los médicos, no los hospitales abarrotados. Eso lo vimos en miles de películas. Ficción pura o basada en hechos reales. Ficción.
No voy a entrar en comparativas con el resto de las enfermedades que se cobran miles de vidas al año en todo el mundo, están disponibles en todos lados. El tema es que nos han confinado al interior de los hogares para mostrarnos lo que nunca nos mostraron: la cantidad de gente que se enferma y se muere. Vemos imágenes catastróficas de Europa. No lo voy a negar, eriza la piel. Tampoco voy a decir que es una gran operación del tipo «bandera blanca» o «rayo azul» aunque, para ser honesta, no lo descarto.
Italia, el peor escenario, donde habitan 60 millones de personas, tiene al 0,1% de su población contagiada y ha muerto el 1% del 0,1% o sea: el 0,01% de la población. Me da fiaca ir a mirar otras estadísticas pero seguro que es lo que menos muertes ha provocado en Italia y en cualquier lugar hasta ahora. Saquen el número en Argentina con un escenario similar: 44 millones, 44 mil contagiados, 4.400 muertos. Teniendo en cuenta que hay más de siete millones de jubilados y un millón y medio de diabéticos… ¿Por qué tanto mambo? O estamos todos locos o no nos están diciendo toda la verdad.
Ya que están con tiempo de ver televisión les recomiendo un documental, en la gran plataforma peliculera, llamado «Unaknowledge». Lo ví hace más de un año y no lo voy a spoillear, sólo véanlo si quieren saber un poco cómo se puede montar un escenario global de caos en donde los medios de comunicación juegan un rol primordial.
En este tiempo también se han viralizado imágenes de las grandes ciudades que hace unas semanas estaban abarrotadas de gente. Ahora están vacías, llenas de pájaros, las playas limpias y las aguas puras. El controlador de aire en tiempo real también muestra alentadores índices de purificación del aire en las grandes ciudades, conforme la gente deja de transitar.
Yo me permito dudar de algunas cosas, a saber: ¿Qué está pasando afuera realmente que no debemos verlo y sólo podemos ver lo que nos muestra la gran pantalla que reina en el living? Se ha montado un Gran Hermano mundial cuyo ensayo cinematográfico fue primero «The Truman Show» y luego «Los juegos del hambre». Además, para salir del embole, no tenemos ningún pudor en mostrarnos en nuestras casas haciendo lo que sea que hagamos. Antes eran algunos y en contadas ocasiones, ahora son casi todos y el que no lo hace es porque no tiene con qué. Sin embargo, las redes no se han caído. ¿No les parece raro? A mí, honestamente, sí. Semejante tráfico de información en todo el mundo no ha provocado ningún colapso. ¿Qué tipo de información se estará pasando en la Black Net mientras nosotros estamos activadísimos en la Inter Net?
Me preocupan también algunos mensajes con los que tratan de hacernos «tomar conciencia» de quedarnos en nuestras casas: «la vacuna sos vos», «en las calles, el virus», «esto es una guerra», «la bomba es tu cuerpo, desactivala». Es fuerte, demasiado fuerte. ¿Real o no real?, plantea Suzanne Collins con un guiño al lector.
Se han metido en nuestras casas, en nuestras vidas, en nuestro bolsillo y hasta en nuestro menú. ¿Quiénes? Ya lo sabremos. Nos han confinado a un encierro que en la mayoría de los casos es absolutamente voluntario porque también se han metido en nuestras emociones y nos hicieron sentir miedo.
¿Qué hace el miedo? Durante un ratito no mucho, sólo una gran descarga de adrenalina al torrente sanguíneo para activar la huida ante la amenaza. El miedo durante un tiempo prolongado baja las defensas y se activa en nuestro cuerpo un pánico por la sensación inminente de muerte. ¿Qué sucede con eso? (Con el pánico, no con el virus) Es un juego mental: resistís o te morís porque lo que sea que esté circulando en tu cuerpo se te dispara a niveles incontrolables: glucemia, hipertensión, cáncer, autoinmunes, y hasta un estornudo ya te parece que es la parca golpeándote la espalda con los pulmones llenos de moco asfixiándote.
