/La verdadera historia de Ricardo Mur

La verdadera historia de Ricardo Mur

Ricardo Mur es el periodista más famoso de la teve mendocina, casi una celebridad. Impuso su «tanda de madrugadores», su bigote montonero y sus lentes de aumento como un sello personal del noticioso local. El estereotipo perfecto de informante de los noventa. Clásico, retro, vintage, una caféracer de la televisión.

En 2010 los mendocinos vivimos un suceso inusitado en la provincia… el astro de Canal 9 se iba a Canal 7. El pase aún hoy es criticado por mucha gente, que proyecta en el 7 a la oscura y nefasta aura de Daniel Vila, olvidando por completo la oscura y nefasta aura de Sigifredo Alonso en el 9.

La historia tuvo cientos de «dimes y diretes», que «se fue por el dinero», que «se fue por culpa de la envidia de Fernando Hidalgo», periodista que estaba creciendo popularmente y quería ser el número uno del canal, que «se fue por celos de su esposa hacia Celia Astargo», su inseparable compañera y un largo etcétera. Pero como toda historia popular, que se termina convirtiendo en mito, la verdadera razón jamás se supo… hasta hoy.

Aquel verano de 2010 había sido diferente a todos, la globalización nos mostraba como el «calentamiento» estaba derritiendo glaciares eternos y secando ríos y bosques. Mendoza no estaba exenta de «la calor». La madrugada del jueves 7 de enero arrancó como nunca antes, con 29° apenas salió el sol. Hacia medio día la sensación térmica rondaba los 43°. Y ahí estaba Ricardo, de impecable traje crema frente a la pantalla de la tevé. Nadie percibió el malestar del conductor, ni siquiera sus compañeros de trabajo que tuvieron que maquillarlo en todos los cortes y proveerle más agua de lo común. Dicen que la única en notar la incomodidad de Ricardo, fue Celia Astargo, quién se ha negado a prestar declaración alguna.

A las 14 terminó el noticiero del medio día, Ricardo ingresó a su camarín y no salió nunca más… de la misma manera. A las 15:15 de ese día, el personal de seguridad del canal tuvo que derribar la puerta, ya que el periodista no había respondido a los llamados nerviosos de sus compañeros. Lo encontraron tendido en su sillón, sofocado de calor, víctima de un paro cardíaco. Ese día había alguien más en el canal, alguien que cambiaría el curso de la historia del recientemente fallecido Mur.

Coco Gras conducía un programa que se llamaba «Vino con su historia», el mismo se filmaba los jueves y se reproducía los sábados. Constaba de una entrevista a un famoso, regada por buenos tintos en copas llamativas. El invitado de la fecha era Ramón «Palito» Ortega, quién había recobrado cierta popularidad no por sus patéticas canciones, sino por cuidar «como un padre» a un maltrecho Charly García. El verdadero motivo de ese cuidado se los develé hace unas semanas cuando les conté que Charly estaba muerto.

El canal entró en revuelo apenas abrieron la puerta y le tomaron el pulso a Ricardo… nulo. Palito y Coco vieron las corridas y de inmediato se cortó la grabación. Gras preguntó qué pasaba y Ortega no evitó escuchar. El famoso más querido de la tele mendocina yacía muerto en su camarín… Palito no podía dejar pasar esta oportunidad única. Era momento de expandir hacia el interior del país su ambicioso proyecto.

Metió la mano en su bolsillo, sacó un interruptor negro, parecido a la alarma de un auto, lo pulsó y al instante se cortaron todas las conversaciones. Palito se puso de pié, en un segundo mutó su semblante de cantautor fracasado y se convirtió en un frívolo militar alemán, entonces ordenó en voz alta —¡Nadie haga nada!, no llamen a nadie, que nadie salga del canal o van a pagar las consecuencias. —Fue tal el tono de su voz, la seguridad de su mirada y la amenaza sin rodeos que todo el staff se quedó paralizado. —¿Dónde está Mur? —preguntó en el mismo tono.

