“¿Por dónde íbamos?” preguntó el tipo que volvió meses después con la excusa de haber ido a comprar cigarrillos. Acá estoy de nuevo, para alegría de mis escasos seguidores y fastidio de las masas (las de gente, no las de crema)
Ya tratamos el tema de la conspiración en una nota anterior, pero resulta que se ha puesto de moda nuevamente. Parece que estamos en presencia de una oleada de fenómenos naturales más o menos catastróficos que, según muchos fatalistas, no son otra cosa que el presagio del fin de los tiempos. Aparte de esto, que ya de por sí es poco creíble, muchos artículos que pueden encontrarse en internet por estos días se refieren al “hecho demostrado” de que terremotos, huracanes, tsunamis y otras desgracias no son más que el resultado de las pruebas realizadas por el Ejército y la Marina de la Gran Democracia del Norte con el fin de desarrollar las armas de destrucción masiva que no pudieron encontrar en Irak.
Vayamos por partes, como decía Jack. No hay un número mayor de desastres naturales, salvo en casos excepcionales como el de los huracanes que podrían estar relacionados con el cambio climático. En particular, la mayoría de las publicaciones en la red se refieren a los terremotos. En este caso lo que sucede es que hay posibilidades de comunicación a nivel global que jamás antes existieron en la historia de la humanidad. Se produce un terremoto en el mismísimo tujes del planeta y a los 45 segundos tenemos a miles de personas avisándonos en Facebook o Twitter. He visto reportes de terremotos de grado 4 o 5 en la escala Richter como si se tratara de una calamidad bíblica, cuando en realidad son movimientos que apenas pueden sentirse o que solo se registran con sismógrafos. Les recordaría a estas personas que un grado 5 no es casi un grado 6 (que sí produce daños y víctimas). La escala de Richter es logarítmica, lo cual en cristiano significa que un terremoto de grado 5 es 10 veces menos intenso que uno de grado 6. Encontramos también a los amarillistas que anuncian con “datos científicos” que un terremoto se va a producir en tal o cual lugar, solo que no se sabe cuando. Como diría mi abuela: “chocolate por la noticia”. No es novedad que haya zonas del mundo donde en algún momento la tierra va a temblar a lo loco, porque las condiciones geológicas así lo indican. Pero créanme que de ninguna manera se puede decir que sea “inminente” o “próximo a suceder”. Lamentablemente nadie sabe cuando y donde se producirá el próximo terremoto, al menos hasta que mejoremos los instrumentos de medición o aprendamos de que manera algunos animales parecen saber de antemano que algo va a ocurrir.
A esta altura, si son personas observadoras, se estarán preguntando cuantas líneas más voy a tardar en volver al tema del título de la nota. Ya, paciencia, ahí vamos. El juego de palabras del título tiene que ver con el nombre de una instalación científica ubicada en la poco amigable Alaska, denominada HAARP (High Frequency Active Auroral Research Program o sea Programa de Investigación de Auroras Activas de Alta Frecuencia) Según la página web del proyecto se trata de un conjunto de antenas que puede emitir ondas de radio de alta frecuencia hacia la ionosfera y estudiar una pequeña porción de ella activada por estas ondas con instrumentos muy precisos. ¿Y qué es la ionosfera? Es una parte de la atmósfera caracterizada por su actividad eléctrica intensa, provocada por la radiación solar que llega a la Tierra. La utilizamos frecuentemente para comunicarnos con lugares alejados del mundo, haciendo rebotar las ondas de radio en ella hasta que llegan a destino. También resulta un estorbo cuando queremos comunicarnos con cualquier cosa que esté del otro lado: satélites y naves espaciales. Según declaran los responsables, las pruebas realizadas en Alaska tienen como finalidad entender mejor el comportamiento de la ionosfera y permitirles de esa manera utilizarla mejor.
No, no soy tan ingenuo como para creer que no hay aplicaciones militares detrás de la investigación. Pero de ahí a decir que con esas antenas se pueden provocar huracanes, derribar aviones o misiles, cambiar el clima de alguna parte del mundo o incluso inducir terremotos…ya me parece demasiado. Sin embargo basta que hagan la prueba de escribir las siglas en su buscador preferido y verán la cantidad de cosas de las que supuestamente son responsables.
¿Es posible derribar un avión o un misil utilizando ondas de radio? No directamente, pero sí sería posible interferir sus sistemas de navegación y conseguir que se estrellara contra el suelo. ¿Se puede cambiar el clima? No creo, porque para empezar el clima es algo muy complejo y la energía necesaria para producir, por ejemplo, un huracán sería muy grande. ¿Cómo haríamos? Calentaríamos un volumen enormemente grande de aire mientras enfriamos otro igual de grande para que al chocar produjeran vientos de casi 200 km por hora? ¿Y todo esto con 180 antenas en Alaska? Sin ofender, pero quien crea esto no sabe nada de física ni de la conservación de la energía. Lo mismo podemos decir de los terremotos. El movimiento se produce cuando dos placas tectónicas (que son muy grandes y muy pesadas) se enciman o se rozan y van acumulando energía a través del tiempo. Imaginen el siguiente experimento. Tomen dos piedras y empiecen a empujar una contra la otra. La energía, toda la energía, viene del movimiento de sus músculos para empujarlas. Las piedras no pueden moverse, porque una le impide a la otra el movimiento, así que todo esa energía se acumula. Como las superficies no encajan perfectamente, en algún momento se rompe el equilibrio, una de las piedras se “zafa” y se mueve violentamente, liberando la energía acumulada. Si una hormiga estuviera parada sobre una de las piedras sentiría algo parecido a lo que sentimos durante un terremoto. Hace falta mucha energía para mover una placa tectónica y producir la ruptura del equilibrio que lleva a un movimiento sísmico. Claramente mucha más de la que se puede obtener con HAARP…llegado este punto los defensores de la conspiración comenzarán a hablar de fenómenos de resonancia, de los experimentos de Tesla y otras “explicaciones”. Créanme, no alcanza la energía para hacerlo, de ninguna manera.
Es posible que haya no una sino miles de conspiraciones de las cuales no tenemos idea. Lo bueno sería tratar de separar la fantasía de las cosas que realmente pueden lograrse tecnológicamente. El Gran Hermano nos sigue vigilando, pero a veces ve menos de lo que muchos piensan.
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