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La increíble pelotudez del ser

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“Hoy tu corazón, me quiere negar, un poco de miel, un poco de sal…que me olvides tú puede ser verdad…que te deje yo no será jamás”

Chaqueño Palavecino

Ese lunes le venía dando vueltas la idea de llamarla para ver si se podían juntar, tenía unas irresistibles ganas de verla, de sentir el aroma dulzón de su perfume y de volver a admirar la carne turgente de sus labios y el largo elegante de su cuello, hacia casi un mes que se habían dejado de ver, fundamentalmente porque ella dejó de ir a la facultad debido a que el trabajo la tenía muerta y había decidido dejar los estudios para más adelante…ella era así, lo había decidido sin titubear, tal como hacia todo y se lo había comunicado a sus cercanos solo por el hecho de comunicarlo, en ningún caso con el afán de consultar o pedir opiniones.

Cuando se lo contó a él lo vio desmoronarse en silencio y la incomodidad la obligó a pararse e irse sin voltear…ella era así, pasaba por su lado en los pasillos de la facu o en la cafetería y a pesar de que se conocían y eran, según él, muy amigos…sencillamente no le daba bola.

Esto, amable lector, era sin dudas lo que le había fascinado a el de ella… esa frialdad, ese halo de autosuficiencia que atado a su innegable belleza la transformaban en una extraterrestre de difícil acceso e imposible conquista.

Habían hecho buenas migas desde que empezaron a conocerse, a ella le agradaba su buen humor y a él le fascinaba que ella lo considerara una pila de deposiciones…era una verdadera relación de amor y odio, él la amaba y ella lo odiaba, así eran felices y empezaron sin saber a jugar al jueguito de ama y esclavo.

Ella lo llamaba temprano para pedirle que la ayudara a preparar una materia y el la esperaba con desayuno, cagandose de frio a la entrada de la facu, para ser el primero en saludarla y llevarle el café con las medialunas, durante el almuerzo en la cafetería, las risas cómplices de sus compañeros pasaban para el desapercibidas cuando le cargaba su bandeja y se sentaba después de acomodarle tenedores, cuchillos y servilletas…y obvio, de servirle la gaseosa.

Es de antología la vez que lo llamó desde la terminal para pedirle ayuda con un colchón que sus padres le habían mandado desde San Rafael y que el llevó a sus espaldas desde Alberdi hasta Pedro Vargas con Pedro Molina

Así pasaron dos años y un buen día ella cortó con el juego al comunicarle que se iba.

Ahora habían pasado cerca de treinta días y el necesitaba ver a su Némesis a como diera lugar, por eso se armó de valor y la llamó citándola a tomar un café aquel lunes hermoso de octubre.

Eligió una mesa en la vereda del café Dünken y desde allí esperó ver venir a su diosa hojeando sin leer el matutino con nombre numérico que había comprado en un kiosquito cercano para tener algo en las manos.

Ya cerca de las once la vio venir por la plaza Independencia, con ese aire suficiente, su pelo negro recogido en una cola y su bolso atravesado en el pecho haciendo presión sobre su hombro derecho (hasta hace un mes el cargaba con aquel bolso), cruzó la calle mirando a ambos lados (tuvo el la oportunidad de admirar el pequeño fenómeno que lo maravillaba, ella caminaba moviendo solo de sus rodillas hacia abajo y casi en puntas de pies, de ahí para arriba era solo un pequeño vaivén, no daba zancadas aunque corriera).

Llegó a su lado y como si solo lo hubiera visto hace una hora, le largó un “Hola, ¿como te va?”, el, por el contrario había preparado una retahíla de versos hermosos y expresivos para que ella se ablandara…pero como cuando querés dibujar a Wolverine y te sale Papá Noel, solo atinó a decir “bien…¿y a vos?”

Se sentó y dio un sorbo al café que él le había pedido y mordió una medialuna mientras lo miraba a través de su mechón de pelo preferido…

…”Dale, contáme ¿qué has hecho?

Él la miraba embobado mientras los recuerdos de esa chica lo pisoteaban, las veces en que lo tocó y el sintió que había agarrado un enchufe con las fases cambiadas, la vez que salieron a comer y los fotografiaron tomando una copa de vino en un céntrico restaurant, cuando la iba a dejar a la terminal y la veía alejarse dentro del micro para devolverse a casa pensando en lo lindo que sería un beso, de la vez en que ella le prometió respetarlo un poco si él la llevaba a Buenos Aires a lo de su hermano manejando sin detenerse…de su mano sobre el mouse, lo único que él veía estando sentado frente a ella…de las carcajadas musicales que él le arrancaba con sus imitaciones de los profesores, de las madrugadas caminando a la facu para ayudarla con una materia que debía rendir, de cómo se había recagado de frio un sábado para ayudarla con una charla en inglés, que redundó en una excelente nota y en un “GRACIAS” que hasta hoy le suena en los oídos, de su perfume, de sus canciones tarareadas mientras estudiaba, de su presencia en su vida.

“¿Que he hecho?…te he extrañado y he perdido pelo y peso en el proceso”

Ella se puso en guardia, sabía lo que venía y esperó…

“De verdad…ya no vivo sin vos, te…”no lo dejó terminar, se levantó, agarró su bolso y sin siquiera despedirse, se marchó por donde había venido, desapareciendo para siempre de su vida.

“…te quiero” terminó la frase sintiendo en la cara el calor que precede a las lágrimas, se sintió vacio y solo por fin, suspiró para matar el sollozo que subía por su garganta y volteó a mirar por si alguien había reparado en su desgracia, vio gente, turistas, viejos y niños nadie lo miraba…como ella.

Cerca, frente a la legislatura un grupo de músicos entonaba “que me olvides tú” del Chaqueño Palavecino, se rió de la coincidencia…pidió otro café y se quedó allí toda la mañana, donde seguro más de alguno de nosotros lo vio sin advertir la cruz a la que estaba clavado.

Escrito por Darkkatt para la sección:

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