Ingresó al camarín y tras de sí cerró la puerta. A los veinte minutos entraron al canal dos hombres extraños; uno vestido de inmaculado blanco y otro uniformado portando un Heckler & Koch G36 alemán. Ordenaron ver a Ortega de inmediato. El que parecía militar se quedó custodiando la puerta —El primero que intente salir lo quemo— dijo en una evidente conjugación de palabras alejada de la milicia. El de blanco fue hasta el camarín, golpeó en una especie de código y Palito le abrió la puerta a él solo.

Cerca de las 17 se abrió el camarín. En los pasillos estaba todo el personal de Canal 9, quien aplaudió rabioso la aparición de Mur caminando como si nada. Lo abrazaban y besaban como a un ídolo, «¡de la que te salvaste, Ricardo!» decían algunos, «¡que susto Ricky!» otros y un «¡Yo tengo fe en Palito, Viva!» los más festivos. Ortega ordenó que la noticia no saliese del canal y volvió a convertirse en el payaso de siempre, invitando varias rondas de «chevecha» a los empleados. Horas después nadie más volvería a recordar lo que pasó esa siesta. Pero un joven Marcelo Sisso, que pasaba horas y horas acomodando su pelo metalero para que pareciese corto frente a las cámaras, logró escuchar todo desde el camarín continuo a Mur. Fue tan fuerte todo lo que sucedió de después, que decidió abandonar las cámaras para siempre y dedicarse a la radio. La semana pasada se animó a develarme toda la historia.

El viernes 8 Ricardo no fue a trabajar, era de esperar. Lo que no era de esperar era ver su renuncia el lunes 11… nadie entendía nada. Mucho menos cuando a principios de marzo lo vieron sin bigote, sin lentes, con la cara abotonada rejuveneciéndolo unos diez años, conduciendo el Noticiero 7, la competencia, que le daba su triunfal bienvenida. Los motivos reales de dicho pase los van a leer dentro de un par de párrafos. «Sean felices» era su nuevo latiguillo, aunque nunca logró desprenderse de la «tanda de madrugadores». De lo sucedido en Canal 9 jamás se habló, sus motivos de pase nunca fueron claros, lo que verdaderamente ocurrió es por obra y gracia de Ramón «Palito» Ortega.

Mur en su «último» día tal como lo conocíamos.

NDA: Previo a seguir con el relato, te cuento querido lector, que de no haber leído la nota sobre Charly, no vas a poder entender nada de lo que sigue. Así que te recomiendo leerla (click acá). Si la has leído, podes seguir…

A Charly le habían instalado el BioExoMachine, recientemente fabricado por la compañía que dirigía Palito, pero el «huésped» tenía serios problemas de salud y una adicción terrible hacia todo tipo de drogas, por lo que el prototipo emitía cientos de fallas y desperfectos, no solamente por su versión de prueba, sino por los problemas del músico. Cuando Ramón se enteró de la defunción de Ricardo Mur; un hombre relativamente jovial, delgado, con el único vicio del Casino y el pucho, no dejó perder la oportunidad de testear en él la versión 2.0 del aparato.

Aquella misma noche cenó en lo de la familia Mur, les explicó lo sucedido y les hizo firmar el contrato de confidencialidad. Los sensores de Ricardo comenzaron a emitir problemas pulmonares. El BioExoMachine necesita bastante oxígeno para mantener refrigerados sus circuitos y el mostacho de Mur estaba impidiendo el ingreso pleno de aire por las fosas nasales. Se le practicó una depilación definitiva y le colocaron iris biónicos que le dieron una visión perfecta. Nunca más aquellos policíacos «culo de botella»,

La dosificación de colágeno para mantener los tejidos epidérmicos con vida le dio la jovialidad frugal con la que lo comenzamos a apreciar en el 7. «La primera vez que lo vi lo confundí con un muñeco» me comentó Ornella Ferrara. «Con los chicos del canal jodíamos con que era un clon de Ricardo Mur» me dijo Marcelo Ortíz.

