/La historia de los bailarines de TikTok (y otras maneras que tiene la gente de entretenerse en tiempos de profunda aflicción)

La historia de los bailarines de TikTok (y otras maneras que tiene la gente de entretenerse en tiempos de profunda aflicción)

“Advertencia: La siguiente nota contiene tres referencias al coronavirus, menciona dos conflictos armados, y posee una dedicatoria especial”

Las últimas semanas no han sido fáciles en la Tierra-1218: coronavirus, dengue, recesión mundial, calles repletas de jubilados y pastores que curan el coronavirus a través de la tele o del celular. El mundo podrá aguantar cualquier golpe, pero lo que parece no tener es paciencia, y no fueron pocos los que se descargaron TikTok para manejar mejor el tedio. Yo no, pero tengo gente cercana que me mantiene al tanto de muchas de sus tendencias. Algunas son graciosas, muchísimas otras pésimas, pero hay una que ganó el concurso de popularidad y hasta llegó a otras redes como WhatsApp, YouTube, Instagram, o hasta la vieja Facebook.

Los simpáticos bailarines de la muerte, o cómo se los llamó originariamente, Dancing Pallbearers (Portadores de féretros en inglés). La dinámica del meme es sencilla: suena de entrada una música electrónica que va subiendo en ritmo y sonido mientras vemos en video a alguien realizando una actividad claramente peligrosa (y estúpida y pelotuda), hasta que el clímax de la canción coincide con el mismo momento en que la persona cae por un precipicio, es atropellado o hasta explota en llamas. De ahí cortamos y la imagen cede a la presencia de cuatro tipos de traje, posiblemente africanos, que llevan un féretro sobre los hombros mientras bailan o lo levanta en el aire como si estuvieran jugando. Gracias al efecto Kuleshov, entendemos que la persona del video ha muerto y que ese es su funeral. ¿Y porque la imagen de unos bailarines con un féretro? Tal vez para indicar que se celebra la vida de tan valiente personaje, se honra su estupidez, o porque simplemente poner dos imágenes tan distintas y con esa música nos hace reír. Es muy similar a otros memes anteriores como “To Be Continued”y “We I ‘ll Be Right Back” donde se interrumpe el desenlace evidente como hacían antaño las series para generar suspenso en el espectador. Pero estos dos tenían la limitación de tratarse de referencias que no todos captaban: el primero, a un anime llamada Jojos Bizarre Adventure; y el segundo al programa de cortos The Eric Andre Show. La gracia de estos tipos es muchísimo más sencilla: es gente bailando, y en un funeral… ¡JA!

Es un buen meme, me cago de risa con las ocurrencias o hasta largo un fuerte “¡¡¡Nooo!!!” por lo doloroso. Aun así, el nivel de exposición que alcanzó solo podía lograrlo durante un evento de tanta magnitud como lo es la pandemia, que nos mantiene pegados al celular para buscar información o consumir entretenimiento. Tantas veces ver el mismo video me hizo preguntarme de donde carajo salió una imagen tan bizarra como la de nuestros amigos feretreros (palabra que me acabo de inventar para nombrarlos).

El video en sí apareció por enero de 2015, y después en 2017 en una nota de la BBC News África. Como meme en sí, fue recién en febrero de 2020 cuando un usuario de TIK TOK subió el video ya acoplado con la tan famosa musiquita. Para los que todavía no lo sepan, la canción se llama Astronomia y fue compuesta por el DJ ruso Tony Igy. En cuanto a los feretreros en sí, es necesario un párrafo entero para explicarlos en profundidad.

Muchos no saben ni donde queda Ghana, ese país africano al cuál el Loco Abreu le picó un penal en un Mundial y cuya principal exportación es el oro y el cacao. Entre sus muchas tradiciones, la más conocida es el arrojo que ponen para los entierros de sus seres queridos. Para esta gente el funeral es la última oportunidad para celebrar la vida del difunto, y lo consideran todo un evento social, con cientos de invitados, comida, música, vallas publicitarias, camisetas, ataúdes de colores o con formas graciosas; y yo que me sentí culpable por probar un sándwich de miga en el velorio de mi abuelo. Gastan tanta o más plata que en un casamiento, y entre los nuevos chiches para honrar al nono se sumó hace unos años el de los feretreros Al principio lo llevaban dando zancadas militares, y luego a alguien se le ocurrió comenzar a seguir la música y bailar y lanzar piruetas con el cajón. La idea fue un hitazo, y ahora hay varias compañías de baile de este tipo en uno de los países con una de las esperanzas de vida más baja del mundo.