No es la madre naturaleza, no es una guerra biológica, no es un experimento social ni una invasión alienígena inyectando microorganismos extraterrestres. Es un efecto dominó de la vulnerabilidad mental que se nos ha ido haciendo a fuerza de tanto dato al instante y sin chequear con fuente fidedigna: todos vamos a la boboteca.
Usemos el pensamiento racional, la materia gris, comprendamos más allá de cualquier amenaza a nuestro cerebro reptiliano ancestral. Es un virus, no un tigre de bengala lengüeteándose adelante de nosotros en el medio de la selva. ¿Nos puede matar? Claro, como miles de otras cosas, sobretodo el tigre. Pero ahora que estamos encerrados… ¿Qué nos puede matar? ¿Por qué sentimos miedo? «La lucha es de igual a igual contra uno mismo», dice una canción de Baglietto.
¿No te parece loco que hasta hace unos días salías a la calle sin pensar que podías tener un accidente de tránsito, o que de tanto asado las arterias se te están tapando y podés tener un ACV y quedar inmovilizado, o que alguien te puede querer robar la mochila y te clave un tiro, o que si no usás forro te podés contagiar la infección de tu vida? ¿Lo pensabas?
Bueno, la realidad es que no manejo las estadísticas actuales pero estoy segura de que los accidentes de tránsito, los asaltos, las muertes por inseguridad y los contagios de ETS han bajado notablemente y eso se verá en los números dentro de unos meses. Respecto a los ACV y los infartos creo que no voy a poder decir lo mismo porque la gente quieta y comiendo pasivamente mientras ve televisión es la que más se enferma. No quiero tocar el tema de los suicidios por el encierro porque ya me estaría yendo a un extremo que espero no suceda.
¿De qué estamos realmente enfermos? Mientras lo pienso sólo tengo una seguridad: necesitan que nos quedemos encerrados. Por qué y para qué lo sabremos luego, por ahora sólo hay una explicación oficial: circula en todo el mundo un virus altamente contagioso, no hay vacuna, tiene tratamiento y es potencialmente mortal en el 4% de los casos que puede ser mayor si el sistema de atención sanitaria colapsa. Y para que no colapse necesitan los hospitales lo más vacíos posibles, por eso también hay que evitar la inseguridad y los accidentes de tránsito.
Miles de teorías, películas, libros y estudios científicos se escribirán sobre estos días en los que cada uno de nosotros está escribiendo una historia propia, sobre la libertad, sobre los valores, sobre la capacidad de resistencia, sobre la dimensión de lo desconocido, sobre los sonidos del silencio, sobre la fe, sobre la evidencia, sobre medioambiente, sobre la aldea global y sobre el nuevo tiempo que se avecina.
Dejen de jugar al Gran Hermano y usen este tiempo para pensar cómo van a hacer para enfrentar la crisis económica y social que vendrá luego, donde se verá realmente si aprendimos una lección o el todos contra todos será una feroz cacería por los recursos, los territorios y los bienes.
Por ahora, yo sólo imagino dos posibles escenarios: un nuevo orden mundial totalitario o un nuevo liderazgo de masas con mayor participación y conciencia social. Y aunque me inclino más por el primero que por el segundo, espero estar equivocada y terminar mis días en un mundo finalmente más justo, más igualitario, menos competitivo y sobretodo, más enfocado a la educación, la ciencia y la tecnología, y más comprometido con el otro, con el medioambiente y con el futuro.
Ojalá el año que viene esté superado esta psicosis colectiva atroz, ojalá nos deje pocas secuelas mentales y emocionales, ojalá que no tengamos miedo a volver a abrazarnos, ojalá ganemos más de lo que estamos perdiendo, ojalá seamos menos hipócritas, ojalá nos tengamos a nosotros mismos para cuando volvamos a la calle de nuevo con todas sus miles de letales amenazas y sus nuevos y pesados desafíos.
¿Real o no real?
Te leo en los comentarios.