Ortega se encargó de difuminar por distintos medios los motivos de la desvinculación del Canal 9. Incluso al día de hpy no existen fotos públicas de Mur en Canal 9 con bigote y lentes, como todos lo recuerdan. Amenazó con chantaje a Sigifredo Alonso para que no comente nada y pergenio su plan maestro: logró que Daniel Vila y José Luis Manzano financiaran el proyecto en Mendoza. La «fe» del músico le marcaba que era la segunda vez que el destino lo deparaba en la provincia, así que decidió apostar fuerte y crear una sede de BioMachine en las inmediaciones de San Isidro, colonia propiedad del mismísimo Vila. Este es el motivo por el cuál el periodista migró del 9 al 7. El robot tenía que estar cerca «del grupo».

En San Isidro se duplicó la seguridad, se extendieron las murallas, se importaron de Rusia y Afganistán sistemas de control y vigilancia de última generación y se construyó bajo el lago de la estancia todo el centro operativo de BioMachine. El principal problema era el abastecimiento de agua, ya que se necesitan muchos litros para la criogenización del ADN y la producción de ácido hialurónico. De utilizar el que estaba a mano dejarían a todo el barrio La Favorita y Dalvian sin agua. El primero no les importaba, pero el segundo les traería catastróficas consecuencias económicas y sociales. Ingenieros hídricos de Suiza realizaron el proyecto «CSI» (cascada San Isidro), para desviar el agua de la famosa cascada y llevarla hasta los subsuelos de la estancia. Con algunos sobornos, presión política y amenazas, el mismo se logró concretar en Noviembre de 2016.

A Mur se lo siguió viendo en los shoppings y en algunos cafés céntricos, pero al día de hoy no logran que tolere la luz directa, padeciendo por completo cuando hay flashes fotográficos (por eso no ha salido en el proyecto 365 de Martín Orozco) o que no se cuelgue con cierta frecuencia (por eso muchas veces los vemos en la pantalla parado y distante, con pocas palabras que decir).

A partir del 2017 ha sido terrible la expansión de BioMachine en la provincia. Todos los millonarios quieren tener asegurado su lugar para el momento que logren terminar de probar el BioSupraMachine, el sistema que no solo es la evolución del BioExoMachine, permitiendo que el huésped recobre todas sus cualidades vitales de manera auto gestionada, sino que puede ser instalado en cuerpos con largos períodos de inactividad orgánica (muertos). El único problema que está quedando resolver sobre esta última tecnología, es el asunto de la revitalización dérmica y orgánica (por ello el motivo de tanta agua). En agosto de 2018 fue instalado en José Millán, fallecido en Marzo de 2018, y aún no logran recomponer por completo el cuerpo. «José está desesperado por volver a cambiarle el vencimiento de los productos de los Átomo, para recuperar la rentabilidad de antaño.» nos comenta un informante secreto, «Pero aún no puedo salir a la calle así como un zombie», dicen que se queja.

Y hay un dato más, uno bastante importante. Hace algunos años, Palito necesitaba instalar la BioSupraMachine 1.0 en un joven influencer, para que mediante redes sociales disemine todo tipo de información social y política. No debía ser político de fuste, más bien profesional, preferentemente ingeniero y tener buena experiencia y reconocimiento en la industria del vino en Mendoza. Por esos azares de la vida, este joven ingeniero sufrió un accidente mortal en México, en plenas vacaciones. Y ahí estaba Palito, para regresarlo sano y salvo a la provincia… más activo que nunca, financiado por una fuente inagotable de dinero que le permite incursionar en cuanto proyecto se le ocurra, con el único fin de darle rienda suelta al prototipo BioSupraMachine 1.0 y terminar el plan maestro.

Muy pronto llega la historia del Ingeniero Mario Japáz…


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