Es de de las tradiciones funerarias más extrañas que he leído, junto a las strippers funerarias (posta que cierto, pasa en zonas rurales de Taiwán y China y es loquísimo). Pero si este fenómeno me llamó tanto la atención como para dedicarle una nota, no fue por su rareza sino por cómo la gente usa sus imágenes para hacer frente a este momento de estrés social.

La risa es una respuesta biológica que todavía desorienta a muchos científicos; pero si tuviera que elegir una posible respuesta, sería que los monos la desarrollaron para comunicarse con rapidez: ¡Oh no, Bobo se cayó de su rama!, pero está bien y, para que toda la manada lo sepa, sus compañeros más cercanos emiten una carcajada que llega hasta todos como diciendo, “miren, Bobo está bien, que bobo que es Bobo por caerse así”. Sencillo y expedito. El humor, en cambio, es otra cosa en sí: busca la risa, sí, y hasta la aprovecha, pero siempre para poder llevar adelante un mensaje. Griegos como Platón o Aristóteles lo consideraban peligroso porque podía minar el poder de la autoridad y el buen orden de la sociedad. En el Tarot, la carta del Loco o El Bufón es el símbolo de la anarquía que reina el cosmos, el único capaz de expresar verdad sin por eso volverla aburrida. Hasta un amigo mío que es hechicero me comentó que lo único peor que un gualicho es una buena sátira: que tu ganado se muera o tu hijo se rompa una pata solo te puede afectar en esta vida;  pero una buena historia, con palabras sabrosas con las que reírse de vos y de tus miseria, puede durar varios años después de tu muerte, incluso décadas o siglos.

El humor es poderoso. Nos brinda o una sensación de control, o hasta un poder simbólico sobre nuestro entorno. Ver a toda esa gente hablando, políticos, economistas, médicos, gente especializada, gente tan y tan seria, ¿qué otra cosa podemos hacer que reírnos? Creo que con nuestros chistes marcamos las condiciones con las cuales vamos a llorar, y eso es muy importante para llevar adelante situaciones de mucho estrés. No significa que sea un cheque en blanco para reírse de cualquier cosa, pero tampoco podría decir cuál es la línea exacta cuando hay muchísimos casos donde las propias víctimas -y no después de vivirlo todo y narrándolo desde su sillón o en una charla TED, sino en el mimo momento de su sufrir- son las que bromean con su destino: durante la tragedia de los Andes, luego de comenzar a ingerir la carne de los muertos, uno de los sobrevivientes amenazó a sus compañeros diciendo que “si yo me muero y (ustedes) no me comen, les prometo que vuelvo y les pego a todos”; a lo que sus compañeros contestaban que “Gustavo, quién te va a comer a vos, yo me muero de hambre, mirá lo que sos…”. Otro caso muy famoso es el de los judíos durante el holocausto, que bromeaban constantemente sobre los maltratos que daban los guardias o hasta con ser enviados a los hornos; algo que quedó registrado por el testimonio del psicólogo Viktor Frankl, y del que hay hasta un libro – escrito por Chaya Ostrower – que recopila este fenómeno en varios de los campos de concentración.

Woody Allen dijo que el humor es tragedia más tiempo, pero en la era de lo instantáneo solo hay que subir nuestra desgracia a Internet para purgarla (o intentarlo) casi con la misma velocidad. De todas las anécdotas que podría elegir seguir mencionando, me gustaría cerrar con la que protagonizaron las tripulaciones de los buques HMS Sheffield y del HMS Coventry, ambas hundidas durante la Guerra de las Malvinas, y cuyos marineros- en el agua, con frío, varios heridos o hasta muertos- comenzaron a entonar una canción mientras esperaban la llegada de los rescatistas. La canción no era otra que la infame (y exquisita) canción de los Monty Python, Always look on the brightside of life. Esta aparece en la película satírica Life Of Brian, donde un tipo en la época de Jesús es confundido con el Mesías. Al final de la cinta, ya crucificado junto a un montón de judíos rebeldes, uno de ellos comienza a hablar: “que no es para tanto, che…podría ser peor que una crucifixión”, y comienza a silbar una melodía alegre y a invitar al público a disfrutar mientras podamos de estas cosas lindas. Casi al final de la canción, hay un chiste sobre que “en el mar suceden cosas peores”, algo que los mismos marineros británicos gritaban entre carcajadas en cada estribillo.  Una hermosa canción para recordar Malvinas, celebrar semana santa, y hacer frente a una epidemia.

Esta nota está dedicado a mi viejo: ojalá celebremos muchos más (y si es posible, juntos y cerca de casa)

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